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"El gran proyecto chino no está terminado"

Hans Spross
1 de octubre de 2019

A 70 años de la fundación de la República Popular, el resurgimiento chino sigue inconcluso. El sinólogo alemán Felix Wemheuer explica cómo ha cambiado el gigante asiático de la mano de Xi Jinping.

China: Xi Jinping y Mao Zedong.
China: Xi Jinping y Mao Zedong.Imagen: Getty Images/AFP/G. Baker

Hace 70 años, cuando se fundó la República Popular China, Mao Zedong dijo que el "pueblo chino se ha puesto de pie". Hoy, con el país convertido en una superpotencia, Xi Jinping sigue hablando del "sueño chino", de la "resurrección" y de la "renovación". ¿Por qué?

Felix Wemheuer: Porque el gran proyecto chino no está terminado. Todos los líderes del partido, desde Mao hasta Xi, han tenido como objetivo establecer a China como una potencia global. Ya en la era de Mao la meta era alcanzar y superar a Estados Unidos. Y la verdad es que sigue estando muy lejos de ello, especialmente a nivel militar. Y pese a todos los saltos tecnológicos que ha dado China, también en ese campo sigue siendo muy dependiente y vulnerable. Sin olvidar que, desde la perspectiva de Beijing, el proceso de reunificación no está completo, porque Taiwán sigue siendo independiente de facto.

¿En qué ha cambiado la gran historia del resurgimiento chino bajo el mando de Xi Jingping, y en qué ha seguido igual?

El eslogan del resurgimiento chino y la promesa de que esto es pacífico y beneficioso para todos también fue utilizado por los predecesores de Xi, Hu Jintao y Jiang Zemin. En el caso de Xi, esto viene con un punto más agresivo. Antes Beijing decía "sabemos que no estamos de acuerdo con otros gobiernos y los dejamos en paz". Con Xi se ha intentado cambiar el status quo, y ahí tenemos las bases militares en el extranjero, la construcción de portaaviones, etcétera. En los años ochenta, en las fases iniciales de la reforma, esto era distinto. Entonces se redujo el gasto militar para potenciar el desarrollo de la sociedad civil.

Dr. Felix Wemheuer.Imagen: privat

Otra constante entre todos los líderes del partido es la profunda convicción de que China fue una gran civilización y potencia mundial, y que luego vinieron esos 100 años de humillación y oprobio tras la Guerra del Opio de 1840. Por eso se habla del renacer chino. Desde la perspectiva del partido, China debe ocupar el lugar del mundo que, de cualquier forma, le pertenece.

Una constante adicional es la noción de que si fracasa la construcción de una economía moderna, China puede volver a ser víctima de sus enemigos. ¿En qué se basa esta idea?

Un ejemplo es la Guerra Fría, en la que Occidente logró con bastante éxito bloquear el acceso de la Unión Soviética a los avances tecnológicos. Los soviéticos intentaron desarrollar sus propios computadores, pero nunca llegaron al nivel de Occidente. En esos años, China era un aliado de facto de Estados Unidos contra la Unión Soviética, y por ello Occidente les permitió acceder a la tecnología.

Hoy la situación es completamente distinta. La guerra comercial muestra que Estados Unidos busca cortar el acceso chino a tecnología para evitar que el país siga progresando. Antes se usaba un tono más benévolo que buscaba el libre comercio en interés de EE. UU., pero ahora tanto demócratas como republicanos tienen sectores que defienden la guerra económica con China. Eso demuestra que el nacionalismo se ha visto fortalecido no solo allá, sino también en los países occidentales.

Xi Jingping anunció anunció acuerdos por más de 64.000 millones de dólares para la Nueva Ruta de la Seda. Imagen: Reuters/N. Asfour

El Partido Comunista chino está firme y en pocos años superará el período que estuvo en el poder el comunismo soviético. ¿Por qué, entonces, hay incertidumbre?

El dominio del Partido Comunista es muy firme en el centro del país, pero tiene un talón de Aquiles en la periferia. El temor de que el nacionalismo uigur o el tibetano, junto a fuerzas externas, puedan desestabilizar el país, está siempre presente. Ahí está el ejemplo actual de Hong Kong. Allí el gobierno vende con éxito, al menos entre una parte de la población, la versión de que los enemigos de China usan el estatus especial del que goza Hong Kong para desestabilizar el imperio. Ese temor está en el ADN de los líderes chinos.

¿De verdad las protestas en Hong Kong están poniendo en apuros a Beijing?

Hong Kong se ha convertido en un problema difícil para Beijing porque sigue existiendo ese estatus especial de "un país, dos sistemas". Por supuesto que los gobernantes de Hong Kong podrían declarar el estado de emergencia y el Ejército chino intervenir militarmente. El problema es qué viene después de eso. En Hong Kong las estructuras burocráticas son totalmente distintas a las chinas y no sería tan fácil restaurar "la paz y el orden" con los medios brutales que se usan en el continente. Beijing espera que las protestas pierdan fuerza, porque lo último que desean sus autoridades es intervenir directamente.

Lo que Beijing quiere evitar a toda costa es que salte la chispa o que haya solidaridad, porque la frustración de los jóvenes hongkoneses se basa en razones similares a las que podrían tener los muchachos en Shanghái o Beijing, esto es que el mercado inmobiliario está fuera de control, la sensación de que no se puede pagar una casa pese a contar con un título universitario y que no se encuentran buenos empleos que permitan cubrir el costo de la vida.

¿En qué medida las protestas en Hong Kong empañan las celebraciones por el 70 aniversario de la fundación de la República Popular de China?

El gran tema del aniversario no tiene que ver con Hong Kong, sino con el alza de los precios de la carne de cerdo. Las reservas estatales han sido puestas en el mercado para evitar que el precio suba mucho en estas fiestas. Ese es el asunto más debatido en las redes sociales. Y volvemos al sueño chino: éste no se concretará si su ración diaria de carne de cerdo no está garantizada.

Felix Wemheuer es profesor de Estudios sobre China de la Universidad de Colonia.

(dz/cp)

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