Con la anunciada reforma judicial, se socava el Estado de Derecho en Polonia. ¿Por qué se desliza el país de "Solidaridad", casi sin resistencia, hacia una nueva dictadura? Jan Pallokat informa desde Varsovia.
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Por unos segundos, Donald Trump pareció irritado. Durante el alabado discurso que pronunció en Varsovia, el presidente estadounidense elogió a Lech Walesa y cosechó abucheos de los presentes, todos ellos miembros del partido gobernante, Ley y Justicia (PiS). El expresidente Walesa es uno de los pocos polacos realmente conocidos en el resto del mundo, la encarnación de ese espíritu de resistencia que Trump alabó. Al parecer, nadie le explicó al visitante cómo ese hombre pudo convertirse en blanco de repudio para la derecha polaca. El presidente estadounidense vaciló un instante y luego prosiguió con las losas al espíritu de resistencia polaco.
Pero, ¿dónde ha quedado éste? Se lo preguntan entretanto también aquellos que conocen Polonia un poco mejor. ¿Por qué se somete el país de "Solidaridad", que hace un cuarto de siglo contribuyó decisivamente al colapso del Bloque del Este, a una nueva hegemonía de un único partido, sin ofrecer apenas resistencia? Es cierto que hay manifestaciones a diario, y no solo en Varsovia, sino también en ciudades más pequeñas. Pero, ¿por qué no comenzaron antes?
Quien interroga a aquellos que no protestan, recibe un abanico de respuestas, que sin embargo en el fondo se asemejan. Una doctora de Katowice, por ejemplo, afirma que protestar "no sirve de nada". Además, dice tener "miedo de aterrizar en alguna lista y sufrir luego problemas en el trabajo". Aumenta en general el número de los que temen represalias o consecuencias legales.
Los orígenes de la rabia
Pero, sobre todo, mucha gente ha dado en Polonia la espalda a la política, a la prensa y al debate público. Marek, un trabajador ocasional que se acerca a los 40 años, dice haber perdido la confianza en "los medios", porque todos defienden solo sus propios intereses. "Todo esto es un gran show", afirma.
El hastío con la política ha calado hondo en la sociedad polaca. Así lo percibe también Marcelina Zawisza, líder del partido izquierdista "Razem" ("Juntos"), surgido en 2015. "Desde hace 25 años esperamos que los problemas se resuelvan", dice la dirigente de este partido, que critica la política de bloques cerrados y apoya proyectos que considera apropiados, sin importar de qué partido provengan. Hasta ahora, Razem no alcanza a obtener un 5% de adhesión en las encuestas. "Cuesta trabajo generar confianza", reconoce Marcelina Zawisza.
Tampoco lo ha conseguido el aparato judicial. Magdalena, una traductora, no cree que el problema sea que la Justicia esté aún en manos de redes postcomunistas, como sostiene el PiS. "El problema son las malas experiencias con la Justicia" a nivel cotidiano, con "procesos que se alargan infinitamente y gestos de arrogancia". También a ella le ha tocado vivirlo. "La gente esta realmente enojada", asegura.
El populismo del PiS
El 10 o quizás 20 por ciento de ciudadanos, que se sienten furiosos y condenan indiferenciadamente a los magistrados, aprueba la reforma. Según el politólogo Jacek Kucharczyk, el PiS tiene seguidores extremadamente fieles, a diferencia de diversos grupos de oposición, cada uno de los cuales libra su propia batalla de credibilidad. "En las últimas elecciones, un 18,6 por ciento votó por el PiS. Pero eso bastó, porque la mayoría de los electores moderados estaba desmovilizada", explica.
Los partidos populistas como el PiS aglutinan el descontento y lo azuzan. Y el jefe del partido, Jaroslaw Kaczynski, ha descubierto otro frente donde ganar adeptos: el de la gente sencilla. Beata Szydlo, la jefa de gobierno, volvió a argumentar a comienzos de la semana que la Justicia debe subordinarse "al pueblo", porque "los polacos esperan de nosotros que el Estado apoye a los débiles y no se ponga de parte de los ricos".
Autor: Jan Pallokat (ERS/VT)
Lech Walesa, ícono de "Solidaridad"
Consiguió doblegar al comunimo en Polonia. Hoy puede mirar hacia atrás consciente de que su liderazgo sindical ayudó a cambiar el mundo.
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Rebelde, premio Nobel y expresidente
El antiguo líder del sindicato Solidaridad y posteriormente presidente de Polonia consiguió doblegar al comunismo polaco. Lech Walesa ha recibido incontables reconocimientos por sus logros políticos. El 29 de septiembre (de 2013) cumplió 70 años.
