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“El futuro de todos en juego”

Peter Philipp/mb5 de noviembre de 2008

Sólo los ciudadanos estadounidenses están llamados a las urnas. Pero en Europa, esta jornada electoral se siente como propia.

Mientras los ciudadanos estadounidenses acuden a las urnas a depositar su voto para elegir al nuevo presidente, es poco probable que Europa o Alemania sean parte de sus reflexiones. En caso de que consideren alguna región fuera de su propio país, será alguna en la que estén dolorosamente envueltos. Ésa será Irak, en primer lugar; Afganistán, talvez; Irán, también. Con seguridad, Israel y Palestina. Por el contrario, el mundo entero y sobre todo Europa tienen tanto interés en las elecciones presidenciales estadounidenses, que uno podría pensar que de su resultado depende su propio futuro.

La impresión no es equivocada. Pues no sólo por la globalización y no sólo desde la crisis financiera sabemos que hoy en día todo es interdependiente y que pronto empezamos a estornudar cuando allende el Atlántico hay epidemia de gripe. Por eso es conveniente, en nuestro propio interés, que en Estados Unidos se tomen las medidas de seguridad adecuadas. En el sector financiero, en la política económica, en las cuestiones ambientales y, por supuesto, en la política internacional y en lo militar. El actual mandatario en la Casa Blanca ha dejado que desear en todos estos campos. Y el mundo al final de su período presidencial, se encuentra en peor estado.

Sobre todo la imagen de Estados Unidos se ha deteriorado. En todo el mundo, no sólo en Europa. Cabe anotar que es injusto que la crítica a George W. Bush se haya hecho extensiva a todos los “americanos”. O sea, incluye a aquéllos que nos caían bien, que eran nuestro ejemplo. Esto les pasa también a muchos árabes e iraníes, que entretanto ven a los Estados Unidos de George Bush como un enemigo; sin embargo, siguen soñando con el “american way of life”. Mientras éstos ya no quieren ser humillados y atropellados por Washington, los europeos quieren volver a ver en Estados Unidos a un socio con quien tratar y solucionar problemas. O por lo menos un socio con quien intentar solucionarlos.

Una tarea cada vez más difícil

Bajo George W. Bush esto se volvió cada vez menos posible. Washington tomó decisiones unilateralmente sin contar con los socios, sin tener en cuenta a Naciones Unidas o los usos internacionales. Tratar con Estados Unidos, entonces, no se hizo fácil.

De esto proviene, seguramente, buena parte de ese anhelo de renovación en Estados Unidos. Y el interés por saber si de la jornada electoral resultará el ansiado cambio. Numerosas encuestas hablan de que el protagonista del cambio se llama Barack Obama, de que es el preferido de la opinión pública europea y de que el mundo islámico –tan apremiado por Bush- apuesta por él. Se anhela un nuevo comienzo, uno que permita tratarse de igual a igual, con respeto mutuo, quizá algún día incluso amistosamente. Que no haya que sellar todas las tapas de alcantarillas y vaciar kilómetros de calles cuando llegue de visita el presidente de Estados Unidos, sino que pueda darse un baño en la multitud. Como lo hizo Obama en Berlín.

La esperanza del nuevo día

Peter Philipp, comentarista en jefe de Deutsche Welle

Quizá algunas de estas expectativas sean ingenuas. Probablemente Obama no podrá cumplir con todas ellas. Sin embargo, ellas son la expresión del hastío que provoca en este momento la situación con Estados Unidos. Son la expresión del profundo anhelo de que después de esta jornada electoral venga un nuevo y mejor día. En estas elecciones se trata “sólo” del presidente de Estados Unidos; Europa y otras regiones del mundo, sin embargo, sienten muy claramente que en ellas se juega también su propio futuro.

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