El Nuevo Mundo también tiene sus maravillas
8 de julio de 2007Críticas en Europa, festejos en América Latina. Más que comprensible, teniendo en cuenta que en la multitudinaria elección de las nuevas Siete Maravillas del Mundo se impusieron otros lugares del planeta y sólo salió triunfador un monumento europeo: el coliseo de Roma. Cierto es que no todos los latinoamericanos quedaron contentos. Los chilenos, por ejemplo, habrían querido ver a los Moais de la Isla de Pascua entre los seleccionados. Pero predomina la satisfacción general por la inclusión de tres maravillas de la región en la corta lista: las ruinas incaicas de Machu Picchu, en Perú, las ruinas de Chichen Itzá, en Yucatán, y el Cristo Redentor del Corcovado, en Río de Janeiro. Completan el ramillete total la Muralla China, la ciudad de Petra, en Jordania, y el templo del Taj Mahal, la India.
Más chinos que alemanes
El único monumeto de Alemania que llegó a la ronda de los 21 finalistas, el castillo de Neuschwanstein, ubicado en la región de Allgaü, en Baviera, no tuvo posibilidad alguna de éxito. De hecho, la participación de los alemanes en la votación por internet se mantuvo dentro de límites más que modestos. La portavoz de la iniciativa, Tina Vierig, dijo no explicarse por qué los germanos no votaron en mayor cantidad. El primer ministro bávaro, Edmud Stoiber, lo hizo sólo a última hora. ¿Falta de convicción?
Ciertamente, si se parte del supuesto de que la mayor parte de la gente vota en primera línea por razones de orgullo nacional, nadie podía competir de entrada con los chinos. Menos, tomando en cuenta que la Academia de la Gran Muralla había declarado un "deber patriótico" de todo chino reparar la omisión que se había hecho hace dos mil años, al no incluirla entre las Siete Maravillas del Mundo de la antigüedad.
Gages de la democracia
Varios reproches se han formulado contra esta elección de las maravillas del mundo, llevada a cabo por iniciativa del millonario suizo Bernard Weber: fines de lucro personal, intenciones publicitarias, falta de criterios científicos en la selección de los monumentos, y suma y sigue. De hecho, la UNESCO no quiere por ningún motivo que se enreden las cosas, ni que se pueda confundir a estas maravillas con su propia lista de "patrimonios de la humanidad". En consecuencia, se distanció de esta "campaña privada", haciendo notar que ella sólo refleja la opinión de las personas con acceso a medios de comunicación, como internet y teléfono.
Claro que éstas no son pocas. Unos 100 millones de personas entregaron su voto según los organizadores de la iniciativa, que nació hace seis años, después de que los talibanes destruyeron las estatuas de Buda en Bamian. Según la portavoz del millonario y aventurero suizo, Weber intenta únicamente "lograr que la gente abra los ojos a otras culturas y la propia". Los métodos de marketing y los elementos de show utilizados no suponen para los encargados una contradicción ni un problema. Y, a fin de cuentas, nadie se avergüenza en realidad de querer fomentar el turismo en su país por esta vía. Tanto es así que gobiernos y gobernantes hicieron campaña abiertamente por sus monumentos. Algunos tuvieron éxito, otros no. Como suele suceder en la democracia.