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PolíticaVenezuela

El impasse venezolano tras las elecciones del 28 de julio

14 de agosto de 2024

Günther Maihold analiza en su columna la enquistada situación de Venezuela tras los recientes comicios.

Para Günther Maihold, no hay indicios de que Venezuela vaya a retomar la senda democrática.Imagen: Pedro Rances Mattey/dpa/picture alliance

El fin de  Maduro, anhelado por muchos, aún está lejos, y actualmente no hay indicios de que Venezuela retome la senda democrática. Por su parte, la oposición se enfrenta al reto de evitar que se repita la fallida estrategia opositora liderada por Juan Guaidó, nombrado presidente interino de la Asamblea Nacional y, posteriormente, presidente interino para el periodo comprendido entre 2019 y 2022.

Este obtuvo un masivo apoyo internacional que, sin embargo, resultó ser insuficiente para cambiar la balanza a favor de las fuerzas opositoras. Los actores de la coalición dominante de Maduro se mantienen unidos, también por su debilitamiento, para evitar su fragmentación, algo que sigue aspirando inducir la oposición.

La manifestación convocada por la oposición, liderada por Machado, para el próximo sábado 17, en todo el país y en el extranjero, sigue el lema "Gritemos juntos para que el mundo apoye nuestra victoria y reconozca la verdad y la soberanía popular", dijo la coordinadora de Vente Venezuela.

Con esta convocatoria de protesta mundial, Machado y Edmundo González Urrutia indican un camino que no tiene muchos elementos por cambiar el balance del poder en el país. Los frentes están bien definidos y ninguna de las partes en conflicto ha logrado mover contingentes importantes hacia su lado, de manera que se está reproduciendo una experiencia fallida que ya se conoció en situaciones anteriores.

La expectativa de que el desconocimiento por parte de la comunidad internacional de la autoproclamada victoria electoral de Maduro podría inclinar el péndulo hacia la oposición tiene poca probabilidad, dado que la situación a nivel nacional se encuentra de nuevo en un impasse.

Por otra parte, existe cierta división en la región en cuanto a su postura frente a los sucesos en Venezuela: siete países de América Latina y Estados Unidos han rechazado el fraude electoral en Venezuela y han reconocido la victoria de Edmundo González. Otros 15 países no han reconocido la victoria de Maduro y exigen la publicación de las actas de votación.

Se ha criticado la postura cuidadosa de Brasil y Colombia, porque no corresponde al tono general de rechazo al resultado anunciado, siguiendo la tendencia de crear un frente común internacional —al estilo del Grupo de Lima—, ya que, en este momento, podría cambiar la situación.

Que estos países quieren mantener canales de comunicación y algún nivel de incidencia sobre la complicada situación no parece interesar a aquellos protagonistas que visualizan cercana la salida de Maduro del país. El presidente panameño se apresuró a ofrecer asilo en su país al presidente Maduro. Por su parte, su homólogo de Costa Rica hizo lo mismo para los líderes de la oposición. Todo ello evidencia la complejidad de la situación, que no puede reducirse a las fórmulas fáciles y poco efectivas del pasado.

La complicada relación entre lo interno y lo internacional

No cabe duda de que la solución a la crisis en Venezuela debe encontrarse a nivel nacional, como ya quedó patente con el "experimento Guaidó". Aunque Maduro haya pedido a Estados Unidos "sacar sus narices" de los asuntos de Venezuela, es evidente que Washington es el actor externo central en el conflicto venezolano.

El hecho de que el Gobierno de Biden haya "delegado" de alguna manera la mediación a Colombia, Brasil y México, ha dificultado que Maduro adelante su tradicional discurso contra el imperialismo y le obliga a centrar sus actividades en la propuesta que presentaran Lula, Petro y AMLO.

Sin embargo, queda muy claro que el Gobierno venezolano no anhela nada más que una negociación directa con Washington, de acuerdo con los contactos que se realizaron en Qatar en su momento. Se desea "normalizar" las relaciones económicas externas para lograr una mejora de las condiciones económicas internas —por cierto, sin concesiones de carácter político—, muy al estilo cubano. En cierto modo, esto implica que los ciudadanos deberían seguir viviendo en una crisis continua, con una alta probabilidad de que se produzca una nueva ola migratoria.

La agenda para una negociación

Aunque, oficialmente, el primer punto de la agenda de negociación es, y debe ser, la verificación internacional del resultado electoral, hay un punto de igual importancia que se refiere a suspender la persecución de opositores y liberar a los presos políticos, con la finalidad de interrumpir el sendero nefasto que ha tomado el Gobierno de Maduro.

Esto podría formar parte de un tipo de "preacuerdo", llamado "acuerdo preliminar de buena fe", que parece tener en mente el presidente colombiano, Gustavo Petro. La esperanza de la oposición de iniciar una negociación para desterrar a Maduro parece, hoy en día, más lejana que cercana, aunque los propios mediadores son conscientes de la tradicional actitud de incumplimiento de acuerdos por parte de Maduro, incluso para un "preacuerdo" de carácter humanitario.

Hasta la fecha, en el bloque de poder de Caracas parece dominar la idea de que no se tiene nada que negociar y que entrar en un proceso de diálogo podría interpretarse como un signo de debilidad, algo que se desea evitar a toda costa  Por lo tanto, habrá que tomar un camino de acuerdos de "alcance parcial" para poder iniciar una ruta negociadora que permita mejorar la situación política y económica del país.

El factor "tiempo"

La ventana de oportunidades para el cambio político que se esperaba que se abriría con las elecciones se está cerrando lentamente. El empoderamiento del pueblo conseguido en las calles se está perdiendo con las obligaciones diarias y la represión que el Gobierno impone en forma de medidas de intimidación hasta en las casas de cada uno de los ciudadanos.

La disposición de seguir manifestándose puede pasar por un lento proceso de desgaste y suponer un agotamiento de este instrumento. No obstante, los calendarios políticos, tanto a nivel nacional como en EE. UU., orientan en cierta medida: las elecciones en EE. UU. en noviembre y el inicio de los nuevos gobiernos en este país y en Venezuela en enero de 2025 definen un horizonte claro para cualquier esfuerzo negociador, si las partes realmente logran decidir entrar en esta lógica. (ms)