Niñas fueron agredidas sexualmente durante años en un campamento venido a menos de Renania del Norte-Westfalia. Algunas autoridades fueron testigos indiferentes, otras reaccionaron muy tarde y dejaron perder evidencias.
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El abogado Roman von Alvensleben ha contribuido a esclarecer casos muy escabrosos y, aun así, los crímenes presuntamente cometidos en la pequeña ciudad de Lügde, Renania del Norte-Westfalia, le resultan tan perturbadores que no puede leer las actas alusivas sin sentir náuseas. Este veterano del derecho representa a la niña de diez años cuyas declaraciones pusieron en marcha la investigación de los delitos atribuidos a Andreas V. y a dos de sus supuestos cómplices: se teme que más de cuarenta infantes entre los tres y los catorce años de edad hayan sido objeto de abusos sexuales en un campamento de turismo venido a menos.
A Andreas V., quien vivía prácticamente en ese campamento, se le imputan 298 agresiones contra niñas. También su vecino Mario S. es acusado de haber abusado sexualmente de menores. Heiko V. es el tercer implicado; él será juzgado bajo el cargo de contemplar las agresiones por videocámara y de alentarlas remotamente. La evaluación de catorce terabytes de material comprometedor –más de tres millones de fotos y 86.000 videos– no ha terminado. Von Alvensleben admite que, cuando la madre de su representada apareció en su despacho, "me costó creer que lo que me contaba fuera cierto; todo me parecía inconcebible”.
Prisión preventiva
La Fiscalía ha pedido prisión preventiva para Andreas V., señalado de erigir en el campamento un sistema para atraer a sus potenciales víctimas: el hombre de 56 años se hacía llamar "Addy”, a secas, para ganar la confianza de las pequeñas, las embelesaba mostrándoles su trampolín y su pony o las invitaba a excursiones por las zonas verdes adyacentes para luego abusar de ellas, muchas veces con violencia, y disuadirlas de contar a terceros lo que había ocurrido. Se alega que hasta el niño que la oficina de protección al menor de Hameln-Pyrmont puso bajo su custodia para que ayudara a criarlo fue usado como señuelo por Andreas V. para atraer a sus víctimas.
"Cuando una pareja joven con recursos hace diligencias para adoptar a un niño tiene que presentar todo tipo de constancias y aun después de eso enfrenta muchos obstáculos. Y aquí tenemos a un hombre que ha estado desempleado durante veinte años, que vive en un campamento miserable y al que se le da un niño para que lo críe cuando ya hay indicios de que es pedófilo…”, comenta Von Alvensleben con un dejo de indignación. También funcionarios de la oficina local de protección al menor y de la Policía del distrito de Lippe están siendo investigados en el marco de este caso por no cumplir cabalmente con sus responsabilidades.
El Estado está fallando a todo nivel
Los encargados de velar por el bienestar de los infantes puestos bajo la custodia de adultos que no son sus familiares consanguíneos visitaban a Andreas V. cada semana. A veces lo encontraban ataviado apenas con una bata de baño y calzoncillos, con una niña jugando al fondo de su desaseada caravana, y se iban de nuevo sin hacer mayores indagaciones. Tras observar una situación irregular, una funcionaria llegó al punto de tomar apuntes, pero se abstuvo de intervenir. De hecho, en lugar de notificar a sus superiores, la funcionaria en cuestión borró los apuntes que había hechos. Actas fueron manipuladas para evitar acusaciones de negligencia.
Por si fuera poco, un cofre con 155 discos compactos y DVD que contenían evidencias de los delitos cometidos desapareció sin rastro de una comisaría. Su ausencia fue notificada semanas más tarde. Aludiendo a esta falla policial, el ministro del Interior de Renania del Norte-Westfalia, Herbert Reul, habló de una verdadera "debacle”. Von Alvensleben va más a allá al dudar que las omisiones mencionadas sean simples muestras de imprudencia. "¿Cómo es posible que, en el marco de las pesquisas, se pasara por alto un cobertizo y que fuera la empresa encargada de la demolición la que encontrara otros discos compactos con evidencias?”, pregunta.
La Policía local también brilló por su torpeza durante los primeros interrogatorios de las víctimas. "Los agentes no están para nada sensibilizados; no saben cómo lidiar con niños en estas circunstancias”, lamentó el jurista, agregando que también la oficina encargada de proteger a las víctimas en Renania del Norte-Westfalia demostró falta de tacto al comunicarse por correo habitual con todas las familias afectadas por las acciones atribuidas a Andreas V. y a sus supuestos cómplices. "Habría sido más fácil pintar una ‘V' de víctima en las puertas de sus domicilios”, critica Von Alvensleben. El proceso para esclarecer la materia empieza este 27 de junio.
( erc/cp )
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Colonia Dignidad: crónica de una secta
Durante más de cuatro décadas, un asentamiento alemán en el sur de Chile fue escenario de brutales crímenes, sin que este país ni Alemania intervinieran para detenerlos. Esta es la historia de Colonia Dignidad.
Imagen: Picture alliance/dpa/M. Hernandez
El líder, Paul Schäfer
Todo comenzó en Siegburg con la Misión Social Privada, una obra benéfica surgida en la Alemania de post guerra. Su líder espiritual, Paul Schäfer (1921-2010), atrajo a cientos de seguidores. Huyendo de acusaciones de pedofilia, abandonó Alemania en 1961. Lo acompañaron más de 200 personas, entre ellas varios niños cuyos padres fueron engañados para autorizar el viaje.
