El Museo del Tiempo
23 de marzo de 2007En Rockenhausen, en el corazón del Palatinado, los segundos y minutos parecen discurrir más lentamente. Pero que los relojes no marquen las horas tampoco se ha logrado aquí, en el Museo del Tiempo.
Su objetivo es también algo diferente: que la gente comprenda cuán precioso es el tiempo. Demasiado valioso para malgastarlo mirando televisión durante horas o simplemente no haciendo nada. En ese sentido, el Museo del Tiempo es una guía para aprovechar ese precioso bien.
El museo se ha concentrado en la restauración y conservación de máquinas de medir el tiempo en el espacio público. Su colección está conformada por más de 50 relojes de torre, el mayor de tres metros de altura. Pero también abarca numerosos relojes de pie, de pared, de arena, de agua y de sol, así como una vasta biblioteca.
Desde el reloj solar hasta el reloj de torre, la sociedad apenas recurrió a máquinas de contar el tiempo. Hasta la Edad Media, las tareas y pausas se regían por el sol: el comienzo de la jornada de trabajo cuando amanece, el almuerzo al mediodía y el descanso cuando anocheche.
Los primeros relojes mecánicos en la historia de la humanidad fueron los relojes de torre. Comenzaron a extenderse sobre todo a fines de la Edad Media, sirviendo particularmente para fines litúrgicos, o sea, para anunciar el comienzo de las misas, pero también para estructurar la jornada laboral.
Relojes de torre: el tiempo acústico
Relojes de torre son grandes relojes, visibles desde lejos, mayormente instalados en torres de iglesias. Generalmente están acoplados a campanas, para transmitir el tiempo también acústicamente. Por lo general tienen cuatro cuadrantes, uno hacia cada punto cardinal.
En los cuadrantes de los relojes de torre con números romanos, el 4 se escribe a menudo IIII, en lugar del IV hoy usual, porque ambas grafías se usaron paralelamente hasta el siglo XIX.
Los primeros relojes mecánicos eran, sin embargo, tan inexactos, que había que ajustarlos regularmente con ayuda de relojes solares. Famosos relojes de torre aún existentes son el Big Ben de Londres, St. Peter en Zürich y Zytlogge en Berna.
Los relojes que llegan al Museo del Tiempo se hallan a menudo en un estado lamentable, por ejemplo completamente cubiertos de excrementos de palomas. Restaurados son completamente a mano, sin recurrir ni siquiera al tratamiento con chorros de arena, para no dañar los delicados mecanismos.
Horarios, puntualidadad y tiempo
Los objetos expuestos relatan la historia del reloj de torre desde fines del siglo XV hasta la actualidad, ilustrando cómo las exigencias a la puntualidad fueron aumentando con el correr del tiempo. Una de las principales causas de ello fue la imposición del ferrocarril como medio de transporte y los correspondientes planes horarios. Quien no quería perder el tren, debía saber qué hora era exactamente.
Pero el museo se propone sobre todo crear un "techo filosófico" para el tema tiempo y agudizar la sensación del tiempo de los visitantes, motivándolos así para que usan el tiempo de forma más sensata.
Actualmente tienen lugar los preparativos para la ampliación del museo, que duplicará su superficie de exposición, a 600 metros cuadrados. En la nueva sección se exhibirán modelos de relojes desde la Antigüedad hasta hoy, pero también estaciones para experimentar con los medidores de tiempo. Se espera que en mayo esté todo listo… si es que da el tiempo.