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El “sí” de Irlanda permite consumar el arduo proyecto de reforma de la UE

4 de octubre de 2009

El “sí” de los irlandeses al Tratado de Lisboa tiene más que ver con imperativos económicos que con amor a Europa. No obstante, es un paso importante para el futuro, opina Bernd Riegert.

La crisis económica se produjo en el momento oportuno, por lo menos desde el punto de vista de la política europea. Sin la crisis, que convirtió al otrora ‘tigre celta’ en un gatito famélico, los irlandeses probablemente no habrían cambiado su opinión con respecto al Tratado de Lisboa. El temor a que Europa pudiera volverles la espalda transformó el “no” en un “sí”. Es decir, no se trata de convicción o entusiasmo europeísta, sino de la esperanza de que la UE de algún modo ayude a Irlanda a salir del atolladero.

En efecto, Irlanda estaría hoy en quiebra si la UE no hubiera actuado solidariamente, proporcionando cuantiosos créditos. En el referéndum de Irlanda, lo que le importaba a la gente no eran los contenidos del tratado de reforma, al que se atribuyeron cosas de todo tipo, que jamás estuvieron contenidas en él. De lo que se trataba era de puestos de trabajo, salarios mínimos y del destino del impopular gobierno del primer ministro Brian Cowen. Estos temas no son mencionados en el Tratado de Lisboa. Para Brian Cowen, quien hábilmente consiguió el apoyo de casi todos los partidos, comienza ahora un tiempo duro. Él deberá frenar el galopante endeudamiento estatal y crear empleos. Tendrá que presentar resultados y eso es difícil.

Bernd RiegertImagen: DW

Puede que a los restantes gobiernos de la UE se les haya quitado un peso de encima, porque el Tratado de Lisboa sigue con vida. Pero todo el proceso, de casi diez años, para dar una nueva base contractual a la creciente Unión Europea, ha mostrado los límites. El de Lisboa es el último tratado que los 27 Estados han podido acordar con grandes dificultades. Es muy dudoso que pueda haber otro tratado, que tendrían que ratificar aún más Estados.

También los candidatos balcánicos a sumarse a la UE pueden respirar con alivio. Sobre la base del Tratado de Lisboa podrían incorporarse en los próximos años. Sin el tratado, eso habría sido muy difícil. Sin embargo, a más tardar con el vislumbrado ingreso de Turquía será necesaria otra reforma de la UE.

La última valla que le queda por superar al Tratado de Lisboa ahora es la firma del presidente checo, que éste retrasa debido a un nuevo recurso presentado ante el Tribunal Constitucional. Pero ahora que todos los parlamentos, incluido el checo, y también el pueblo irlandés han aprobado la nueva base para la UE, no sería ni política ni moralmente justificable que un hombre, Vaclav Klaus, se opusiera a la voluntad de Europa.

Si los conservadores ganan las elecciones en Gran Bretaña el año próximo, podría surgir un nuevo peligro. A fin de cuentas, ese partido ha planteado la posibilidad de convocar también a los británicos a un referéndum. Pero, en vista de la situación, probablemente sea palabrería electoral y no una intención política seria. Porque, al igual que Irlanda, tampoco Gran Bretaña puede darse el lujo de ponerse en contra de la UE.

Autor: Bernd Riegert

Editora: Claudia Herrera Pahl

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