El fenómeno Erdogan
31 de marzo de 2014Las elecciones municipales en Turquía, el pasado 30 de marzo, otorgaron una clara victoria al partido islamista-conservador AKP, del primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan. Es por eso que sus críticos y opositores, tanto dentro del país como en el extranjero, tratan de recuperarse de la conmoción de este resultado de contundencia inesperada.
Los partidos opositores fracasaron debido a la falta de argumentos convincentes, así como de programas y estrategias definidos. El intento de formar un frente de unidad en varias regiones como contrapeso del AKP no logró progresar. ¿Por qué? ¿Acaso no se dieron a conocer innumerables acusaciones de corrupción contra Erdogan y su círculo íntimo, así como contra su gabinete? Eso hizo pensar, en un principio, que el electorado lo iba a castigar negándole su apoyo. ¿Cómo es posible que en ciudades como Estambul o Ankara, densamente pobladas, haya ganado una vez más el AKP, a pesar de que la influencia de los candidatos de la oposición era considerada muy fuerte? Estas y otras preguntas surgen tras el desastre protagonizado por el frente anti-AKP, luego de que Erdogan obtuviera un resultado del 45 por ciento en estas elecciones municipales a nivel nacional, aún mejor que el de hace cinco años, que fue del 39 por ciento de los votos.
El hecho de que el AKP no haya logrado el 50 por ciento de los votos en las parlamentarias, tres años atrás, es una mancha difícil de borrar para ese partido. El Partido Popular Republicano solo existe formalmente. Bajo el liderazgo de Kemal Kilicdaroglu, que no llega a hacer sombra a Erdogan, ese partido está amenazado de extinción.
La venganza de los desposeídos
El resultado de las elecciones es un claro castigo a los partidos turcos establecidos, así como a los sectores más pudientes de la sociedad, por su arrogancia de cara a las masas explotadas y más pobres de Turquía. Trabajan sirviendo a los más ricos, y la mayoría de ellos vive en edificios paupérrimos en las grandes ciudades. Tanto ellos como la población del campo, discriminada por tradición, se han vengado de quienes los oprimen. Erdogan ha sabido brindar a estas personas una nueva fuente de identificación, es decir, la religión, en lugar de los, según ellos, efímeros valores occidentales.
Las capas más privadas de educación –que componen una clara mayoría de la población turca, de 77 millones en total- ven en Erdogan a su intercesor, y por eso lo aceptan, a pesar de las acusaciones de corrupción y enriquecimiento ilícito en su contra.
El Partido Popular Republicano, nacionalista de izquierda, que solo pudo aumentar su porcentaje de votos en un dos por ciento, a casi un 26 por ciento, se benefició tanto de la cooperación con la derecha nacionalista como con los kurdos. Esta extraña constelación más bien dañó la credibilidad del partido.
El predicador musulmán Fethullah Gulen es otro de los grandes perdedores de estas elecciones municipales frente a Erdogan. El movimiento de este líder religioso, creado en 1999 en EE. UU. fue derrotado, al igual que la oposición.
Europa debe ser paciente
El “discurso del balcón” de Erdogan, en la noche del domingo, estaba muy lejos del comportamiento usual de los candidatos victoriosos europeos que, por lo general, hablan de reconciliación y tratan de ganarse las simpatías del pueblo. En lugar de eso, hizo una afirmación altamente inadecuada en cuanto a política exterior, diciendo que Siria está “en guerra” con Turquía. Es una frase muy peligrosa para el primer ministro de un país miembro de la OTAN cuyos aliados no quieren inmiscuirse en la guerra civil siria.
¿Qué le queda por hacer ahora a Europa? Erdogan se presentará a las negociaciones por el ingreso de Turquía a la Unión Europea con más arrogancia que nunca, y no tendrá ningún prurito en cuestionar las ambiciones europeas de sus conciudadanos turcos. Pero eso no debe provocar de ningún modo que los Gobiernos de la Unión Europea aíslen a Turquía o interrumpan las negociaciones. Europa necesita a Turquía como socio económico y militar confiable en una región altamente conflictiva.