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El conflicto en Ucrania divide a América Latina

3 de marzo de 2022

El coqueteo de Rusia en América Latina en los últimos años parece rendir frutos. Luego de una cacofonía inicial, los países socialistas se hermanan para apoyar a Putin. Pero las brechas en el subcontinente son profundas.

Nicolás Maduro y Vladimir Putin en Moscú. (2019).
Nicolás Maduro y Vladimir Putin en Moscú. (2019).Imagen: Sergei Chirikov/AFP/Getty Images

El presidente de Rusia, Vladimir Putin, había centrado su atención cada vez más en América Latina: acuerdos comerciales, entregas de armamento, apertura de corresponsalías de las agencias rusas Sputnik y RT, diplomacia con vacunas, préstamos millonarios a Cuba y ejercicios militares con Venezuela. Sus intentps de acercamiento parecían estar dando frutos.

Fotos con Putin por enojo con Washington

Pocas semanas antes de la invasión rusa a Ucrania, el presidente de Argentina, Alberto Fernández, y su homólogo de Brasil, Jair Bolsonaro, viajaron a Moscú. No para mediar en el conflicto ucraniano, sino para congraciarse con Putin: Fernández ofreció su país a Rusia como portal hacia Latinoamérica; Bolsonaro declaró su solidaridad con Rusia. Ambos hicieron oídos sordos a las advertencias desde Washington en vista del despliegue de tropas rusas en la frontera con Ucrania.

Sus visitas simularon una reorientación estratégica de un continente que anteriormente había sido considerado el "patio trasero” de Estados Unidos. Sin embargo, observando esto más de cerca, se trató más bien de un tiro de advertencia simbólico contra EE. UU. Alberto Fernández, peronista de centroizquierda, aboga por un orden mundial multipolar y se siente sometido por el Fondo Monetario Internacional (FMI), de cuyo goteo financiero depende Argentina desde hace muchos años. El populista de derecha Bolsonaro está molesto por el gélido trato que le dispensa Washington, y ha mutado rápidamente de fanático de Trump a fanático de Putin.

Alberto Fernández y Vladimir Putin en Moscú. (3.02.2022).Imagen: Sergei Karpukhin/TASS/dpa/picture alliance

Un continente fragmentado

No solo ellos, sino toda Latinoamérica fue tomada de sorpresa por la guerra. Las reacciones oficiales oscilaron en un principio entre una clara condena -por ejemplo, por parte de Colombia, Chile y Guatemala- y la total solidaridad con Putin de Nicaragua, Cuba y Venezuela, hasta demandas de un cese del fuego y de diálogo. Esa posición fue reflejada por Perú, Ecuador, Honduras y México, y Fernández se sumó enseguida a esa postura.

En vista de esta cacofonía, Juan Gabriel Tokatlian habla de una "dramática fragmentación”. "Nada fue acordado”, criticó el sociólogo y vicerrector de la Universidad Torcuato Di Tella en una entrevista en televisión. Si bien la Organización de Estados Americanos (OEA) redactó una declaración conjunta, muchos países, como Uruguay, Jamaica, Argentina y Brasil, no la habría suscrito.

El panorama más extraño lo brindó Brasil, donde Bolsonaro se declaró "neutral" y su vicepresidente, el general Hamilton Mourao, lo puso en vereda. Mourao condenó la invasión y pidió apoyo militar para Ucrania. Entretanto, el embajador de Brasil ante la ONU dijo que Rusia había "cruzado la línea roja". Finalmente, acercaron sus posiciones.

Un caza ruso Tu-160 en Vargas, Venezuela.Imagen: Marcos Salgado/Xinhua/imago images

Cinco países no apoyaron resolución de la ONU

El caos diplomático se aclaró en cierto modo el miércoles (2.03.2022), cuando la Asamblea General de la ONU votó sobre una resolución que insta a Rusia a detener su ataque a Ucrania y a abstenerse de ejercer todo tipo de amenaza similar contra cualquier país miembro de esa organización. La mayoría de los países latinoamericanos votó a favor. Bolivia, Cuba, El Salvador y Nicaragua se abstuvieron. Venezuela criticó la resolución, pero no se le permitió votar porque no había pagado sus aportes.

Además de las consideraciones legales internacionales, los gobiernos de América Latina probablemente hayan tenido en cuenta también a la opinión pública. Las imágenes de casas bombardeadas y civiles que huyen, que han ocupado las pantallas de la región durante estos días, también han provocado expresiones de solidaridad con las víctimas. Todavía no hay encuestas de opinión, pero las invasiones traen a la memoria malos recuerdos en América Latina, como la invasión estadounidense a Panamá. El embajador de México ante la ONU, Juan Ramón de la Fuente, lo resumió: "México ha sido atacado cuatro veces en su historia y sabe muy bien lo que eso significa”, dijo.

Voto en la Asamblea General de la ONU sobre la invasión rusa a Ucrania. (2.03.2022).Imagen: Eduardo Munoz/REUTERS

Controversia por sanciones

Para la mayoría de los países latinoamericanos, Rusia es un país lejano y desconocido. El influjo de Putin se limita a un grupo pequeño, aunque muy activo en las redes sociales, de intelectuales de izquierda. Pero la sociedad con Rusia es estratégicamente importante para Nicaragua, Cuba y Venezuela, a los que Moscú ayuda a esquivar las sanciones estadounidenses y europeas. Venezuela en particular depende casi completamente de las importaciones de trigo ruso.

Como consecuencia, la región está dividida en cuanto a la imposición de sanciones. Colombia, socio de la OTAN, las aprueba, y México y Brasil las rechazan. Brasil tiene un argumento sólido para hacerlo, ya que ese país, una potencia agrícola, importa el 69% de sus fertilizantes de Rusia. El presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, de izquierda, es enemigo de la política de sanciones y condenó repetidas veces el embargo de EE. UU. contra Cuba. Empero, México está bajo una enorme presión de EE. UU., su socio de libre comercio, con el que desarrolla casi el 90% de su comercio exterior.

Las sanciones también son una espada de Damocles para otro país de la región: El Salvador. James Bosworth, editor del Informe de Riesgo para América Latina, advierte: "Quien siga trabajando en el sector financiero con dinero ruso, puede estar sujeto a sanciones. El Salvador, cuyo presidente, Nayib Bukele, declaró el bitcoin como moneda oficial, quiere emitir próximamente bonos de deuda en bitcoins. "El peligro de que Rusia mueva dinero a través de esos bonos es muy real", escribe Bosworth.

(cp/ers)

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