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PolíticaBolivia

El ocaso político de Evo Morales y las elecciones en Bolivia

24 de junio de 2025

Las fuerzas de la izquierda latinoamericana toman distancia del otrora líder sindical y hasta la prensa oficial cubana ha rebajado las loas a su gestión.

Ni siquiera el régimen cubano mete hoy las manos al fuego por el expresidente Evo Morales (foto), opina Yoani Sánchez.Imagen: Juan Karita/AP/picture alliance

El personalismo, que ha impulsado revoluciones y terremotos políticos en América Latina, también ha sido la ruina de muchas organizaciones. La incapacidad del líder carismático para apartarse a tiempo ha hundido las esperanzas electorales de numerosas facciones y cortado su camino hacia el palacio de Gobierno. El caso de Evo Morales en Bolivia encarna el más reciente capítulo del ego desmedido que dinamita a todo un partido.

El próximo 17 de agosto, los bolivianos acudirán a las urnas en unos comicios que los analistas vaticinan que serán un duro golpe para el Movimiento al Socialismo (MAS). Las encuestas apuntan a que los votantes castigarán al partido gobernante por la crisis económica, las luchas intestinas que debilitan su estructura y, también, por el comportamiento de Evo Morales, de 65 años, quien abandonó la formación por sus conflictos con el actual presidente Luis Arce. Desde su refugio en Chapare, el exgobernante ha sido una constante fuente de crispación social que ha terminado por fragmentar, aún más, a la izquierda.

Acusado de estupro y con una orden de búsqueda y captura en su contra, Morales se ha atrincherado en una región de sindicatos cocaleros para evitar su detención. Desde su escondrijo se ha dedicado a lanzar insultos contra Arce y también ha promovido numerosos bloqueos de carreteras. Pero las rabietas no lo han acercado a su objetivo: lograr postularse como candidato a las próximas elecciones. El hombre que estuvo más de 13 años, desde 2006 a 2019, en el poder en Bolivia, no soporta la idea de no regresar a esa silla desde la que se decreta, se ordena y se rige el destino de un país.

El presidente del Tribunal Supremo Electoral de Bolivia, Oscar Hassenteufel, dio a conocer que en la lista de candidatos habilitados no figura el nombre de Evo Morales.Imagen: Rodrigo Urzagasty/AFP/Getty Images

Morales está dispuesto a azuzar la violencia social y llevar a su nación al borde de la ingobernabilidad con tal de volver a colocarse la banda presidencial. Pero la personalidad incendiaria que contribuyó a que se consolidara como un líder populista ya no es vista de la misma forma que a inicios de este siglo. Si hace dos décadas, cuando fue elegido como el primer presidente indígena de Bolivia, se le veía como una esperanza de reconducir el país por la senda del crecimiento económico y la estabilidad política, ahora es tomado por muchos como un peligro para la democracia. Enceguecido por las ansias de poder y vengativo con sus aliados de antaño, Morales ha destrozado la mayor parte de su capital político.

Las fuerzas de la izquierda latinoamericana toman distancia del otrora líder sindical y hasta la prensa oficial cubana ha rebajado las loas a su gestión. La Habana, con un olfato aguzado para detectar la caída en desgracia de sus aliados —de los que depende para recibir subsidios o apoyos diplomáticos— parece haber llegado a la conclusión de que Morales pesa más de lo que aporta. En política el pragmatismo se impone. Parapetado en Chapare, los tiempos del Socialismo del Siglo XXI, las entrevistas con cadenas televisivas y las constantes invitaciones a conferencias son cosa del pasado para el expresidente.

"No había más ruido en el mundo, él solo era la patria", dice una de las líneas de El otoño del patriarca, de Gabriel García Márquez. La novela, que describe el final de un tirano, explora la soledad que se extiende alrededor de esas figuras autoritarias que controlan un país y acallan por largo tiempo a sus contrincantes. Ahora, la algarabía de Evo Morales es solo eso, la banda sonora de su ocaso.

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