Botulismo en aumento
6 de julio de 2011
El botulismo es una intoxicación causada por la bacteria Clostridium botulinum. En la naturaleza, ayuda a la descomposición de la carroña. Pero si la bacteria se desarrolla en productos alimenticios, puede ser muy peligrosa y hasta mortal para el ser humano y los animales.
El Clostridium botulinum produce una toxina –la botulina- que bloquea la producción de acetilcolina, responsable de la contracción muscular, paralizando así los músculos y afectando el sistema nervioso vegetativo. La toxina de la botulina también se usa en la industria cosmética, bajo la marca registrada Botox, como producto para alisar las arrugas de la piel.
Casos en ganado bovino
El ganado bovino de Alemania sufre desde hace 15 años una forma crónica del botulismo, también llamada “botulismo visceral”, que causa síntomas de parálisis y debilidad en esos animales, muriendo muchos de ellos debido a la intoxicación. Como la legislacion alemana sobre enfermedades infecciosas en animales no exige notificar los casos de botulismo animal a la Oficina Alemana de Salud, nadie sabe cuán extendida está la enfermedad en este país.
Helge Böhnel es un médico veterinario de la ciudad de Gotinga que investiga la propagación del botulismo. A comienzos del siglo XX, esa enfermedad era frecuente en Alemania, pero en los años 60 ya casi no se registraban casos. Dado que Helge Böhnel es experto en enfermedades tropicales, y los clostridios tienen gran incidencia en las enfermedades del Trópico, su equipo de investigación fue el único que trabajó con la manifestación clínica del botulismo en los años 90. “En 1995 encontramos casi por casualidad animales que habían muerto a causa de esa enfermedad, y no sabíamos por qué”, recuerda el veterinario.
Desde entonces, Böhnel investigó y halló, en diferentes granjas, cada vez más animales enfermos de botulismo, registrando hasta el momento unas 2000 cabezas. También hay casos de este mal en trabajadores de granjas que tienen contacto con animales, y hay indicios de que el botulismo se ha expandido hasta los animales domésticos, como perros y gatos. Pero el investigador no logra aclarar por qué aumentan tan aceleradamente los casos de botulismo en Alemania.
“No tenemos idea de cuál es el motivo de esta explosión que se produjo en los últimos 15 años”, dice el investigador, que tiene algunas hipótesis al respecto.
Centrales de biogás: ¿peligro de botulismo?
Helge Böhnel sospecha que el auge de las plantas de biogás en Alemania podría haber favorecido la expansión de la bacteria Clostridium botulinum. “El biogas se produce en un ambiente anaeróbico, es decir, carente de oxígeno, y los clostridios son bacterias anaeróbicas”, explica.
Sin embargo, las condiciones de las centrales de biogás pueden ser muy diferentes. Hay centrales en las que la existencia de la bacteria del botulismo disminuye por el proceso de putrefacción, pero aún no se sabe por qué. Y hay miles de bacterias diferentes de las cuales sólo se conocen unas pocas.
También la microbióloga Monika Krüger, de Leipzig, le sigue los pasos a esta bacteria que, por lo visto, no se detiene ante nada. Ni siquiera la pasteurización del contenido de las plantas de biogás puede evitar que se disemine hacia otros lugares. Y tampoco las temperaturas de 70ºC las matan, ya que la bacteria forma entonces esporas, de las que surgen nuevos gérmenes.
Herbicidas: ¿debilitan el sistema inmunitario humano?
La microbióloga Monika Krüger encontró una nueva pista. En la orina de un granjero gravemente enfermo de botulismo se encontró una dosis extremadamente extrema de glifosato, un herbicida que se usa para eliminar hierbas y arbustos. El paciente presentaba en sangre una cantidad del principio activo del herbicida mil veces superior a la normal. Y al medir el aire de los establos se constató una concentración demasiado alta de glifosato, pero no se detectaron esporas del Clostridium botulinum.
Las marcas comerciales del glifosato son “Roundup”, “Touchdown” y “Durango”, y se usan allí donde se cultivan vegetales transgénicos resistentes a este herbicida, como la soja, el maíz o el algodón. La utilización de glifosato ha aumentado muchísimo en todo el mundo desde los años 90 debido al incremento de este tipo de cultivos, por lo cual el pienso importado está, a menudo, contaminado con esta sustancia.
Pero también en Alemania, donde está prohibido el cultivo de vegetales transgénicos resistentes al glifosato, los granjeros y hasta los jardineros emplean entre 4.000 y 8.000 toneladas del herbicida por año. “Sabemos que los animales en los que hemos detectado la existencia de Clostridium botulinum sufren de un disbiotismo en su aparato digestivo, es decir, que tienen un desequilibrio de la flora intestinal”, explica Krüger. Existe la posibilidad de que el glifosato haya destruido el equilibrio bacterial natural en el estómago y el intestino de personas y animales enfermos.
El glifosato ataca las células
La causa de la destrucción de la flora bacteriana es el efecto específico del glifosato, ya que este herbicida mata las plantas impidiendo su fotosíntesis. Para eso, inhibe a una enzima determinada, responsable de la formación de aminoácidos aromáticos. “Provoca eso en los vegetales y también en las bacterias. Y si esos aminoácidos aromáticos no se producen, la bacteria, por lo general, no sobrevive”, señala Monika Krüger. Es así como se pueden producir modificaciones en el equilibrio microbacteriano, supone la investigadora.
A causa de eso, se sospecha que la bacteria del botulismo sobrevive mejor en una flora intestinal humana o animal dañada que en una sana. Lo interesante es que el aumento del botulismo crónico en Alemania tiene un desarrollo paralelo al del aumento del uso del glifosato. Helge Böhnel advierte que lo más importante es seguir los indicios acerca de las causas de esta enfermedad.
“Dado que el botulismo crónico no está reconocido como enfermedad, las autoridades no pueden y no quieren entrar en acción porque no saben cuál es el foco de la enfermedad y porque no cuentan con estadísticas ni datos en los cuales basarse”, lamenta el experto.
Autor: Fabian Schmidt/ Cristina Papaleo
Editora: Emilia Rojas-Sasse