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Instigador
Cuando en el verano de 1980 se disparó el precio de la carne, se desató una oleada de huelgas por toda Polonia. Walesa, que había trabajado como electricista en un astillero de Gdansk desde 1967 y que había pasado un tiempo en la cárcel por su activismo a favor del sindicalismo libre, estaba fichado por las autoridades. Aún así, el 14 de agosto se convirtió en líder del movimiento Solidaridad.
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Solidaridad
Tras ocupar los astilleros de Gdansk, trabajadores de toda Polonia probaron suerte con esta táctica. Walesa era el único que negociaba con el Gobierno en nombre del recientemente fundado sindicato Solidaridad. Esta movimiento de trabajadores, sin parangón hasta entonces, pronto se convirtió en una organización independiente con más de 10 millones de miembros.
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Con la bendición de la Iglesia
Tras décadas de gobierno comunista, la mayoría de los polacos seguía manteniendo su fe en la Iglesia católica, resistiéndose a adoptar el ateísmo promovido por el Estado. La influyente Iglesia polaca apoyó desde el principio las movilizaciones obreras. El obispo Henryk Jankowski se codeaba con Walesa, que había sido educado en la fe católica.
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Una larga lucha
El 31 de agosto de 1980 concluyeron las huelgas masivas con un acuerdo entre el comité sindical y la delegación de Gobierno. Se pactó el derecho legal a la huelga, la fundación de un sindicato independiente, mejoras en el sistema social y la liberación de prisioneros políticos. En noviembre, un tribunal de Varsovia legalizó el movimiento Solidaridad.
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De líder a prisionero
Hasta diciembre de 1981, Walesa dirigió el Comité de Coordinación Nacional de Solidaridad. Cuando, ese mismo mes, el líder del partido comunista y primer ministro Wojciech Jaruzelski decretó la ley marcial, Walesa fue encarcelado durante casi un año en una prisión cercana a la Unión Soviética.
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1983: Premio Nobel de la Paz
En 1982, la revista Time declaró a Walesa como el "hombre del año". Tras esta distinción, llegaron otros reconocimientos. Cuando se anunció a Walesa como destinatario del Nobel de la Paz en 1983, el líder sindicalista pensó que el Gobierno comunista no le dejaría entrar de nuevo en el país si asistía a la ceremonia de entrega. Su esposa y su hijo de 13 años recogieron el Premio en Oslo.
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Dona el dinero del Premio Nobel
Cientos de creyentes fueron testigos de cómo Walesa dedicó el Premio Nobel a la Virgen Negra, en la ciudad de Częstochowa, al sur del país, uno de los lugares más importantes de peregrinación de la Iglesia católica. Walesa donó el dinero del galardón sueco a una fundación de ayuda a los necesitados.
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Pulso al Gobierno
En 1983, Walesa pidió permiso para volver a los astilleros de Gdansk, pero debió permanecer bajo arresto domiciliario hasta 1987. El movimiento Solidaridad continuó convocando huelgas en minas, astilleros y sector transportes entre 1981 y 1988.
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El Papa
Walesa conoció al papa Juan Pablo por primera vez en julio de 1983, durante una visita del prelado a su país. Ocho años después, Walesa besó la mano del pontífice convertido en el primer presidente de la Polonia postcomunista. Lo hizo mientras sostenía en la mano la primera edición de la Constitución polaca, de 200 años de edad.
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Retirarse con dignidad
A finales de 1995, Walesa había perdido el apoyo del pueblo polaco y no fue reelegido presidente. Pero todavía disfrutaba del aprecio del resto del mundo, incluyendo al Dalai Lama, que se arrodilló ante el hombre que logró grandes cambios en Polonia.
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Amistad germano-polaca
En Alemania se considera que Walesa allanó el camino de la reunificación. En el vigésimo aniversario de la caída del Muro de Berlín, Walesa acudió como símbolo de la reconciliación entre Polonia y Alemania.
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Un icono decadente
Hoy día se mira a Lech Walesa con actitud crítica, entre otras razones, por sus declaraciones discriminatorias contra los homosexuales. Una película del famoso director Andrzej Wajda, proyectada este año en el Festival de Venecia, presenta al exlíder no exento de defectos.
Imagen: Labiennale
Multitud de reconocimientos
El camino de Lech Walesa desde electricista a premio Nobel y presidente de Polonia ha sido largo. Actualmente cuenta con doctorados honoríficos y distinciones. Puede echar la vista atrás y recordar cuando, hace más de tres décadas, lideró a quienes buscaban un cambio político en Polonia.