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Ucrania: bueno es un premio, pero mejor sería mandar amas

Serhij Rudenko
12 de diciembre de 2022

El otorgamiento del Premio Sájarov al pueblo ucraniano es una distinción importante. Pero la guerra de Putin contra Ucrania solo se puede detener con armas, no con premios, opina Serhij Rudenko.

Muro con los colores de la bandera de Ucrania
Hondas son las grietas que deja la guerra en Ucrania.Imagen: Leopold Nekula/VIE7143/picture alliance

Mientras Ucrania es bombardeada por el Ejército ruso con misiles, el Parlamento Europeo entregará el 14 de diciembre el Premio Sájarov de la Libertad de Conciencia al pueblo ucraniano. Es un reconocimiento importante. Pero, en realidad, los ucranianos luchan ahor,a sobre todo, por el derecho a la vida, y menos por la libertad de conciencia.

Luchan por vivir en un país libre e independiente y no tener que temer ser víctimas de asesinatos y violaciones por parte del ejército ruso. Luchan por vivir de un modo en que sus hijos no tengan que esconderse de misiles en refugios antiaéreos.

Muchos ucranianos pagan un alto precio por ese objetivo. Pagan con la vida de los que mueren o han muerto ya en la guerra y son igualmente portadores del Premio Sájarov, pero en forma póstuma.

Regreso en un ataúd

Sinceramente, nunca soñé con recibir el premio Pulitzer o el Sájarov, pero así ocurrió. El premio Pulitzer se otorgó en la primavera boreal de 2022 a todos los periodistas ucranianos "por su valor, su persistencia y su compromiso con una información veraz durante la inclemente invasión de Vladimir Putin contra su país”, indicó el comité que entrega el galardón. El Premio Sájarov se confiere al pueblo ucraniano, representado por el presidente Volodimir Zelenski, otros políticos electos y la sociedad civil.

Probablemente los millones de ucranianos que han recibido esta alta distinción no lo recordarán por mucho tiempo. Estoy seguro de que a algunos ni siquiera les importa mucho. Algo parecido ocurre con la distinción del "Centro para las Libertades Civiles” ucraniano, uno de los portadores de Premio Nobel de la Paz de este año, o con la victoria de la Orquesta Kalush tras su triunfo en el festival de Eurovisión.

Y es comprensible. Porque cuando a uno le vuelan los misiles sobre la cabeza y millones de personas se ven obligadas a dejar su patria, no tiene ánimo de celebrar. Tampoco cuando los vecinos regresan del frente en un ataúd y los propios hijos deben permanecer en refugios antiaéreos. O cuando se percibe cada ataque contra Kiev, Járkov, Dnipro, Nicolaiev u Odesa como un ataque contra uno mismo, o cuando hace llorar la notica de que ha muerto un familiar en el frente.

Lucha por la supervivencia

Vivimos una realidad llamada "guerra”, en la que el mayor premio no son las distinciones sino el derecho a la vida. Todos los actuales portadores ucranianos del Premio Sájarov y del Pulitzer tienen algo en común: ansían profundamente vivir y cantar.

Eso los vuelve cada vez más valientes, audaces y osados. En el curso de la guerra, el miedo ha pasado paulatinamente a segundo plano. Putin erró en su cálculo al intentar intimidar al pueblo ucraniano y despojarlo de su futuro.

Quien nació para volar, no puede arrastrarse. Los ucranianos lucharán hasta el final por su país. Nadie cederá ante el Kremlin. Luchamos por el derecho a vivir, y Rusia no nos quitará ese derecho.

Las distinciones que hoy se nos otorgan generosamente en el mundo son positivas. Se piensa en nosotros, se nos estima y se nos galardona.

Serhij Rudenko.

Pero lo terrible es que esas distinciones no se pueden transformar en nuevos envíos de armas modernas de Occidente. Porque solo así se puede poner fin a la brutal masacre desencadenada por Putin.

La prolongada guerra de Ucrania, que todo el mundo sigue en directo desde fines de febrero, parece adormecer la percepción de los espectadores. Algunos de ellos contemplan lo que ocurre como se fuera una serie de  Netflix.

La guerra de Ucrania no es una película

El bien lucha contra el mal, los héroes de las batallas se suceden en las pantallas, las imágenes de ciudades destruidas pasan como ráfagas. El ojo se acostumbra al dolor, las lágrimas y la destrucción. El espectador solo vuelve a despertar cuando el principal villano amenaza nuevamente con aniquilar al mundo entero con armas nucleares.

Es hora de que todos los que habitan el planeta Tierra comprendan: la guerra de Ucrania no es una película de cine. Y no es solo una guerra contra Ucrania, sino contra toda la civilización occidental. Tarde o temprano le afectará a cada uno.

Vladimir Puntin, por cuya voluntad decenas de miles de ucranianos sin asesinados y barrios residenciales de ciudades pacíficas son bombardeados, difícilmente se detendrá por sí mismo. Hace tiempo que traspasó el límite. Se encuentra ahora en un terreno en el que ya no hay espacio para compasión y arrepentimiento. Solo lo podemos detener nosotros, unidos,

Serhij Rudenko es un periodista y comentarista ucraniano. Ha publicado varios libros sobre políticos ucranianos y ha escrito columnas para DW.

(ers/cp)

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