Consejo de Seguridad renueva régimen de sanciones a Haití
19 de octubre de 2023
El Consejo de Seguridad de la ONU aprobó por unanimidad renovar por un año más el régimen de sanciones contra Haití, vigente desde octubre de 2022, en rara muestra de consenso en Naciones Unidas.
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La resolución para extender el régimen de sanciones, que incluye un embargo total de armas, la congelación de bienes y medidas de prohibición de viajes, fue presentada por Ecuador y Estados Unidos y no encontró la oposición de ninguno de los quince miembros del consejo.
Rusia y China, que en otros casos -como el de Birmania, Mali o Corea del Norte- se han mostrado opuestas a las sanciones por sus efectos sobre las poblaciones civiles, han apoyado en este caso la continuidad de las medidas punitivas, reclamadas por el propio gobierno haitiano.
"Fuerte señal" a grupos criminales desestabilizadores
Esta batería de medidas tiene como fin limitar el poder de las bandas armadas ajenas al estado que controlan grandes partes del país, incluyendo la propia capital, Puerto Príncipe, y por el momento solo incluye un nombre propio concreto, el de Jimmy Chérizier "Barbecue", líder de la Familia G9, una de las bandas más poderosas del país, aunque el comité de sanciones de la ONU estudia incluir otros nombres.
Por supuesto, el embargo de armas no se aplica a los organismos de la ONU, la policía nacional o las fuerzas armadas, precisamente en un momento en que la policía haitiana va a verse reforzada con una misión multinacional de apoyo aprobada por el Consejo de Seguridad el pasado 2 de octubre y que aún está en proceso de formación.
El embajador de Haití ante la ONU, Antonio Rodrigue, se mostró agradecido ante los miembros del Consejo y consideró que la extensión del régimen de sanciones envía una señal fuerte y clara a los grupos que desestabilizan el país, al tiempo que permite calmar la inseguridad y allanar el camino a la celebración de nuevas elecciones.
jov (efe, news.un)
Haití, entre el caos y los intentos de resurgir
Tras el devastador terremoto de Haití en enero de 2010, las donaciones fluyeron en miles de millones. Diez años después, la pobreza y la corrupción dominan los titulares del Estado caribeño. Pero hay esperanza de cambio.
12 de enero de 2010, poco antes de las 5 de la tarde: La tierra tiembla en el pequeño país que comparte la isla con República Dominicana. Intesidad de 7.0 en la escala de Richter. En algunos lugares se derrumbó el 90% de los edificios. Al menos 200.000 personas mueren y más de un millón se quedan sin hogar. Con 6.600 millones de dólares, los daños superan el producto interno bruto del país.
Imagen: AP
Catástrofe en el país de las crisis
Enero de 2011: Cruces en una fosa común cerca de la capital Puerto Príncipe. El terremoto golpeó a un país ya de por sí en crisis: en 2010, Haití era -y sigue siendo- el país más pobre del hemisferio occidental, sufriendo de sobrepoblación y corrupción. Los desastres naturales no son raros. Una epidemia de cólera que siguió al terremoto mató a miles de personas más.
Imagen: A.Shelley/Getty Images
Solidaridad global
Un momento de diversión en un campamento para víctimas del terremoto, construido en 2010 con la ayuda de la ONU, ONGs y particulares: el dinero fluyó desde todo el mundo para la reconstrucción. A nivel local, muchas organizaciones de ayuda han hecho un trabajo eficaz, construyendo casas, por ejemplo, dice a DW Bert Hoffmann, politólogo del Instituto Leibniz de Estudios Globales (GIGA).
Imagen: AP
Ayuda que destruye
Las donaciones de alimentos de Estados Unidos ayudaron a los afectados a corto plazo, explica Hoffmann. "Pero a largo plazo, el arroz gratis de EE.UU. ha llevado a los productores de arroz de Haití a una masiva bancarrota. Este tipo de ayuda no ha creado estructuras sostenibles para el país y ha aumentado la dependencia".
Imagen: AP
La crisis después de la crisis
Esperando trabajo: diez años después del terremoto, la calidad de vida de la mayoría de los haitianos ha empeorado. Más de la mitad de la población vive por debajo del umbral de pobreza de 2 dólares estadounidenses al día. Según la ONG alemana “Welthungerhilfe”, el 35% depende de las donaciones de alimentos. La ONG Médicos sin Fronteras demanda una atención médica básica adecuada.
Imagen: picture-alliance/AP Photo/R. Blackwell
Protestas mortales
El desempleo masivo, la inflación, el crimen y el nepotismo han llevado a los haitianos a las calles durante el último año y medio, como aquí en noviembre de 2019, donde los enfrentamientos entre la policía y los manifestantes cobraron muchas vidas. "El peligro de una guerra civil está creciendo en Haití", advierte Pirmin Spiegel, director general de Misereor, una organización alemana.
Imagen: imago images/Agencia EFE/J. M. Herve
El presidente Moïse no quiere irse
Jovenel Moïse (centro), ocupa el cargo desde febrero de 2017. Entre otras cosas, se le acusa de haber malversado miles de millones de un fondo de solidaridad venezolano. Pero él se niega a renunciar. Cuando el parlamento se reúna de nuevo este 13 de enero, el mandato de la mayoría de los miembros habrá expirado, y Moïse podría teóricamente gobernar por decreto.
La oposición está fragmentada, pero los activistas quieren seguir luchando por el cambio. "Necesitamos un gobierno que responda a nuestras necesidades", dice Rese Domini (foto), de 31 años, de la organización MONEGAF. La activista Velina Charlier, de 39 años, le dijo a DW en diciembre que pidió "la renuncia de Moïse, un proceso anticorrupción y un cambio radical del sistema".
Imagen: Reuters/V. Baeriswyl
"Europa calla "
Mientras tanto, las organizaciones de ayuda humanitaria hacen un llamamiento a la comunidad internacional para que actúe. La ayuda alimentaria debe dar prioridad a los productos locales "para impulsar la economía nacional", declaró Welthungerhilfe en noviembre. Alemania y la Unión Europea también deben trabajar por un cambio político en Haití, exigió el director de Misereor.
Diciembre 2019, Puerto Príncipe: Dos amigos en la playa. La crisis actual no debe ocultar el hecho de que hay "muchas estructuras familiares y locales en Haití que funcionan", dice el politólogo Hoffmann. El Estado caribeño no es "un infierno en la tierra". Es un país muy pobre, pero generalmente pacífico y con una gran cultura. (jov/eal)