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El parlamentario de cristal

30 de julio de 2002

Tras la caída del ministro de defensa alemán por vínculos con una empresa de relaciones públicas, se debate sobre el tráfico de influencias y el modo de aumentar la transparencia en los ingresos parlamentarios.

Controversia provoca el proyecto de publicar los ingresos adicionales de los legisladores alemanes.Imagen: AP

¿Cuál es el grado de privacidad al que tiene derecho un parlamentario? Fácil es la respuesta en lo tocante a sus asuntos personales. Pero el tema se complica en el terreno de los ingresos. Porque no es misterio alguno que diversos sectores intentan continuamente ejercer influencia en la toma de decisiones políticas. Sobornos, favores, agasajos de diversa índole, en fin; hay toda una gama de posibilidades, desde las manifiestamente ilegales hasta las sutilmente "discutibles" desde el punto de vista ético.

El escaparate de internet

Los últimos hechos ocurridos en Alemania han vuelto a poner en primer plano el problema de la red de influencias del área económica en la política. Cada vez que sale a la luz un caso de corrupción o un simple traspié, como el que costó el puesto finalmente al ministro de defensa, los correspondientes adversarios políticos rompen vestiduras, en defensa de la probidad. Ocurre en todo el mundo, y también aquí, en Alemania.

Pero poner remedio a la situación tampoco resulta sencillo. Y así está quedando de manifiesto con el proyecto de la coalición gubernamental de forzar la publicación de todos los ingresos adicionales que perciban los parlamentarios, ya sea por concepto de honorarios profesionales o labores de asesoría, paralelas a sus gestiones legislativas, al igual que su participación en sociedades empresariales. La intención evidente es lograr una mayor transparencia. Y, para ello, nada mejor que poner los datos en internet.

Temor a la envidia

La idea no tiene en sí mucho de revolucionaria, ya que consiste sólo en hacer pública una información que de todos modos los legisladores tienen obligación de entregar al presidente del Parlamento. Sin embargo, está levantando un considerable revuelo, en plena época de campaña electoral.

Múltiples son los argumentos que esgrime la oposición en contra del proyecto, que el gobierno pretende presentar aún antes de las elecciones de septiembre. Algunos descalifican la iniciativa, tildándola de maniobra electoralista, mientras otros advierten que, de imponerse, serán aún menos los profesionales independientes dispuestos a incursionar en la política. Incluso se han hecho presentes temores a las "envidias" que pudieran despertar los datos sobre los ingresos en una sociedad como ésta, en que el monto de los ingresos suele ser un secreto bien guardado.

Ni tanto ni tan poco

Hasta el nuevo jefe de la bancada socialdemócrata, Ludwig Stiegler, ha tenido que explicar que no se trata de generar "parlamentarios de cristal", que expongan toda su vida a la luz pública, sino de conseguir "transparencia en todas las relaciones, de las que pudiera derivarse alguna influencia". Y también en las filas socialdemócratas se recuerda que Alemania no tiene la misma tradición que Estados Unidos, en lo que concierne a la fiscalización por parte de la opinión pública.

Entre los Verdes, que acaban de perder uno de los suyos debido a sus vínculos con la misma empresa de relaciones públicas que hiciera tropezar a l ministro Rudolf Scharping, se ha planteado igualmente algún reparo, pero el partido ecologista se muestra de momento como el más entusiasta defensor de un endurecimiento del "código de conducta" parlamentario.

Mientras el debate arrecia, algunos legisladores socialdemócratas y verdes han decidido predicar con el ejemplo y dar a conocer el monto de sus remuneraciones, y sus orígenes, en sus respectivas páginas de internet. Aún bastan los dedos de la mano para contarlos. Pero su ejemplo podría constituirse en un desafío para sus colegas del parlamento, tan celosos de su privacidad financiera, ya sea que se apruebe o no la moción de poner todos los datos en la red. Porque, aunque Alemania no sea Estados Unidos, es probable que también la opinión pública germana simpatice con la idea de la transparencia.

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