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EL PREMIO DEL PÚBLICO: Sin título 2

Diego Rodríguez Toribio3 de septiembre de 2004

Ustedes lo eligieron: este relato, de Diego Rodríguez Toribio, cautivante y sorprendente, recibe como premio adicional un estupendo reloj con doble indicación horaria.

Agradecemos a los miles de usuarios que emitieron su voto en nuestra página. Y, por supuesto, a todos aquellos que enviaron sus relatos, que todos disfrutamos. Si Ud. no se encuentra entre los premiados, no se desanime. Pronto tendremos un nuevo concurso en DW-World. Por ahora, aquí está el cibercuento ganador del Premio especial del Público:

Tratar de hallar un punto negro en la vida del presidente equivalía a una publicidad impagable para un periodista, amen de viajes, hoteles y un gran fajo de billetes.
Esa mañana, en plena persecución, el motor de su coche enmudeció, Y como era de esperar, tal vez para no desmentir a su horóscopo que le auguraba una pésima jornada, la grúa tardó una eternidad.
El mecánico, un joven con un más que razonable parecido al Brad Pitt de Troya, le indicó que la reparación tardaría dos horas y le recomendó el 50 cent, un cibercafé cercano al que él acudía a menudo a bajarse música con Kazaa.
La sonrisa con que la camarera lo recibió, le hizo concebir ciertas esperanzas acerca de una noche de sexo, pero nada más alejado de la realidad; en cuanto él comentó que estaba esperando a que le arreglasen el coche, ella cambió de expresión. Con cierta frialdad le explicó que aquel mecánico más que reparar autos, lo que sí hacía era aliviar las fugas de aceite de los dueños. El perodista enrojeció. De repente era como si un gran hermano orweliano le recriminara su homosexualidad. Trató de hablar con la camarera, deseaba explicarle que su referente de belleza era Britney Spears, pero ésta ya se había vuelto hacia el televisor para cambiar de canal, de la Euro 2004 a la casa de tu vida. No volvieron a hablar. Y así, tras media hora de incómodo silencio, el periodista optó por irse con la música a otra parte.
Ya de vuelta, frente al taller reconoció la berlina del presidente, y si ese garaje no salía en las páginas amarillas... no había que ser un sabueso para entender que aquello no se trataba de una casualidad. En silencio pudo colarse y fotografiar al mandatario y su mecánico en una posición políticamente incorrecta. Misión cumplida.
El presidente dimitió por motivos personales.