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El debate presupuestario muestra una UE dividida

23 de febrero de 2020

La disputa entre los contribuyentes ahorrativos y los receptores exigentes no va solo de dinero. Y por ahora no hay solución a la vista, opina el corresponsal comunitario de DW Bernd Riegert.

Zerschlagenes Sparschwein
Imagen: picture-alliance/U. Baumgarten

A nadie le pilló por sorpresa que los 27 jefes de Estado y Gobierno de la Unión Europea no fuesen capaces de alcanzar un acuerdo para su presupuesto marco de los próximos siete años en la cumbre extraordinaria que terminó el viernes (21.02.2020). Las divisiones son demasiado profundas y las posturas, demasiado inflexibles. Los contribuyentes netos quieren poner un billón de euros, mientras que los receptores netos quieres que ascienda a 1,3 billones.

El problema no solo es el dinero en sí mismo, sino la estructura. Los gastos previstos para los próximos siete años muestran cómo la UE concibe su futuro. La nueva Comisión Europea quiere hacer más en materia de protección climática y medioambiental con un "Pacto Verde". No obstante, a esto los políticos comunitarios han añadido una larga lista de los desafíos a los que se enfrenta el bloque: seguridad fronteriza, migración, investigación, digitalización y defensa conjunta, entre otros.

Dirección equivocada

La estructura del presupuesto pone el énfasis en las cuestiones erróneas, al menos en opinión de los estados miembro de la UE que no se benefician tanto como el resto de las "viejas" partidas de gasto en agricultura y cohesión. Pero otros socios comunitarios, como Francia, que recibe una gran parte de esta asistencia, dice que la promoción de la agricultura es algo que está eternamente en el corazón de la política europea. Otros países miembros, sin embargo, quieren tanto el gasto "viejo" como el "orientado al futuro", y piden un presupuesto más ambicioso.

Bernd Riegert, corresponsal europeo de DW

Pero ahora que Reino Unido deja de ingresar dinero en las arcas comunitarias, los contribuyentes netos tienen muchas dudas respecto a un aumento presupuestario, y con razón: cubrir los huecos que deja el "brexit" ya es bastante caro.

Ambas partes acercaron mínimamente sus posturas en la primera cumbre extraordinaria de la temporada, pero todavía les separa una ancha brecha. En cualquier caso, lo que está en peligro no es la cantidad total ni las prioridades estratégicas que se establezcan. También hay una cuestión básica, que queda a menudo eclipsada por la superficial disputa pecuniaria: la solidaridad.

El acuerdo europeo se centra en el reconocimiento de unos intereses comunes y la homogeneización de unos estándares de vida. Pero al menos dos países, Polonia y Hungría, han dado la espalda a esta solidaridad abandonando principios constitucionales y rechazando acoger a migrantes. ¿Por qué deberían recibir el mismo dinero, que se entrega en base a este espíritu solidario, que aquellos miembros del club que sí respetan las normas? El nuevo marco presupuestario debería usarse para sancionar a Polonia y Hungría, pero los jefes de Estado y de Gobierno parecen estar malgastando esta oportunidad.

Lo primero es el dinero

Es evidente que, por el bien de un acuerdo, están dispuestos a renunciar a una revisión integral de constitucionalidad antes de que se haga ningún desembolso. Ello implica que, hagas lo que hagas en la UE, el dinero seguirá fluyendo.

El primer ministro húngaro, Viktor Orbán, quien recientemente se burlaba de la UE como un lugar de conversaciones vacías, estará encantado. Como el resto de participantes de la cumbre, tiene derecho a veto. Su vergonzosa deriva hacia el nacionalismo populista le está compensando.

Viktor Orbán ha protagonizado un viraje en contra de los valores liberales en HungríaImagen: Reuters/B. Szabo

Y el Gobierno polaco también tiene razones para sonreír. Pese a todas las críticas de la UE sobre cómo los jueces polacos están siendo amordazados, el bloque sigue siendo incapaz de imponer sus principios en Varsovia. Tanto Polonia como Hungría han ignorado advertencias, procesos y pronunciamientos judiciales.

No debería haber un marco presupuestario sin una aceptación del Estado de derecho. Por esa razón, la canciller alemana, Angela Merkel, hizo bien en sabotear esta cumbre.

Harán falta una o dos cumbres adicionales para dar con un mínimo común denominador. El marco presupuestario no estará orientado al futuro ni sentará precedentes. Pero la buena noticia es que los 27 Estados miembro llegarán a un acuerdo al final -aunque con mucha fanfarronería de por medio- porque no tienen más remedio que hacerlo. De lo contrario, la UE dejaría de funcionar. Y nadie quiere que eso ocurra.

(eal/lgc)

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