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Una colonia alemana en el sur de Chile
El grupo viajó a Chile, donde compró un terreno cerca de Parral, unos 300 km al sur de Santiago, y fundó la Sociedad Benefactora y Educacional Dignidad. Así nacía Colonia Dignidad, una comunidad dedicada a labores agrícolas, que construyó casas, una escuela, un hospital y también cercos y un férreo sistema de vigilancia para impedir el contacto con el exterior.
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Vida de secta
Pronto se sumaron nuevos seguidores llegados de Alemania, atraídos por el sueño de una tierra próspera donde comenzar una nueva vida. La colonia llegó a tener unos 300 miembros. Allí las familias eran separadas: hombres, mujeres y niños vivían en casas diferentes. Se trataba de un sistema altamente jerárquico y dominador, en que cualquier disidencia era castigada.
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Riqueza construida con trabajo esclavo
La vida estaba dedicada al trabajo, sin derecho a sueldo, descanso ni vacaciones. Los colonos sufrían castigos físicos y sicológicos, y quienes se rebelaban eran drogados para que se mantuvieran sumisos. Con las ganancias, Schäfer y sus cercanos compraron más propiedades, maquinaria y sofisticados sistemas de seguridad. El patrimonio incluía 16 mil hectáreas y cuentas en el extranjero.
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Abuso sexual
Para los chilenos, la colonia representaba el ideal del alemán esforzado y trabajador. Al interior de la secta, en tanto, Schäfer instauró un macabro sistema para dominar las voluntades y abusar sexualmente de niños. Cuando los alemanes crecieron, comenzó a invitar al internado o actividades de fin de semana a niños chilenos de familias pobres de la zona, de quienes continuó abusando.
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Prisión infranqueable
Escapar de Colonia Dignidad era casi imposible. Implicaba superar altas rejas, el río, los perros y férreos sistemas de vigilancia. Además, los colonos habían entregado sus pasaportes, no sabían español ni conocían la zona. Quienes lograban llegar a la embajada alemana en Santiago, eran devueltos a la colonia. Algunos se retractaban bajo engaños o amenazas, o se les atribuían problemas mentales.
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Wolfgang Kneese, el primer fugado
El primero en lograr huir de la secta, después de tres intentos que le valieron torturas y persecución judicial, fue el joven Wolfgang Kneese. En 1967 regresó a Alemania, donde denunció los crímenes que se cometían en la colonia. En 2008 recibió la Cruz Federal al Mérito (Bundesverdienstkreuz) por su infatigable búsqueda de justicia y respeto a los derechos humanos de las víctimas de la secta.
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Fachada idílica
A pesar de las tempranas denuncias y del revuelo en la prensa, las autoridades de Chile y Alemania no reaccionaron. La colonia proyectaba una idílica imagen con su hospital benéfico, el coro y el restaurant externo en la localidad de Bulnes, con cecinas y pastelería alemana. Al interior, los crímenes continuaron y se agregaron nuevos, como la fabricación y el tráfico de armas.
Imagen: Archivo Villa Baviera
Adopciones irregulares
Con engaños como darlos por muertos ante sus padres, unos 20 niños chilenos fueron adoptados en forma irregular. Recibieron nombres alemanes, aprendieron el idioma de los colonos y debieron trabajar como esclavos. A la izquierda, Rafael Labrín, quien creció como Dieter Scholz. Junto a él otras víctimas: la ex colona Astrid Tymm y Johan Cisternas, quien de niño asistía a actividades en la colonia.
Imagen: FDCL/J. Stehle
Colaboración con la dictadura
Colonia Dignidad cooperó con la DINA, la policía secreta de la dictadura de Augusto Pinochet, de varias formas. Según consta en expedientes judiciales, aquí fueron detenidos, torturados y asesinados prisioneros políticos. Se calcula que los cuerpos de unas 100 personas habrían sido enterrados en fosas, luego exhumados y hechos desaparecer definitivamente. Los familiares continúan la búsqueda.
Imagen: AFDD Talca
El fin de Schäfer
Con la vuelta a la democracia, en 1991 el presidente Aylwin le quitó la personalidad jurídica a Colonia Dignidad, la que comenzó a llamarse Villa Baviera. Vinieron denuncias de abuso sexual de chilenos contra Schäfer y se destaparon los crímenes. Varios jerarcas fueron condenados; Schäfer huyó en 1997 y se escondió en Argentina. Fue detenido en 2005, condenado en Chile y murió en prisión en 2010.
Imagen: picture-alliance/dpa
El médico de la colonia
Mano derecha de Schäfer, el Dr. Hartmut Hopp era el ministro de relaciones exteriores de la colonia. Un privilegiado que fue enviado a estudiar a Estados Unidos y dirigía el hospital. Condenado como cómplice de abuso de menores, huyó a Alemania y vive libremente en Krefeld. La justicia alemana rechazó ejecutar la condena chilena y cerró investigaciones propias por no encontrar prueba de delito.
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Culpas, castigos y compensaciones
Junto con reconocer su responsabilidad moral, Alemania ha ofrecido un fondo de ayuda de hasta 10 mil euros para cada ex colono afectado, lo que las víctimas consideran insuficiente. En Chile, donde sí ha habido condenas a victimarios, un grupo de afectados anunció una demanda contra el Estado en la que exige cada uno un millón de dólares de reparación.
Imagen: FDCL e.V.
El futuro y la memoria
Después de la partida de Schäfer comenzó un proceso de apertura. Unos 200 miembros abandonaron el enclave; algunos se quedaron en Chile y muchos regresaron a Alemania. Junto con justicia y reparación, los afectados exigen que Villa Baviera deje de ser un centro turístico, con hotel y restorán, y se convierta en sitio de memoria, donde se conozca la verdad y se honre a las víctimas.