El hombre sin rostro
19 de enero de 2003Durante décadas se le conoció como "el hombre sin rostro". Sus contrapartes occidentales intentaron por largo tiempo infructuosamente conseguir alguna foto "útil" del jefe de los servicios de espionaje germano orientales. Mientras tanto, Markus Wolf hacía de las suyas, de incógnito, para desesperación sobre todo de los alemanes occidentales. Hoy, al cumplir 80 años, es una figura pública que sigue teniendo detractores y admiradores.
Nace una leyenda
Entre sus mayores "éxitos" se cuenta el haber logrado infiltrar a uno de sus informantes en las más altas esferas del poder en Bonn. Uno de sus primeros agentes, Günter Guillaume, llegó a convertirse en ayudante de la Cancillería. El escándalo que se desató cuando fue descubierto, en 1974, derribó al canciller Willy Brandt. Fue uno de los capítulos brillantes de la carrera de este maestro del espionaje, que se ganó así un sitial entre las leyendas de su gremio.
En el Museo Internacional del Espionaje, que se inauguró el año pasado en Washington -a poca distancia de la sede del FBI-, Markus Wolf ocupa un lugar destacado, junto a James Bond o Emma Peel. Poco importa que se trate de colegas del mundo de la ficción, porque el espionaje sigue alimentando las fantasías de la gente. Claro está que, a diferencia de lo que ocurre en las películas, la vida de los espías no está rodeada de glamour. Sus glorias, aparte de discutibles, suelen ser efímeras. Y así fue como, tras la caída del Muro de Berlín y la reunificación de Alemania, Wolf terminó en el banquillo de los acusados.
Agitado currículum
La vida del espía estrella tiene muchos elementos de esos que sirven para escribir novelas. Hijo de un médico y escritor judío, a los 10 años tuvo que partir de Alemania con su familia, ante la amenaza nazi. Tras un breve paso por Francia, creció y se educó en el exilio soviético. Después del término de la II Guerra Mundial regresó a la RDA. A partir de entonces, su ascenso fue meteórico. Con tan sólo 35 años de edad, llegó a convertirse en el jefe de los servicios de inteligencia encargados del exterior.
Pero la historia terminó dando vuelta esa página. Poco antes de la caída del régimen germano oriental, Markus Wolf ya había comenzado a distanciarse discretamente. El hombre que por décadas no había tenido "rostro" dio incluso la cara en una manifestación opositora en Berlín, en noviembre de 1998, donde tuvo que aguantar las rechiflas de la multitud.
A la luz pública
Después de la reunificación alemana, Markus Wolf tuvo que vérselas con la justicia. En 1993 fue condenado por traición a la patria a seis años de cárcel, en una sentencia posteriormente revocada. Luego siguió otro proceso, que acabó con una sentencia de prisión remitida. En ambos casos, el ex-espía denunció ser víctima de la "justicia de los vencedores". Según él, había sido partidario de reformas en la RDA y nunca traicionó sus principios.
Sea como fuere, el vuelco político marcó también un profundo cambio en su existencia. Atrás quedó definitivamente la vida en las sombras y Wolf pasó a ser un asiduo invitado a programas de televisión. Con miles de historias que contar, ha publicado libros con su versión de esta convulsionada etapa de la historia alemana y mundial, conocida como la guerra fría, que le tocó protagonizar a su manera. Pero, como ocurre con todo espía que se precie de tal, nadie sabe cuántos secretos puede guardar aún la memoria de esta leyenda del espionaje.