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El frente interno berlinés

11 de septiembre de 2002

El aniversario del 11 de septiembre se vio marcado no sólo por el homenaje a las víctimas. También el tema de Irak resultó inevitable en esta jornada en Alemania, donde se libra una enconada pugna política al respecto.

Una manifestación pacifista en Berlín, en octubre del 2001.Imagen: AP

En la recta final de la campaña electoral germana, la oposición no se ha quedado de brazos cruzados viendo como el canciller Gerhard Schröder cosecha votos con su negativa categórica a participar en una intervención militar en Irak. El jefe de la bancada parlamentaria democristiana, Friedrich Merz, utilizó municiones de grueso calibre contra el gobernante germano en una entrevista en que lo calificó nada menos que de "coartada" de Saddam Hussein. Una afirmación provocativa, de claro tinte electoralista, en la que habría que distinguir la forma del fondo: y este último apunta básicamente a reprochar el enfriamiento en los vínculos con Estados Unidos.

Harina de otro costal

Según Merz, la solidaridad irrestricta manifestada tras los atentados del 11 de septiembre ha derivado en una actitud que lleva a Alemania al aislamiento. En este mismo sentido, el experto de la unión consevadora en materia de política exterior, Wolfgang Schäuble, aseguró que, en caso de que su partido triunfe en los comicios, restaurará rápidamente las buenas relaciones con Washington; relaciones que a juicio del gobierno no se han deteriorado en absoluto. Es más: las autoridades alemanas, presionadas por los reproches opositores y algunas críticas inusualmente duras del embajador estadounidense, aprovechan cada oportunidad para subrayar que la solidaridad permanece intacta, en lo que a la guerra contra el terrorismo respecta.

El caso de Irak, sin embargo, es harina de otro costal para el gobierno de Schröder. Porque, a todas luces, aún no existen pruebas de que Bagdad esté cooperando efectivamente con Al Qaeda, ni de que esté fraguando en la actualidad un golpe contra otro país. En lo que sí coincide Berlín es en la necesidad de evitar que Irak disponga de armas de exterminio masivo. Sólo que para ello existen a su juicio otros medios de presión que aplicar, sin llegar a un ataque que pudiera poner en peligro la estabilidad de toda la región.

Dosificar la presión

Pero la atmósfera actual no ayuda a matizar y cualquier chispa enciende una hoguera política. Eso se refleja también en el revuelo que produjeron unas declaraciones del presidente de la Comisión Militar de la OTAN, Harald Kujat, en el sentido de que "quien quiera tener éxito, no debe descartar, como última posibilidad, el uso de la fuerza militar". La frase fue interpretada como una crítica a la actitud del gobierno y el proprio ministro de Defensa mostró su molestia. Sin embago, el general Kujat negó categóricamente tal intención, aclarando que, a su juicio, es necesario mantener opciones abiertas para incrementar la presión. Eso implica no excluir una opción militar y, al mismo tiempo, no lanzar toda la caballería en una primera fase.

Por lo demás, desde el punto de vista militar, se duda de que el ejército alemán pudiera efectuar un aporte relevante en el caso de un ataque contra Irak. Por una parte, con su participación en las misiones de Afganistán y los Balcanes, Alemania casi ha llegado al límite de sus posibilidades. Y, por otra, Estados Unidos de seguro no necesita de los soldados germanos para lograr su fines.

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