Elecciones en Israel: ¿Y el proceso de paz?
11 de febrero de 2009El partido centrista Kadima del saliente primer ministro Ehud Olmert y de su ministra de Relaciones Exteriores, Tzipi Livni, se convirtió en la mayor fuerza de la Knéset tras el recuento del 99 por ciento de los votos de las elecciones legislativas. Por sólo un mandato supera a su contrincante del derechista Likud, Benjamin Netanyahu. Ambos reclaman el derecho a conformar Gobierno, pues según la ley, el frente más fuerte en la cámara tiene la potestad de hacerlo. Y el Likud, muy probablemente, cuente con el apoyo del ultranacionalista Beitenu, de Avigdor Liebermann. ¿Qué significa todo esto? ¿Y qué repercusiones tiene eso en el proceso de paz?
La derecha, claro ganador
En entrevista concedida a la emisora Deutschlandfunk, Avi Primor, ex embajador de Israel en Alemania, dijo que esto significa que la población israelí exige una política de mano más dura “no sólo con los palestinos, sino con el mundo árabe, con Irán”. Los problemas existenciales se han vuelto tan acuciantes que la población tiene sólo la cuestión de la seguridad en mente. Por ello, el discurso antiárabe de Beitenu lo convirtió, por primera vez y con 15 escaños, en la tercera fuerza del país. Según declaraciones de Liebermann, su cooperación estaría condicionada al derrocamiento del movimiento radical islámico Hamás. Como fuere, el Likud bien podría formar un gobierno de coalición con seis agrupaciones de derecha que obtuvieron 65 de los 120 escaños del Parlamento. El gran perdedor de los comicios es el Partido Laborista del ministro de Defensa israelí, Ehud Barak, que ganó sólo 13 escaños (19 actuales).
Sólo un cambio de personal
“Nos pudimos haber ahorrado estas elecciones”, subraya por su parte Peter Philip, analista político de Deutsche Welle. En su opinión, hablar de los dos frentes políticos israelíes –una derecha nacionalista y una izquierda que busca la paz- es equivocado, pues “en realidad existe sólo ya un frente nacionalista y uno ultranacionalista, ninguno de los cuales tiene, en realidad, un concepto para lograr la paz. El elector no lo echa de menos, pues ha perdido la esperanza de un acuerdo pacífico. Se trata ahora de lograr la seguridad o una supuesta seguridad”. En realidad, así Philip, se trata sólo de una cuestión de cambio de personal, no de una verdadera alternativa política.
El ex embajador Primor hila un poco más fino. La posibilidad de que asuma Netanyahu y con él el nacionalismo a ultranza le resta toda posibilidad al proceso de paz, pues en realidad su prioridad es otra. Tzipi Livni, por el contrario, ha manifestado su deseo de impulsarlo. Sin embargo, suba quien suba, para Primor el punto decisivo está en ultramar: depende de la política del flamante presidente de Estados Unidos, Barak Obama.
Si éste decidiese realmente –contrariamente a lo que han hecho hasta el momento los mandatarios estadounidenses- impulsar el proceso de paz, el curso de los acontecimientos en Israel cambiaría, independientemente de que Obama sea demócrata. “Hablar de colisión ideológica es un absurdo, pues Obama es el elefante y nosotros la mosca”, asevera Primor puntualizando: “dependemos tanto de Estados Unidos, sin él Israel no existiría”. ¿Unas elecciones innecesarias entonces? Por lo menos en lo que respecta al proceso de paz, al parecer sí, pues los resultados de las elecciones demuestran que la voluntad de impulsarlo no está en Israel.