El Salvador: 2.300 desaparecidos por violencia en el 2019
21 de septiembre de 2019
El fenómeno de las desapariciones se ha mantenido en el país pese al fin de la guerra civil y está vinculado a la violencia generalizada de las pandillas.
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El Salvador registra en 2019 más de 2.300 personas desaparecidas en medio de la violencia atribuida a las pandillas Barrio 18 y Mara Salvatrucha (MS13), informó este sábado (21.09.2019) la Fiscalía General de la República (FGR).
La fuente precisó que entre el 1 de enero y el 16 de septiembre pasado se computaron 2.311 casos de personas desaparecidas, con lo que el promedio diario es de aproximadamente 9 casos.
La Fiscalía General señaló que se "trabaja para eliminar este flagelo, que muchas veces esconde otros delitos" y recordó que el fiscal general, Raúl Melara, solicitó a la Asamblea Legislativa incluir en el Código Penal el delito de desaparición forzada con "penas severas".
La reforma a dicho código establece penas de entre 20 a 45 años de prisión contra quienes cometan el delito de desaparición de personas, explicó Melara a periodistas tras presentar la propuesta el 23 de julio pasado.
El fenómeno de las desapariciones se ha mantenido en El Salvador, pese al fin de la guerra civil (1980-1992), por la violencia generada por las pandillas en las últimas décadas.
Datos de la Policía Nacional Civil entregados a Efe dan cuenta de que entre 2010 y 2016 desaparecieron unas 10.800 personas, una media de 4 al día, superior a las 8.000 desapariciones registradas durante la guerra.
Israel Ticas, uno de los forenses más reconocidos en el país, ha señalado en diferentes ocasiones que si una persona pasa más de ocho días desaparecida existe una alta probabilidad de que haya sido asesinada y enterrada en un cementerio clandestino.
El Salvador es uno de los países más violentos del mundo con tasas de asesinatos de 103 y 50,3 por cada 100.000 habitantes entre 2015 y 2018, muertes atribuidas principalmente a las pandillas. Estas bandas, un fenómeno considerado como herencia de la guerra civil (1980-1992) y que se fortaleció con la deportación de pandilleros de Estados Unidos, han resistido a los planes de seguridad implementados en las últimas cuatro Administraciones.
eal (efe, laprensagrafica.com)
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La larga marcha de los migrantes latinos hacia EE. UU.
Luego de caminar miles de kilómetros para llegar a la frontera con EE. UU., los migrantes se topan allí con un cerco de ocho metros de altura, de acero u hojalata. Para ellos, simboliza rechazo y discriminación.
Imagen: Getty Images/AFP/G. Arias
Ocho metros hasta EE. UU.
Se estima que el cerco que conforma la frontera entre México y EE. UU. tiene ocho metros de altura. Los migrantes quieren cruzarla cueste lo que cueste, ya que sueñan con poder llevar una vida digna en ese país. Pero detrás de la frontera los espera la política represiva de Donald Trump, que, como casi ningún otro gobierno estadounidense, continúa azuzando a la gente con su discurso antimigración.
Imagen: Getty Images/AFP/G. Arias
El ingreso ilegal a la "Tierra prometida"
Uno de los migrantes ha logrado cruzar la frontera y llegar a EE. UU. Pero si podrá permanecer allí, está por verse. Si las autoridades de EE. UU. lo atrapasen, sería deportado de inmediato a México.
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Poco antes del salto hacia una nueva vida
Luego de miles de kilómetros de caminata, solo una pared de hierro separa a los migrantes de su meta. Cruzar el cerco requiere de mucha energía y valor, que ellos ya tuvieron al tomar la decisión de irse de su país en pésimas condiciones. Viajan en grandes grupos, para poder defenderse de la violencia de bandas criminales que aprovechan su indefensión.
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"Somos mexicanos, somos imparables"
Así reza este cartel, en la playa de Tijuana, insuflando coraje a los que se van de México y de países centroamericanos hacia EE. UU., en busca de un futuro mejor. Desde hace generaciones, personas de Centro- y Sudamérica intentan ingresar a EE. UU. desde México para quedarse a vivir y a trabajar allí.
Imagen: Getty Images/AFP/G. Arias
Cerco de hojalata
Esta parte de la frontera México-EE. UU. aún deja mucho que desear, como lo demuestra la hojalata de la que está hecha. Pasar al otro lado no parece ser tarea difícil para muchos de los que lo intentan.
Imagen: Getty Images/AFP/G. Arias
Miedo a la invasión
No es un sitio en guerra, sino solo el punto geográfico donde termina EE. UU. y comienza México, en San Diego, California. Esa gran ciudad en la frontera es a menudo un foco de atención debido al temor que tiene EE. UU. de que entren migrantes a través de ella. Por eso reforzaron la zona limítrofe con cientos de soldados y con cercos de alambre de púas.
Imagen: Getty Images/AFP/G. Arias
Agotamiento después del viaje
Estos migrantes no pueden más: luego de la caminata de miles de kilómetros, tratan de dormir donde y como pueden. Aquí, en Juchitán de Zaragoza, la gente descansa en el suelo, a falta de alojamiento. Luego de una corta pausa, seguirán su largo camino hacia EE. UU., con la esperanza a prueba de todo, y luchando por llegar a cumplir su sueño.
Imagen: Getty Images/S. Platt
La caravana de la pobreza
Al igual que llegaron los migrantes en 2015 desde Siria o Irak, a través de las autopistas austriacas, hasta Alemania, esta caravana marcha por las rutas de México en dirección a la frontera con EE. UU. La mayoría de los migrantes provienen de países donde reinan la corrupción, la pobreza y la violencia, como Honduras, Nicaragua, Guatemala y El Salvador.