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El compromiso literario de Günter Grass

Cristina Peri Rossi / Especial para DW-WORLD18 de octubre de 2007

En el marco de los 80 años de vida del Nobel de literatura 1999, la escritora uruguaya Cristina Peri Rossi escribió el siguiente texto para Deutsche Welle.

La autora de "La nave de los locos" considera a Grass como "un escritor comprometido".Imagen: cristina peri rossi

Los antiguos faraones egipcios crearon la figura del escriba, el escritor, y le encomendaron dos tareas: describir el presente y vaticinar el futuro. Esta misión, casi imposible de cumplir en su totalidad (el presente abarca desde la manera de cocinar los alimentos hasta las formas de hacer el amor, la historia, la política y los ritos funerarios y el futuro es tan amplio como la eternidad) ha sido, desde entonces, el compromiso moral de los escritores y de las escritoras: una función no sólo estética, sino, también, ética.

Un compromiso sumamente arriesgado, tanto en la corte de los faraones como en otros regímenes, porque describir el presente puede revelar aquello que el poder quiere esconder, y vaticinar el futuro puede desagradarle. Verdad y poder suelen ser realidades incómodas, contradictorias, opuestas.

Al final de la Segunda Guerra Mundial, en un pequeño librito titulado “¿Qué es la literatura?”, un filósofo bizco y cojo, llamado Jean Paul Sartre decía que la palabra es compromiso, y que la función social de la literatura era la misma que los faraones le habían atribuido a los escribas: describir el presente.

¿Se puede describir el presente sin narrar el pasado? Creo que Günter Grass es el autor contemporáneo que responde más y mejor a esa misión histórica y social de la literatura. Cualquier poema, cualquier texto, por breve que sea, revela la concepción que tiene el autor de la función de la literatura: hipertrofiar el ego, evadirse de la realidad, o todo lo contrario, profundizar en ella, revelarla, descubrir su entramado.

Günter Grass se ha empeñado en una tarea literaria casi infinita, que es narrar la historia de la Alemania contemporánea, lo cual equivale a decir la historia de la humanidad en el siglo XX, porque ese país ha sido el epicentro de la historia europea en el último siglo.

Y lo ha hecho como un entomólogo: observando, narrando, describiendo. Para él, como para otros escritores, entre los cuales me incluyo, la literatura es una forma de la moral, porque enjuicia, porque está comprometida con el destino del ser humano como especie.

En su caso, vida y obra son inseparables, como en la de los grandes éticos. Se ha convertido en la conciencia de su pueblo, una conciencia que se hace preguntas, que ajusta cuentas y que siempre, en el fondo, se siente un poco culpable (Freud nos enseñó que sólo aquellas personas que tienen un gran sentido ético se sienten culpables; los psicópatas, con su inmenso egocentrismo, son incapaces de sentir culpa).

Creo que tenemos que agradecerle a Günter Grass que en una época de literatura comercial, de literatura débil, siga sosteniendo con su obra el carácter eminentemente comprometido del escritor con el tiempo en el que le tocó vivir.

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