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Elecciones en Guatemala: exclusiones peligrosas

Javier Arguedas Morales
17 de junio de 2019

Una combinación de conspiraciones legales y temor a la inestabilidad política sacó del juego a los mejores candidatos presidenciales en Guatemala: un desarrollo peligroso para su débil democracia, opina Javier Arguedas.

Sandra Torres, llega primera a segunda vuelta, pero con amplio rechazo popular, como hace cuatro años.
Sandra Torres llega primera a segunda vuelta, pero con amplio rechazo popular, como hace cuatro años.Imagen: picture-alliance/AP Photo/M. Castillo

Si uno le pregunta a los guatemaltecos, todos dicen que quieren un cambio. Pero ya está claro que ese cambio no llegará en los próximos cuatro años. Al contrario, parece evidente que los problemas del país se profundizarán, pues ambos candidatos a la segunda vuelta electoral pertenecen a la vieja y corrupta clase política.

Adiós a los buenos

De este panorama, en realidad, apenas se puede culpar a los votantes. Al comienzo del controvertido proceso electoral, había aún dos candidatas que atraían a la mayoría de la población. Especialmente, Thelma Aldana, una ex fiscal general, se adelantó en las encuestas.

Thelma Aldana, ex fiscal general de Guatemala, candidata presidencial inhabilitada.Imagen: picture-alliance/AP Photo/O. de Ros

Su mayor pecado, sin embargo, fue luchar de frente contra la corrupción durante su mandato. En colaboración con la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (CICIG), una institución internacional anticorrupción respaldada por la ONU, Aldana envió a políticos corruptos a prisión.

Claramente, esto no podía permitirse en el tercer país más corrupto de América Latina. Así que los partidos tradicionales, junto con un poder judicial visiblemente politizado, bloquearon la candidatura de Aldana a las elecciones presidenciales. La amenaza de arrestarla por presunta corrupción como fiscal general pesa sobre ella en Guatemala. Aldana huyó al exilio.

Bienvenidos los malos

Sin embargo, a otros candidatos se les permitió continuar alegremente a pesar de las investigaciones abiertas en su contra. Es el caso de Sandra Torres, quien llega ahora con la mayoría de los votos a la segunda vuelta, y ha sido parte de la clase política por 20 años.

Torres fue primera dama del país entre 2008 y 2011, y candidata presidencial hace cuatro años. La financiación de sus campañas ha sido investigada varias veces, con resultados preocupantes. La CICIG descubrió formas ilegales de financiamiento y sugirió vínculos con el narcotráfico. Nadie entiende por qué el caso nunca llegó a juicio.

Los ciudadanos más educados comprenden bien que Sandra Torres no es una buena alternativa para su país. Solo es popular en las zonas rurales más pobres. Recibió la mayor cantidad de votos, pero es también la candidata por la que la mayoría de los votantes dijeron que no votarían. Está condenada al fracaso en la segunda vuelta, como hace cuatro años.

Alejandro Giammattei, llega segundo a la segunda vuelta.Imagen: Getty Images/AFP/J. Ordonez

Luego está Alejandro Giammattei: un candidato que se niega a entender que la gente no lo quiere. Giammattei está tratando de convertirse en presidente por cuarta vez, y gracias a la aversión a Sandra Torres, probablemente lo logrará en esta ocasión, tras la segunda vuelta. Pero también es polémico.

Giammattei estuvo bajo custodia durante tres meses, luego de que testigos y organizaciones de derechos humanos lo acusaran de ejecuciones extrajudiciales mientras ejerció como director de prisiones en Guatemala. El juicio se suspendió debido a la falta de evidencia, pero no se olvidó.

Los medios locales también ubican a Giammattei en contacto con políticos corruptos e incluso con narcotraficantes.

Aprender de los errores

Es obvio que ninguno de los candidatos será un buen presidente. ¿Por qué entonces los guatemaltecos, que tenían 19 candidatos para elegir, no eligieron a un candidato alternativo que pudiera desafiar a los tradicionales? La respuesta es clara: ya lo hicieron hace cuatro años. Y lo lamentan amargamente.

El actual presidente, Jimmy Morales, quien era entonces un popular comediante de televisión, fue votado en contra de Sandra Torres con casi el 70 por ciento de las boletas, en segunda vuelta. El pueblo celebró el fin de la corrupción y el clientelismo en la política.

Pero cuando la CICIG investigó nuevamente a la familia de Morales, el presidente anunció de repente el fin de la iniciativa de la ONU en Guatemala. Este fue el comienzo de una serie de casos de corrupción en el gobierno de Morales. Y Guatemala aprendió que su gran esperanza no era diferente de los demás. Ahora, el temor a una nueva decepción parece reconducir a los votantes hacia las caras familiares.

Mejor ninguno 

Las viejas estructuras de poder en Guatemala lo han logrado: quienes luchan contra la corrupción tuvieron que salir del juego, y los contendientes de partidos más pequeños no tienen ninguna posibilidad.

Tanto Sandra Torres como Alejandro Giammattei tienen posiciones claras contra la CICIG y, por lo tanto, contra el apoyo internacional en la lucha contra la corrupción. No hace falta preguntarse por qué.

Comprensiblemente, los guatemaltecos han participado a regañadientes en este nada transparente proceso. Las estimaciones iniciales sugieren una participación de apenas el 50 por ciento del padrón electoral. El gran perdedor es, al final, la democracia de Guatemala, pues este 11 de agosto, los ciudadanos elegirán entre dos candidatos a los que, en realidad, no quieren.

(rml/cp)

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