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El día que cambió al mundo

13 de septiembre de 2002

El 11 de septiembre del 2001 es una de esas fechas de la historia que transformaron al mundo. Con las torres gemelas del World Trade Center, se desplomó la percepción de la cultura cristiano occidental.

Un bombero busca entre las ruinas del World Trade Center.Imagen: AP

El mundo nunca volverá a ser el mismo tras los sucesos del 11 de septiembre del 2001 en Estados Unidos, esto es una realidad no sólo para las víctimas inmediatas y sus familias, para los gobiernos directa o indirectamente implicados en los ataques.

La ola de conmoción dió la vuelta al globo, sacudiendo particularmente a la comunidad de países herederos de la cultura cristiano occidental. Los ataques terroristas perpetrados por un puñado de islamistas radicales, que costó la vida a más de 3.000 personas, siguen teniendo una considerable influencia sobre los acontecimientos mundiales, un año después de ocurridos.

Estados Unidos es vulnerable

En las bolas de fuego y humo del World Trade Center y el Pentágono se derritió primero la auto-imagen de superpotencia de Estados Unidos. El golpe mortal en su propio territorio, hizo consciente al país de manera brutal, de su propia vulnerabilidad. Ninguna agresión militar en la historia había tenido tal puntería, ni el ataque sorpresivo de Japón en Pearl Harbour a finales de 1941, golpeó de esa manera el corazón de los estadounidenses.

La tragedia se convirtió en la prueba de fuego del entonces recién inquilino de la Casa Blanca. El presidente George W. Bush, hasta entonces burla incluso de sus propios compatriotas, se convirtió de facto en estadista de guerra. A una velocidad inusitada logró forjar una coalición anti-terrorista mundial, a la que se unieron rivales y antigüos enemigos como Rusia y China y numerosos estados islámicos. Aliados desiguales que hasta entonces poco tenían en común.

El enemigo anda suelto

Bajo liderazgo estadounidense comenzó en octubre –justo un mes después de los atentados- la guerra en Afganistán contra el grupo terrorista Al Qaeda, autor intelectual de los ataques, y el régimen Talibán que lo protegía. Con ayuda occidental, se intentó que Afganistán, hasta entonces dominado por un régimen autoritario y medieval, tuviera acceso a la modernidad.

Pero el enemigo de estado número uno, el líder de Al Qaeda, Osama bin Laden, a quien Washington responsabiliza directamente de los atentados del 11 de septiembre, no ha sido encontrado por los servicios secretos del mundo entero.

Peregrinos del mundo entero

La aclamada capital del mundo, Nueva York, que fue mortalmente herida, no puede hablar de un final feliz. El miedo sigue profundamente arraigado en las calles de la Big Apple, además la ciudad registra actualmente un déficit presupuestal de más de 5.000 millones de dólares. No hay recursos disponibles, simplemente no hay dinero. El llamado "Ground Zero", se ha convertido entre tanto en la meca de peregrinos del mundo entero.

La economía global en crisis

Los atentados del 11 de septiembre destruyeron el símbolo del capitalismo estadounidense y global que representaba el ostentoso World Trade Center, y ha tenido graves consecuencias para la economía mundial. Si bien la economía internacional ya padecía una incipiente crisis, los ataques la agudizaron. En el transcurso de un año, la economía norteamericana experimentó una vertiginosa caída. A finales de la era Clinton registraba un superávit millonario, escasos 12 meses después apuntaba números rojos. Los mercados bursátiles, bancos centrales y multinacionales temen que de producirse un nuevo golpe terrorista, la economía mundial caería en una profunda recesión.

La solidaridad tiene un alto precio

Desde el 11 de septiembre pasado, han surgido preocupaciones no conocidas antes y de esto no se salva la política exterior y de seguridad alemana. La ‘solidaridad ilimitada’, prometida por el canciller alemán Gerhard Schröder al fragor de las primeras horas de la crisis, está resultando costosa. Las tropas alemanas no sólo han sido desplegadas a los Balcanes, también están en Afganistán, en Kuwait y en el Cuerno de Africa.

Un posible ataque militar contra Irak pondría al gobierno de Berlín frente a un dilema. Por una parte la ‘nueva política exterior alemana’ provoca roces con Estados Unidos y otros países aliados. Por otra parte también la paz significa un alto costo. La ayuda a la reconstrucción y la búsqueda de una solución política, las fórmulas que Berlín reitera una y otra vez para alcanzar y mantener la paz, significan una inversión de miles de millones de euros.

Una normalidad frágil

¿Estarán dispuestos los contribuyentes alemanes de cargar con un peso adicional? Sin duda Alemania ha cambiado también desde el 11 de septiembre. Hay temor entre la población ante cada viaje al extranjero, miedo ante posibles ataques en el interior del país, de donde provenían algunos de los pilotos suicidas que perpetraron los atentados.

Estos días se percibe la reflexión en muchos, también es inevitable percatarse del fortalecimiento de medidas de seguridad, que resultan desagradables y costosas. Es una normalidad muy frágil la que domina la vida cotidiana de los alemanes, un año después de aquella fatídica fecha.

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