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El ocaso de la izquierda en Alemania

6 de septiembre de 2019

En el este del país era un partido de masas y en el oeste, el de una minoría contestataria. Era. Los comicios regionales más recientes evidenciaron cuánto arraigo han perdido los socialistas. Y no sólo a causa de la AfD.

Parteitag Die Linke in Bonn
Imagen: picture-alliance/dpa/O. Berg

Las circunstancias políticas e históricas de la República Democrática Alemana y de la República Federal de Alemania, previas y posteriores a la reunificación nacional, han obligado a sus izquierdistas a reorganizarse y rebautizarse varias veces. El Partido Socialista Unificado de Alemania (SED), que llevó las riendas de la Alemania Oriental entre 1949 y 1989, cambió su nombre a Partido del Socialismo Democrático (PDS) tras la caída del Muro de Berlín y expandió su área de influencia hacia el oeste. En 2005, con miras a acoger a militantes de su nueva aliada, la formación Trabajo y Justicia Social-La Alternativa Electoral (WASG), se hizo llamar Partido de la Izquierda. Poco después, en 2007, ambos partidos se fusionaron bajo el nombre La Izquierda (Die Linke).

Hoy, doce años más tarde, los izquierdistas tienen problemas que difícilmente podrán solucionar con una nueva denominación: sus candidatos nunca habían tenido menos apoyo en las urnas que ahora. Los comicios regionales más recientes fueron una debacle innegable para ellos. En Brandeburgo, un Estado federado del este de Alemania donde la izquierda llegó a obtener casi el 30 por ciento de los votos hace una década, sólo recibió el 10,7 por ciento el pasado 1 de septiembre. Ese mismo día, los habitantes de Sajonia –otro Land alemán oriental– salieron a votar y sólo el 10,4 por ciento de ellos lo hizo por el partido La Izquierda. La dupla que dirige a esa formación desde 2012 –Bernd Riexinger y Katja Kipping– reconocieron que la derrota era dolorosa.

Bernd Riexinger y Katja Kipping, la dupla que dirige a La Izquierda desde 2012.Imagen: Getty Images/J. Schlueter

Trayectoria electoral

En el oeste de la Alemania reunificada, la formación de los izquierdistas era la preferida de una minoría que protestaba contra el statu quo mediante el voto. En el este, donde a pocos parecía importarle el pasado autoritario de los post-comunistas, la izquierda tenía apoyo masivo y había buenas razones para ello: los altos índices de desempleo, el poco rendimiento de las jubilaciones y los sueldos miserables. Hacia el cambio de siglo, los votos a favor de la izquierda se redoblaron en el este, superando la marca del 20 por ciento. En 1998 logró convertirse en socio minoritario del SPD para gobernar en el Estado federado de Mecklemburgo-Antepomerania. Mientras tanto, en el oeste, la izquierda no franqueaba ni siquiera el umbral del 5 por ciento.

La situación cambió durante el Gobierno federal de Gerhard Schröder (1998-2005), apuntalado por el Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) y Los Verdes. Estos partidos ahuyentaron a millones de sus electores con una “Agenda 2010” que relajó la protección contra el despido y recortó las prestaciones sociales. Muchos de esos dolientes corrieron a votar por la izquierda en los siguientes comicios. La izquierda alcanzó la cima de su trayectoria electoral cuando obtuvo un respaldo del 11,9 por ciento a escala nacional. Hoy día, aquel éxito luce como un suceso muy lejano. Y de alguna manera lo es; mucho ha cambiado en las filas de La Izquierda. El partido se ha vuelto más occidental, más joven y más urbano, y ahora tiene un competidor fuerte en el este.

Sahra Wagenknecht, presidenta de la fracción parlamentaria de La Izquierda en el Bundestag.Imagen: picture-alliance/dpa/B. Pedersen

La Izquierda y la izquierda

En el este de Alemania, la gente que solía apoyar incondicionalmente a la izquierda está muriendo y, en sus zonas rurales, el movimiento populista de extrema derecha Alternativa para Alemania (AfD), se ha transformado en el partido de protesta por excelencia. Eso quedó confirmado dramáticamente en las elecciones de Brandeburgo y Sajonia, donde el AfD se convirtió en la segunda fuerza política. Por cierto, es importante prestar atención cuando se habla de La Izquierda, con mayúsculas para aludir al partido, y de la izquierda, con minúsculas para referirse incluso a los izquierdistas alemanes que no apoyan la agenda del partido. Las diferencias entre el uno y los otros pueden haberle costado muchos votos a La Izquierda el pasado 1 de septiembre.

La Izquierda, el partido, apoya una política migratoria de puertas abiertas. Pero abundan los izquierdistas, como la influyente Sahra Wagenknecht, presidenta de la fracción parlamentaria en el Bundestag, que defienden una posición más estricta de cara a la acogida de refugiados. Wagenknecht siente que las elecciones regionales recientes le dieron la razón; a sus ojos, mucha gente en Brandeburgo y Sajonia votó por la AfD porque comulgan con una política de asilo más restrictiva. A pesar de eso, o precisamente por esa razón, La Izquierda comienza a ganar adeptos de nuevo en el oeste de Alemania; en las elecciones generales de 2017, dos tercios de sus votos provinieron del oeste. Pero ese crecimiento no es suficiente para compensar la velocidad con que pierde simpatizantes en el este.

(erc/cp)

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