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El caso de Alexei Navalny no le quita el sueño a Putin

25 de agosto de 2020

El escándalo ha sido grande en Alemania, debido a que médicos de Berlín parten de la base de un envenenamiento de Alexei Navalny. Pero no hay ni habrá reacciones duras contra Moscú, opina Jens Thurau.

Alexej Navalny fue trasladado desde el aeropuerto al Charite de Berlín en una ambulancia de la Bundeswehr.
Alexei Navalny fue trasladado desde el aeropuerto a la clínica Charité de Berlín en una ambulancia de las Fuerzas Armadas.Imagen: DW/V. Esipov

¿Qué deberíamos creer de esta historia y qué no? Quizás debamos empezar por revisar los hechos, en la medida en que puedan determinarse: Alexei Navalny, durante muchos años uno de los más famosos críticos del presidente ruso Vladimir Putin, se derrumbó durante un vuelo interno en Rusia y fue tratado en una clínica siberiana.

Los médicos allí hablaron inicialmente de una "enfermedad metabólica". Un poco más tarde, el hombre, que obviamente estaba gravemente enfermo, fue trasladado a Berlín, ya en coma, pese a que las autoridades rusas inicialmente organizaron una disputa indigna sobre su capacidad para ser transportado, aparentemente para ganar tiempo.

¿Se trataba de esperar a que el supuesto veneno desapareciera del cuerpo de Navalny antes de que continuara siendo tratado en Alemania? En cualquier caso, si ese era el plan, no funcionó. Los médicos de Berlín no tardaron mucho en determinar un " muy probable envenenamiento ".

¿Una advertencia deliberada de Rusia?

Desde entonces, se habla de otro pesado lastre para la relación germano-rusa. ¿En serio? ¿Y qué pasa si la parte rusa no tiene absolutamente nada en contra de que el supuesto envenenamiento del líder opositor se haga realmente público y cause revuelo en el gran escenario occidental?

Jens Thurau, corresponsal de DW en Berlín.

A fin de cuentas, no tienen nada que perder con una clara advertencia a todos los oponentes de Putin en todo el mundo. Y, por lo demás, el presidente ruso a todas luces puede dormir tranquilamente.

Y es que el supuesto ataque al crítico del régimen, que no es el primero de su tipo, tiene lugar en una situación en la que Europa, incluida Alemania, no puede y no quiere permitirse un enfrentamiento realmente duro con Moscú: la propia Europa está luchando consigo misma ante cada decisión central. La antiguamente sólida amistad recíproca con Estados Unidos seguirá desgarrada mientras Donald Trump sea presidente de ese país. Y los europeos llevan ya mucho tiempo observando con gran preocupación e impotencia los acontecimientos en Bielorrusia.

¿Qué pasa si Putin interviene en Minsk y se pone del lado del aún gobernante Lukashenko, contra quien cientos de miles de compatriotas protestan? Para decirlo de otra manera: ¿quién podría impedírselo con qué medios? Eso por no hablar de eternos temas pendientes como el controvertido proyecto del gasoducto Nord Stream 2, muy criticado no solo en EE. UU. sino también en Europa.

Por cínico que pueda sonar, y es cínico: a pesar de todas las reacciones airadas e indignadas de los políticos alemanes, el destino de Navalny no tiene peso para realinear a fondo las relaciones con Moscú.

Ni sombra de sanciones

Y así ha sido la reacción del Gobierno: la canciller Angela Merkel y el ministro de exteriores Heiko Maas han formulado una sorprendente declaración conjunta y exigen una aclaración. Pero un poco antes, el portavoz gubernamental se apresuró a aclarar que la canciller no había invitado oficialmente a Alemania a Alexei Navalny. De hecho, el opositor enfermo fue trasladado a Berlín a expensas de una organización no gubernamental.

Con suerte, los médicos de Berlín lograrán que Alexei Navalny sobreviva también a esta crisis, como a muchas otras antes. Pero un reajuste de las relaciones con Rusia, que incluya posibles sanciones, parece muy lejano. Tanto como el deseo de que la parte rusa participe en el esclarecimiento de este explosivo caso. Todo es cínico y vergonzoso. Pero la situación actual es esta, y no otra.

(rml/ers)

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