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El racismo cotidiano en Alemania

28 de septiembre de 2011

"Por más que hables el idioma y estés bien integrado a la sociedad alemana, si tu origen es extranjero no podrás escapar del racismo cotidiano de este país." Esto no lo dicen sólo inmigrantes, sino también alemanes.

Rösler, vicecanciller alemán de origen vietnamita, es la excepción que confirman la regla.
Rösler, vicecanciller alemán de origen vietnamita, es la excepción que confirma la regla.Imagen: dapd

Tuvieron que pasar unos 30 años para que Christian Keller supiera lo que es ser uno más entre muchos. El estudiante de administración de empresas se encontraba en Filipinas, en un viaje de estudios, investigando para su tesis. Fue allí, sentado en uno de los típicos mini-buses llamados “jeepney” que tuvo una experiencia reveladora: ninguno de los demás pasajeros se percató de su presencia.

“Fue muy conmovedor sentir que no llamaba la atención“, recuerda Keller. Pero en aquel momento también sintió una profunda tristeza, ya que tomaba conciencia de la enorme carga con la que había vivido las últimas tres décadas en Alemania – a pesar de ser alemán.

Julius Zime, de Mozambique, vive legalmente desde hace 14 años en Alemania. Trabajaba como cartero, pero el continuo destrato lo obligó a renunciar.Imagen: picture-alliance/dpa

Christian Keller, berlinés de 42 años de edad, parece no inquietarse por la actitud extraña e incluso hostil con la que lo tratan muchos alemanes. Al contrario, por lo general le causa gracia. Como aquella vez que se encontraba con su hija en la plaza del mercado de una ciudad del sur de Alemania.

Una mujer mayor, a unos tres pasos de distancia apenas de Keller, le comentó sin el menor pudor a su acompañante que ‘cómo podía ser posible que aquel hombre de pelo tan negro y piel oscura fuera el padre de esa niña entre rubia y pelirroja'. Qué curiosa es la gente, piensa Keller en un momento así.

Pero no todas las situaciones difíciles pueden ser compensadas con sentido del humor. “En Sajonia una vez un ‘cabeza rapada' me gritó: ‘Mira, ahí va un fidji' Entonces, claro que no viajo más allí con mi mujer y mis hijos.”

Pero este alemán de origen asiático no teme por su propia seguridad. Es grande como un ropero, solía jugar al fútbol americano y practicar deportes de combate, es seguro de sí mismo y trasmite que es mejor no meterse en líos con él. Pero también confiesa estar siempre con el “radar” encendido y registrar exactamente todo lo que ocurre a su alrededor, “sobre todo cuando salgo con mi familia”. Este esfuerzo constante le resulta agotador.

Trato igual y Constitución

Aygül Özkan, de origen turco, al asumir como ministra de Familia e Integración en Baja Sajonia, en el año 2010.Imagen: picture-alliance/dpa

Según la Constitución, se es alemán por nacimiento o nacionalización. Y, dado que todos los ciudadanos son iguales ante la Ley, no debería importar cuál es el aspecto físico ni el origen de una persona, ni de sus padres o abuelos.

En Alemania hay casos que dan prueba de que es posible que un niño vietnamita, adoptado por una pareja alemana, puede llegar a ser vicecanciller del Gobierno federal – tal como ocurrió con el político del partido Liberal (FDP) Philipp Rösler, hoy ministro federal de Economía.

Otro ejemplo similar es el de Aygül Özkan, una mujer de origen turco, nacida en Hamburgo, que fue nombrada ministra de Familia e Integración en Baja Sajonia. Estas personas son sumamente respetadas – porque lograron ser aceptadas, a pesar de todo.

Trabas en el mercado laboral

Nuran Yigit dirige la Red Antidiscriminación en Berlín.Imagen: DW

Si se tiene el nombre “correcto”, es decir, un nombre alemán, ya se cuenta con una gran ventaja. Es así que Christian Keller nunca sufrió problemas serios de racismo cuando hizo una cita telefónica para visitar un apartamento de alquiler o cuando enviaba su postulación para algún puesto laboral.

“Si se trata de un nombre extranjero”, observa Nuran Yigit, de la Red Antidiscriminación Berlín (ADNB), “puede ser que la solicitud termine en el último lugar y la persona nunca reciba una invitación para una entrevista personal.” El Instituto para el Futuro del Trabajo (IZA), en Bonn, corrobora esto por medio de un estudio.

Se enviaron postulaciones similares de diversos estudiantes, que solicitaban una pasantía. En todas aquellas que iban acompañadas de un nombre alemán la cuota de éxito fue un 14 por ciento mayor, que en las que tenían un nombre turco.

“Se dice que Alemania promete que si haces todo bien, te esfuerzas y te recibes de bachiller, formas parte de esta sociedad”, dice Yigit, que se dedica profesionalmente desde hace ocho años a destapar casos de discriminación.

“Pero esto es mentira”. Serdar Yazar, colega de Yigit, hizo un test en una serie de discotecas de la capital y detectó que en muchas de ellas se limitaba el acceso de modo racista. “Enviamos a un grupo de muchachos guapos, de aspecto sureño y el portero dijo que la discoteca estaba llena, cuenta Yazar. “Cuando enviamos un grupo similar, pero conformado por centroeuropeos, no hubo problema en dejarlos entrar al local.”

El periodista alemán Günter Wallraff documentó el racismo alemán "disfrazado" de africano.Imagen: X Verleih

Expertos hablan de la “discriminación con una sonrisa”, cuando se rechaza a personas con una excusa absurda, simplemente porque no aparentan vivir desde hace varias generaciones en Alemania. El apartamento anunciado “lamentablemente se acaba de alquilar”, el restorán justamente esa noche celebra una “fiesta privada” y en el hotel “desgraciadamente están ocupadas todas las habitaciones”.

Quien se siente discriminado en Alemania puede presentar una queja en un centro de asesoramiento como la ADNB, así lo prevé la Ley General de Trato Igualitario (Allgemeines Gleichbehandlungsgesetz, AGG) del 2006. Quien trató injustamente o provocó el trato desigual puede ser condenado a una multa. Pero aún son muy pocos los que conocen esta ley y el derecho que concede a los ciudadanos.

Buenas intenciones de efecto negativo

Pero los alemanes de origen extranjero también se ven enfrentados muchas veces a un tipo de discriminación que, a pesar de ser bien intencionada, puede herir también. “¡Qué bien habla alemán!”. Para quien creció en este país y está perfectamente integrado a la sociedad alemana, esta frase es más ofensiva que elogiosa.

Michel Favre, hijo de franceses de la isla caribeña Martinique, cuenta: “Ya estoy harto de que me digan qué bien que nos sabemos mover ‘nosotros los negros'. El otro día me lo volvieron a decir y lo único que había hecho era pasar apretujándome entre dos estantes en nuestro almacén.”

Autor: Heiner Kiesel / Valeria Risi

Editor: Enrique López

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