Elecciones en Turquía: una democracia injusta
8 de agosto de 2014¿Por qué hacer las cosas fáciles, si se pueden hacer difíciles? En vez de introducir el voto por correo, el gobierno turco ha preferido un método complicado: ha organizado puestos de votación en 116 lugares de 56 países del mundo. Para los turcos que viven en Alemania fue posible votar durante cuatro días (del 31 de julio al 3 de agosto), si bien solo en siete ciudades. También en las fronteras turcas se han ubicado locales electorales a fin de facilitar la votación para las personas que están de vacaciones. En Turquía, las elecciones tendrán lugar este 10 de agosto.
¿Hay algo criticable en estos preparativos? Al fin y al cabo, se podría decir que todo fue dispuesto y realizado según la ley. Y en efecto, a primera vista todo parece ser correcto. Pero, como se sabe, el diablo está en los detalles.
Ergodan quiere consolidar su poder
Las ambiciones del actual primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, son bastante claras. Con su ascenso al primer cargo político de Turquía, Erdogan quiere consolidar su poder, de modo que sus críticos y las fuerzas democráticas tengan aún menos influencia que ahora. De esta forma, el primer ministro podría poner fin a las muchas acusaciones en su contra por corrupción y abuso de autoridad. A esto se le suma la politización del islam, o, si se quiere, la islamización de la política en Turquía: bajo el liderazgo de Erdogan, iniciado en 2002, el pueblo turco se identifica a sí mismo cada vez más a través de la religión.
El factor religioso también ha fortalecido el amor propio de los turcos en la diáspora, ante todo de aquellos que viven en Alemania. La religión permite superar la sensación de rechazo cotidiano por parte de la sociedad alemana que muchos turcos tienen.
Los turcos en el extranjero no son decisivos
Los votos provenientes del extranjero no tendrán un papel central en estas elecciones presidenciales. Si se tiene en cuenta que hay 53 millones de personas con derecho a votar, es claro que los 1,4 millones de votos que podrían provenir de Alemania no pueden inclinar la balanza. Y ya no se trata de si Erdogan triunfa o no en las elecciones, sino con cuánta diferencia.
Además, muchos posibles electores en Alemania ni siquiera acudieron a votar: muchos habrían tenido que viajar cientos de kilómetros hasta el local electoral más cercano.
Así, vista con cuidado, la posibilidad de votar en Alemania fue una farsa y su objetivo era mejorar la imagen de Erdogan en el país. A partir de ahora, el político se podrá preciar de haber hecho posible para los turcos de la diáspora participar de la democracia en Turquía. Así mismo, los pasados gobiernos turcos deberían avergonzarse por no haberlo logrado en los pasados 40 años: jamás se preocuparon por los turcos en el extranjero.