La economía alemana no sólo no ha logrado repuntar en el primer semestre del 2003 sino ha caído en la recesión. El último trimestre del 2002, el PIB sufrió un leve descenso y en el primer trimestre del 2003 también cayó. Desde 1996 el promedio de crecimiento alemán ha sido de 1.1% anual, comparado con el 2,2% de la zona Euro en su conjunto. Alemania sigue siendo la tercera economía mundial y el ingreso per cápita sigue siendo más alto que el promedio de la Unión Europa. Sin embargo la brecha se reduce rápidamente y pese a los esfuerzos del gobierno el desempleo aumenta, lo que provoca una sensación de desazón. El alemán promedio no entiende lo que pasa. Aunque la población reconoce que hay un problema no se pone de acuerdo en la causa. La mayoría adjudica la recesión a la costosa reunificación alemana, pues se trasladó hacia el este el sistema de bienestar y los salarios de occidente cuando la economía oriental no era competitiva. Otros afirman que el problema es la generosidad del Estado social alemán. Por último la tercera explicación a la debilidad económica germana es el euro y la integración europea. Alemania es el mayor contribuyente de la UE, con 9.800 millones de euros destinados a las cajas de Bruselas en el 2002.

Alto desempleo

Hace un año el gobierno de Gerhard Schröder propuso un plan para estimular la creación de empleos. El programa formulado por una comisión de especialistas que dirigía el empresario y jefe de personal del grupo Volkswagen, Peter Hartz, debía atacar a fondo el desempleo, un problema crónico y estructural que aqueja a la economía alemana y que constituye el principal desafío de Schröder como jefe de gobierno. Con nuevos modelos de trabajo, menos trabas burocráticas y recortando la ayuda al desempleo, el ejército de desempleados sería paulatinamente reducido en la mitad hasta mediados del 2005. Desde que Hartz presentó su ambicioso plan han sido implementadas dos primeras fases. La próxima semana el gabinete de Schröder decidirá sobre los programas Hartz II y Hartz IV, que contienen controvertidas propuestas como la fusión de subsidios al desempleo y ayuda social en un solo rubro.

Un balance irregular

Entre las regulaciones que entraron en vigor este año, la creación de los llamados mini-empleos ha tenido el éxito esperado con 960.000 nuevos puestos de trabajo. Este tipo de empleos perciben un máximo de 400 euros mensuales pero el trabajador no paga impuestos ni contribuciones.

El punto clave del programa de Hartz son las llamadas Personal Service Agenturen, agencias para la colocación de desempleados en puestos de trabajo temporal. Hasta finales de julio fueron fundadas 747 agencias de este tipo que debieran colocar hasta 35.000 personas. La iniciativa ha tenido un costo de 460 millones de euros y han logrado la contratación de apenas 6.500 desempleados. Sin embargo, los magros resultados no son concluyentes pues las agencias iniciaron su labor apenas en junio. Aunque reporten mejores resultados, críticos advierten que distorsionan la competitividad del mercado de trabajo temporal.

Otra fórmula para reducir el paro y fomentar que trabajadores ilegales vuelvan al mercado laboral regular, es ayudándolos a dar el salto a la independencia. El Estado ofrece subsidios de hasta 25.000 euros anuales para la creación de micro-empresas. Hasta la fecha han sido destinados un total de 42.226 subsidios de este monto, sin embargo aún es prematuro hacer un balance definitivo pues habrá que esperar a ver si las micro-empresas sobreviven.

Pese a estas iniciativas, el número de desempleados registrados el pasado mes de julio fue de 4,35 millones. Expertos advierten que la cifra podría dispararse hasta 5 millones hacia finales de año y que el problema de fondo es la tendencia a la baja de la economía durante los últimos años aunada al aumento de la deuda externa.