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Controvertido pabellón

31 de mayo de 2011

La Bienal de Venecia es la única exposición artística dividida por países. El pabellón alemán ha ido cambiando a lo largo de la historia, hasta que en 1938 los nazis lo remodelaron y le dieron su forma actual.

Pavillon Biennale Venedig 2008
Pabellón alemán en la Bienal de Venecia.Imagen: Sigrid Hoff
Despectivamente reciben el nombre de “jaulas nacionales”: los 28 pabellones que se extienden a lo largo del Gardini, el jardín que hace de recinto de la Bienal de Venecia. A ellos envían los diferentes países cada dos años lo “mejor” de su producción artística a que compita por el León de Oro. Y es que al margen del certamen fílmico discurre también, entre el 4 de junio y el 11 de noviembre de 2011, la competición cultural.
La “jaula” alemana encontró sitio en el Gardini por primera vez en 1909. El “Padiglione Bavarese”, como se llamaba entonces, era obra del arquitecto veneciano Daniele Donghi y tenía un aspecto muy diferente al actual: se asemejaba a un templo, con sus columnas y su tímpano. Hasta 1912 no fue rebautizada la sala como el “Padiglione Della Germania”.
1938, un punto de inflexión
Durante la etapa inicial de su existencia y hasta la I Guerra Mundial, la Bienal de Venecia era un lugar en el que principalmente se comerciaba con el arte, a la sombra de la larga tradición veneciana en este ámbito. El marketing era perfecto. Ya entonces se ofrecían billetes de tren a un precio reducido para acudir al evento, y los visitantes llegaban en masa.
Para el pabellón alemán, 1938 significó un punto de inflexión: ese año se convirtió en manifiesto arquitectónico del nacionalsocialismo. Ernst Haiger sustituyó las majestuosas columnas jónicas por rectos pilares. “Poderosos y altos pilares de piedra sostienen la parte delantera y sobre la entrada principal el ilustre símbolo del Tercer Reich nos prepara para adentrarnos en el nuevo espíritu del arte alemán”, escribió el arquitecto sobre su obra el año en que ésta fue terminada.
“GERMANIA” se anunciaba labrado en la fachada a la entrada del edificio. El antiguo suelo de parquet dejaba ahora paso a uno de fino mármol, que debía otorgar un aire de fría distinción. El magazín del departamento de construcción berlinés escribía el 2 de noviembre de 1938: “La nueva sala de exposiciones alemana en Venecia no es sólo una representación impresionante, grandiosa y digna del Tercer Reich, sino que demuestra también ser un marco artístico inmejorable, capaz de hacer que el arte que se muestra en su interior genere un efecto elevado”. Nada más y nada menos que el artista propagandístico Arno Breke expuso ese mismo año en tal escenario sus esculturas.
El Gardini de la Bienal.Imagen: Biennale 2009
Historia especial, arte especial
“La especial historia del pabellón alemán ha marcado a los artistas que han expuesto en él”, dice Ursula Zeller, autora de Las aportaciones alemanas a la Bienal de Venecia 1985 – 2007, un libro encargado por el Instituto de Relaciones Exteriores (IfA), que desde 1972 se encarga de la organización del pabellón germano. También aquí el pasado nazi ejerce su influencia. Muchos han intentado, cuenta Zeller, “neutralizar la sala”.
En 1976, Joseph Beuys instaló en ella su legendaria “Estación de Tranvía” en recuerdo al sufrimiento humano. El escultor Ulrich Rückriem quiso contrarrestar la monumentalidad del interior con cuatro grandes bloques de piedra. Hans Haacke quebró en 1993 las pesadas placas del suelo y las convirtió en escombros: los visitantes se topaban con un lugar en ruinas. Por fin en 2001 el León de Oro fue para Gregor Schneider, quien había transformado el pabellón en un laberinto de habitaciones contiguas.
Demoler o conservar
Hans Haacke y su lugar en ruinas en el pabellón alemán de la Bienal.Imagen: picture alliance/dpa
No pocas veces se ha pedido la demolición y reconstrucción completa del pabellón alemán en Venecia. Sin ir más lejos, el año pasado el presidente de la Cámara de Arquitectos germana, Arno Sighart Schmidt, volvió a encender el debate. “Este pabellón”, dijo, “no se corresponde en absoluto con nuestra conciencia democrática”.
El artista Christoph Schlingensief, que a los 49 años murió recientemente de cáncer, apostó sin embargo siempre por la conservación del inmueble. Por desgracia, la 54ª edición de la Bienal tendrá lugar sin él, de manera que el público nunca llegará a saber lo que a él se le hubiera ocurrido hacer entre las cuatro paredes de esta controvertida sala.
Autora: Sabine Oelze/ Luna Bolívar
Editora: Emilia Rojas Sasse
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