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El difícil papel del canciller

18 de noviembre de 2003

El canciller alemán, Gerhard Schröder, y su actuación en el congreso de su partido ocupan a la prensa europea y alemana. Básicamente, prima el tono crítico y un tanto escéptico frente a su reelección como jefe del SPD:

El canciller Schröder y el secretario general del SPD, Olaf Scholz.Imagen: AP

El Corriere della Sera, de Roma, opina que el largo aplauso que mereciera Schröder no es suficiente: „Gerhard Schröder no escatimó esfuerzos, lisonjas y valor intelectual para conquistar las mentes y los corazones de los jefes socialdemócratas y para aglutinar tras su gobierno roji-verde a unos socialdemócratas abatidos por los resultados de las encuestas. Pero para saber si logró su cometido, no basta ni la prolongada ovación posterior ni su esperada reelección. Serán los meses venideros, los resultados de las reformas y, sobre todo, sus efectos prácticos sobre la todavía insegura recuperación económica lo que dé la respuesta”.

Un matiz similar trasluce del comentario del diario conservador Die Presse, de la ciudad de Viena: “Ni más ni menos que un milagro esperaban los socialdemócratas de su jefe al inicarse el congreso del partido en Bochum: que tomara el timón, que sacara a su partido del bajón anímico con su discurso. No deja de ser un acto temerario, que hubiese representado un desafío incluso para jefes socialdemócratas más carimásticos como Willy Brandt o Oskar Lafontaine. Su exhortación a la unidad y a un mayor aplomo cosechó aclamaciones, pero queda por ver si su llamado al “valor para el cambio” no cayó en saco roto. Se reserva el derecho a la duda”.

El rotativo liberal Der Standard, de la capital austríaca, es más concreto en su análisis del quehacer del canciller alemán; “Schröder ha calificado de falla el que las reformas sociales no hayan sido explicadas suficientemente. Sin embargo, él es el responsable de ello. El gobierno roji-verde no ha dejado claro lo que pretende, qué efectos tiene y, sobre todo, por qué sucede. La aclaración de que un gobierno de coalición conservadora habría hecho recortes mayores no ha tenido el suficiente volumen. Haciendo presión y amenazando con dimitir, el canciller se asegura –todavía- el apoyo del SPD. “

El diario Der Tagesspiegel, de la ciudad de Berlín, comenta salomónicamente: “Imaginémonos que el opositor Edmund Stoiber es canciller. ¡Qué bien le iría a Gerhard Schröder! Sería jefe de un partido que ganaría en las encuestas. Los sindicatos estarían en la calle y el SPD podría abogar, de todo corazón, por la justicia social. Schröder, el jefe de la oposición, gozaría de gran popularidad y sería alabado por la misma política que le critican siendo canciller. Porque este canciller quiere modernizar Alemania, contra todo obstáculo, porque su cargo no permite otra cosa. De eso se trató para Schröder en Bochum. El canciller, con su partido en un nivel bajísimo de popularidad, tiene que lograr primero que sus propias huestes se convenzan de que su política es correcta. Sólo así cerrarán filas tras él. Y sólo entonces, cuando el SPD esté convencido, podrá convencer al resto”.

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