El resultado electoral notablemente alto para el partido Ley y Justicia (PiS), de casi 44 por ciento en comparación con el 37,6 por ciento de hace cuatro años, es en gran parte una recompensa para la generosa política de bienestar social de este gobierno. El ex primer ministro de Polonia y líder del partido, Jaroslaw Kaczynski, y su equipo, han tenido éxito en atraer principalmente a los votantes de las ciudades y pueblos más pequeños, personas que sintieron que las dolorosas transformaciones del pasado los habían dejado atrás.

Un aumento de la asignación por hijo, dos pagos extras de renta complementarios por año, una exención de impuestos para personas menores de 26 años y un aumento en el salario mínimo para todos los empleados son promesas políticas que se implementaron de manera consistente. Esta fue la cura de Kaczynski para esta elección. Y funcionó.

La victoria rotunda de los conservadores populistas sería impensable sin el apoyo de la poderosa Iglesia Católica. La alianza de "trono y altar" está determinada a continuar, y el regreso de la izquierda anticlerical es una respuesta. Pero tales alianzas pueden tener consecuencias fatales para la Iglesia a largo plazo. La experiencia de otros países de mayoría católica, como España, lo ha demostrado.

Al mismo tiempo, el éxito de Kaczynski es una sonora bofetada a la opositora Plataforma Cívica, que no logró crear un nuevo conjunto de políticos y un programa renovado tras la derrota electoral de 2015. Eso ahora ha fracasado.

Amargas consecuencias para la democracia

La renovada victoria de PiS también podría tener graves consecuencias para la democracia y el Estado de derecho en Polonia. Existe una preocupación generalizada de que Polonia se convierta en una democracia "iliberal" y un Estado semiautoritario. Los primeros cuatro años del gobierno de PiS han demostrado que el verdadero gobernante de Polonia, Kaczynski, se esfuerza por subordinar a las instituciones independientes, como los tribunales y los medios de comunicación. Su estilo político de confrontación y polarización hace que los compromisos con la oposición, quienes son parte de la cultura democrática, sean imposibles. Esta es la razón de una disputa cada vez más amarga que podría tener consecuencias peligrosas.

El fuerte mandato de los votantes significa para PiS que Polonia continuará siendo un socio difícil, tanto para la UE como para Alemania. Si el PiS sigue adelante con la reforma judicial y mediática como prometió durante la campaña, seguramente habrá disputas con la Comisión Europea. Las demandas a Alemania de reparaciones por la Segunda Guerra Mundial están también incluidas en el programa electoral. El gobierno alemán debe mostrar empatía y encontrar una respuesta que vaya más allá del habitual "el asunto está cerrado".

Una cosa está clara: tanto Alemania como la UE tendrán que resignarse a un gobierno incómodo y polémico en Polonia por otros cuatro años.

(rrr/cp)

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