El monasterio más pequeño de Alemania está en Colonia
28 de marzo de 2009Los monasterios suelen tener un ambiente solitario y algo oscuro. La mayoría de ellos se encuentran alejados de las ciudades, en lugares tranquilos, de forma que no se puede observar en ningún momento la vida que se desarrolla entre sus paredes.
Quizás esto fue así en tiempos pasados, pero ahora corre el siglo XXI. Detrás de estas paredes, viven personas bien ubicadas en la realidad terrenal. Un buen ejemplo de ello son los tres frailes de Colonia que en medio de la frenética ciudad, entre sus calles comerciales y sus lugares de entretenimiento, fundaron el monasterio más pequeño de Alemania.
Una comunidad en miniatura
El miedo al contacto con invitados de todo el mundo es algo que no conocen. Todo visitante es literalmente recibido con los brazos abiertos, al saludo de “sea bienvenido a nuestra pequeña comunidad”.
El turista debe tomarse este saludo realmente al pie de la letra, pues la comunidad es realmente diminuta, especialmente en comparación con la famosa abadía de María Laach, situada a 80 kilómetros. En tan sólo 90 metros cuadrados viven el padre Placidus, el padre Philipp y el abad Thomas.
Aún así, esta llamada ‘célula monasterial’ es un monasterio en toda regla, tal y como explica el abad Thomas: “La ‘célula monasterial’ es la primera y más básica forma de monasterio benedictino”.
Según el derecho eclesiástico, una sociedad benedictina de este tipo es posible siempre y cuando esté formada por al menos tres monjes. Condición que se cumple perfectamente en el monasterio colonés.
Equipo completo
A pesar de todo, los tres frailes tienen todo lo que se puede esperar de un gran monasterio. No falta una pequeña capilla para las oraciones diarias. Tan sólo prescinden de clausura, es decir, de una habitación aislada del mundo exterior. Algo así se puede encontrar tan sólo en una abadía, organización que requiere al menos doce hermanos en la orden.
Los tres monjes benedictinos fundaron su monasterio en 1980 con la bendición episcopal. Aún cuando el espacio del apartamento en un segundo piso es un bien escaso, los frailes seguramente podrían haber dado albergue a algún hermano más.
No obstante, nunca llegó a darse el caso, puesto que tal como apunta el abad Thomas, el monasterio no es lo suficientemente conocido.
Cooperación con los vecinos
Nadie se esperaría un monasterio en medio de la zona sur de Colonia, ciudad conocida por su activa vida nocturna.
No obstante, los tres frailes no tienen tiempo para nada de eso. Su rutina diaria es muy ajustada, aún cuando tienen que realizar concesiones a los demás inquilinos del edificio dado lo inusual de la situación.
Por ello, el despertador no suena por las mañanas sobre las cuatro o las cinco, como en los demás monasterios. Para el abad Thomas y sus hermanos, lo apropiado es permanecer en cama hasta pasadas las siete de la mañana. Al fin y al cabo, viven en un piso de alquiler, y deben por tanto mostrar consideración con los vecinos.
Una curiosa vida monacal
A las ocho empieza la vida diaria del monasterio con el Laudis, las oraciones matutinas, en la pequeña capilla de quince metros cuadrados.
A continuación, los monjes realizan una ‘mini-procesión’ mientras cantan un himno a la Madre de Dios, en dirección a la cocina, o lo que en un monasterio grande se llamaría refectorio.
Allí les aguarda el desayuno junto con la oración de mesa, con puntualidad meridiana. “Después, reflexionamos sobre cómo dividir el trabajo del día entre nosotros”, termina el abad Thomas.
El dinero no cae del cielo
Sin embargo, nada de esto sería posible sin dinero, ya que los monasterios no se autofinancian automáticamente. En otras palabras: además de las tareas de la casa y las actividades de cuidado del alma, el trabajo duro es requisito imprescindible para cubrir los gastos para vivir, como por ejemplo la renta de 730 euros.
Por ello, para el abad Thomas no resulta nada molesto el limpiar las escaleras del edificio cada sábado por 25 euros. Adicionalmente, la gente realiza donaciones, y también cuentan con la pequeña pensión del retirado padre Placidus, de 94 años.
¿Pero qué será de ellos cuando le llegue la hora al padre Placidus? Es una pregunta que supone una gran preocupación para el abad Thomas. Por ello, se encuentra buscando un novicio. La edad y la educación recibida no tienen gran importancia.