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El muro de Trump, ni innovador ni efectivo

26 de enero de 2017

Los trámites para erigir un muro entre EE. UU. y México generaron reacciones disímiles en Alemania. Para algunos analistas, ese proyecto tiene implicaciones sociopolíticas y éticas que los europeos no deberían ignorar.

Grenzzaun Mexiko USA
Imagen: picture-alliance/AP Photo/E. Gay

Este miércoles (25.1.2017), sólo cinco días después de asumir la jefatura del Gobierno estadounidense, Donald Trump empezó a cumplir la primera parte de una promesa que hizo como candidato a la presidencia: en la sede del Departamento de Seguridad Nacional firmó una orden ejecutiva con miras a destinar fondos federales al levantamiento de un muro entre su país y México. Poco antes, en una entrevista televisada, había asegurado que el vecino del sur terminaría devolviendo hasta el último centavo invertido por sus compatriotas en esa obra de construcción. Ese "reembolso” es la segunda y más importante cuota de la controvertida promesa; los simpatizantes de Trump quieren repeler a los inmigrantes, pero no pagar por la muralla.

En Alemania, la noticia generó reacciones disímiles. Para algunos, como el diputado Reiner Meier, representante de los partidos conservadores CDU y CSU en el Grupo Parlamentario Alemán-Centroamericano, el problema radica en que un país pretenda resguardar su territorio y cobrarle a otro el costo de sus medidas de seguridad. "Cada Estado tiene derecho a proteger sus fronteras. Eso aplica tanto para España y Hungría como para Estados Unidos”, le dijo Meier a DW. Para otros, como Frank Wolff, del Instituto para la Investigación de la Migración y los Estudios Interculturales (IMIS), adscrito a la Universidad de Osnabrück, la moción de Trump tiene implicaciones políticas, sociales y éticas que los europeos no deberían ignorar.

"Cuando se erigen cercas, vallas y muros como el que propone Trump, se da por sentado que estas instalaciones pueden propiciar la muerte de migrantes o que éstas deben ser vigiladas por agentes dispuestos a seguir la orden de disparar a matar. Y el Estado que justifica eventuales atentados contra las vidas de civiles, describiéndolos como el precio de la seguridad nacional, necesita el respaldo de una sociedad convencida de que esas violaciones de derechos humanos son legítimas. La Unión Europea haría bien en criticar abiertamente el muro de Trump, pero eso la pondría en un dilema: ¿cómo condenar a Estados Unidos y al mismo tiempo permanecer impasible mientras miles de personas mueren cada año nadando hacia sus costas?”, dice Wolff.

Política simbólica

Luicy Pedroza, del Instituto Alemán de Estudios Globales y Regionales (GIGA), disiente. "Al contrario de Estados Unidos, la Unión Europea no es un país soberano liderado por una persona con facultades ejecutivas que toma decisiones en materia de inmigración y las impone sin buscar consenso”, sostiene la politóloga, sugiriendo que la falta de coordinación comunitaria en el mar Mediterráneo –descrito desde hace tiempo como la frontera más mortífera del mundo– no debería inhibir a las instituciones europeas de censurar iniciativas oprobiosas como "la barrera antimexicana” de Trump o el alambrado de púas que el primer ministro Viktor Orbán mandó montar en Hungría. En lo que Wolff y Pedroza coinciden es en la falta de claridad de los objetivos de Trump.

"Si su meta fuera realmente frenar de golpe la entrada de indocumentados a Estados Unidos, alguien ya le habría dicho que la suya no es una idea innovadora o efectiva. Ese país ya ha intensificado sus controles migratorios antes y un tercio de la frontera binacional ya tiene vallas e incluso muros dobles como los que dividían a Berlín; donde no hay una pared de concreto o una alambrada hay desiertos inhóspitos y ríos caudalosos. Yo creo que lo del muro no pasa de ser una política simbólica y que Trump no podrá ufanarse de su éxito porque desde hace años se viene registrando un descenso considerable en la cantidad de indocumentados que entran a Estados Unidos desde México”, argumenta Pedroza.

"Eso se debe al endurecimiento de los controles fronterizos, pero también a la desaceleración económica de Estados Unidos; los migrantes tienen redes que les permiten conocer las fluctuaciones de la economía estadounidense y, cuando no hay empleo, tampoco hay migración porque migrar es un proyecto riesgoso que debe valer la pena. Al analizar la composición de la población de origen mexicano en Estados Unidos, salta a la vista que, en la última década, sólo el siete por ciento ha llegado al país sin documentos”, agrega la experta del GIGA. Wolff, el investigador de Osnabrück, señala otros aspectos relevantes: "La experiencia nos enseña que mientras mayor es la vigilancia en un punto de la frontera, más denso es el flujo migratorio en otro punto”.

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump.Imagen: picture-alliance/abaca

Un fenómeno complejo

Wolff acota que cuando se acentúan los controles, la inversión de muchos migrantes en sus estrategias para entrar a territorio estadounidense aumenta casi proporcionalmente. A sus ojos, si llega a materializarse, el muro de Trump tendrá efectos contraproducentes: "muchos desconocen que los mexicanos que viven sin papeles en Estados Unidos regresan recurrentemente a su país para visitar a sus familias, a pesar de los riesgos. No cuesta intuir que mientras menos porosa sea la frontera mexicano-estadounidense, menor será el número de mexicanos que saldrá episódicamente de Estados Unidos”, explica el especialista del IMIS. Karl-Dieter Hoffmann, profesor emérito de la Universidad Eichstätt-Ingolstadt, secunda a Wolff y a Pedroza.

"Según Trump, el propósito del muro es detener el flujo de migrantes indocumentados hacia Estados Unidos. Pero, ¿cómo se aspira a blindar una frontera que mide más de 3.200 kilómetros de largo cuando ni siquiera se ha logrado evitar que entren drogas a las cárceles estadounidenses de máxima seguridad? Las cercas ya existentes no son infranqueables, hay más túneles comunicando al territorio mexicano con el estadounidense de lo que muchos imaginan, la mitad de los mexicanos que se asientan ilegalmente en Estados Unidos entra al país como turista, y tanto los traficantes de drogas como los de armamento envían y reciben su mercancía por las rutas comerciales normales, de norte a sur y viceversa”, comenta el catedrático de Eichstätt-Ingolstadt.

"Los mexicanos tienen un refrán que reza: ‘muéstrame una cerca de diez metros de altura y yo te muestro una escalera de once' ”, añade Hoffmann, otrora director ejecutivo del Instituto Central de Estudios Latinoamericanos (ZILAS). Al respecto dice Wolff: "Es oportuno recordar que no todos los que migran hacia Estados Unidos provienen de México. Si Trump realmente quisiera ver reducida la migración de indocumentados hacia su país sabría que la manera de conseguirlo es implementando políticas sociales de hondo calado junto a todos los Gobiernos de América Central y promoviendo la fundación de un organismo como ACNUR (Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados), pero con la migración laboral como foco”, dice el investigador del IMIS.

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