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El coro de la ONU y sus solistas

11 de marzo de 2003

Difíciles se ponen las cosas para Washington en el seno de la ONU. Aunque se multiplican las voces que abogan por más tiempo para las inspecciones de armas, la Casa Blanca se empeña en ultimátum de días contra Irak.

Un símbolo de paz recuerda el ideal de las Naciones Unidas.Imagen: UN

Durante dos días, el mundo vuelve a debatir abiertamente sobre la crisis iraquí, en el marco de las Naciones Unidas. La celebración de este segundo debate público constituye de por sí un espaldarazo para el bando opuesto a la guerra contra Irak. Porque en este foro de países, que no se limita a los 15 integrantes del Consejo de Seguridad, las voces a favor de la paz de seguro se multiplicarán como ocurrió en el debate precedente. Los partidarios de una rápida intervención militar, en cambio, corren el peligro de evidenciar el carácter minoritario de su posición.

A toda costa

El presidente estadounidense, George Bush, ya debe tener claro que la moción dirigida a plantear un ultimátum de desarme a Bagdad para el 17 de marzo no tiene en estos momentos el apoyo necesario, independientemente de que Francia y Rusia han anunciado un veto que la bloquearía de plano. Pero, mientras Londres insinúa tímidamente posibilidades de introducir algunas modificaciones en aras de lograr un acuerdo, la Casa Blanca se muestra impermeable a los argumentos antibélicos. Su portavoz, Ari Fleisher, rechazó de plano la propuesta de los 6 países aún considerados "indecisos", que contemplaba un catálogo de parámetros concretos para "medir" los avances del desarme iraquí y un plazo adicional de 45 días para verificarlos. Tal lapso resulta inaceptable para Washington, que se empeña, a toda costa, en someter la propuesta británico-estadounidense-española a votación antes de que acabe la semana.

¿Todo o nada?

La estrategia política de Washington es delicada. Forzar una votación podría obedecer al propósito de obligar a los detractores de su política con respecto a Irak a poner las cartas sobre la mesa, con la esperanza de que alguno flaquee y las amenazas de veto no lleguen a concretarse. La jugada podría tener sentido, si Estados Unidos contara con cierta certeza de obtener los 9 votos necesarios para aprobar el proyecto que equivale a dar luz verde a la intervención. Pero ni Rusia ni Francia dan una impresión dubitativa, ni los "indecisos" parecen inclinarse demasiado hacia el lado que espera Bush. Más grave aún para la Casa Blanca: el presidente de Bulgaria, el otro aliado de los "halcones" en el Consejo de Seguridad, se mostró este martes partidario de fijar un plazo que permita a los inspectores concluir su trabajo. Y esas palabras no tienen el mismo cariz que la declaración oficial de respaldo a Washington entregada por el gobierno de Sofía.

La peor de las opciones

Sea como fuere, la diplomacia estadounidense no vive su época de gloria. A menos que se produzca un vuelco inesperado, se expone a una derrota política. El incidente reportado hoy desde Irak, en que dos vuelos de esclarecimiento de los inspectores de armas tuvieron que ser interrumpidos debido a reclamos iraquíes, no parece constituir por ahora un hecho lo suficientemente explosivo como para precipitar la guerra. A Washington le queda, ciertamente, la opción de actuar sin el respaldo del Consejo de Seguridad, como ya lo ha advertido en más de una ocasión. Semejante decisión ciertamente sería nefasta para dicho organismo, pero también para el propio Estados Unidos; a no ser que no le preocupe que la humanidad se rija en el futuro por los dictados del derecho internacional que encarna la ONU.

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