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Elecciones anticipadas en Grecia, fatídica señal

Christoph Hasselbach29 de diciembre de 2014

Una victoria de la alianza de izquierda Syriza en las elecciones anticipadas en Grecia puede poner en peligro lo logrado por el país hasta hoy con mucho esfuerzo, opina Christoph Hasselbach.

Imagen: AFP/Getty Images/S. Mitrolidis

Con las elecciones anticipadas en Grecia, probablemente el 25 de enero próximo, Alexis Tsipras podría lograr ahora lo que no pudo alcanzar hace algunos años: transformarse en primer ministro del país. Las encuestas, en todo caso, ven a su alianza de izquierda como ganadora de las elecciones anticipadas. Si Tsipras efectivamente es el próximo jefe de Gobierno griego y abandona la consolidación del presupuesto nacional, las consecuencias serían muy negativas, tanto para Grecia como para la eurozona en general.

Una retrospectiva: dos jefes de Gobierno griegos, el socialista Giorgos Papandreou y el actual, el conservador Antonis Samaras, tuvieron muchas dificultades para convencer a su pueblo de las reformas económicas y la necesidad de una política de austeridad. Ya entonces Alexis Tsipras lideraba la resistencia contra esas medidas. Pero sin esas condiciones, ni la Unión Europea ni el FMI hubieran salvado del colapso financiero a Grecia con nada menos que 240.000 millones de euros.

Apoyo de parte inesperada

Es significativo que en su campaña electoral de 2012, Samaras recibiera apoyo no solo de Angela Merkel, que pertenece a la misma familia de partidos políticos que Samaras, sino también del socialista François Hollande, presidente de Francia, y de Mario Monti, independiente, entonces primer ministro de Italia. Tanto Hollande como Monti se habían aliado en otras ocasiones contra una supuesta imposición alemana de austeridad. En el caso de los créditos para Grecia, sin embargo, a ambos les quedó claro que no solo estaba en juego la permanencia de Grecia en la eurozona, sino también toda la política europea de salvataje financiero.

Antonis SamarasImagen: Reuters/Y. Behrakis

El futuro económico de Grecia es hoy nuevamente incierto. Wolfgang Schäuble, el ministro alemán de Hacienda, advirtió que “los tratados con los Gobiernos anteriores deben ser cumplidos; si Grecia va por otra senda, tendremos una difícil situación”. La ironía de una probable victoria de Syriza es que, luego de varios años de recesión, la economía griega actualmente se recupera, si bien lentamente. Los sacrificios de la población podrían haber sido en vano si Tsipras termina con la política de ahorro y reformas.

A quienes pusieron dinero a disposición no les quedaría otra opción que cortar la ayuda. ¿A qué contribuyente en Alemania, los Países Bajos o Francia se le puede explicar conceder ayuda a Grecia prácticamente sin condiciones, es decir, sin hacer nada para eliminar las causas del endeudamiento? También sería difícil explicar a otros países salvados, tales como Irlanda y Portugal, que a ellos no se les autoriza abandonar la política de austeridad, pero a Grecia sí. ¿Por qué habrían de seguir haciendo sacrificios, pero Grecia no?

Dos objetivos incompatibles

Tsipras quiere las dos cosas: que Grecia permanezca en la eurozona, pero sin ahorrar. Eso es imposible. Hasta ahora, una victoria de Tsipras es solo teórica, ya que solo está basada en encuestas. Y también Tsipras ya no se expresa tan radicalmente como otrora. Antes quería terminar unilateralmente con la política de austeridad. Ahora dice querer negociar con los acreedores. Pero sus objetivos centrales, aumento de ingresos y jubilaciones, el fin de los despidos y de las privatizaciones, van contra las promesas hechas a quienes le prestaron dinero a Grecia.

Quizás muchos griegos hayan llegado también a la conclusión de que si bien las reformas le hacen bien al país, los políticos tradicionales nunca tuvieron el valor de aplicarlas hasta sus últimas consecuencias, por ejemplo, en cuanto a reducir la burocracia estatal, enorme, pero ineficiente, y mejorar la recaudación impositiva. Justamente el tema de los impuestos demuestra que no toda reforma supone automáticamente desventajas para los pobres, sino que pueden llevar también a más justicia social. De cualquier forma, Grecia no puede volver al pasado. Es de esperar que los griegos no destruyan lo alcanzado persiguiendo sueños políticos utópicos.

Christoph HasselbachImagen: DW/M.Müller
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