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Emigrantes en Libia: el fin de un sueño

Maryline Dumas/ Hilke Fischer (JC/CHP)30 de abril de 2015

Decenas de miles de personas arriesgan sus vidas tratando de cruzar el Mediterráneo hasta Lampedusa. Antes de embarcar en Libia, muchos son trasladados a centros de detención, donde termina el viaje para la mayoría.

Libyen Auffanglager Kararim bei Misrata
Imagen: DW/M. Dumas

Hace días que prácticamente no zarpan barcos hacia Europa desde las costas de Libia. Mientras tanto, miles de refugiados luchan por conseguir un sitio en la cubierta de algún bote rumbo a Lampedusa, la isla italiana situada en mitad del Mediterráneo.

Historias espeluznantes sobre desastres marítimos en los que mueren centenares de personas ahogadas invaden la prensa desde hace semanas. Al contrario de lo que muchos podrían pensar, en el puerto de Trípoli, la capital de Libia, reina todo menos el bullicio. Por el contrario, un extraño silencio invade la vida diaria de las personas. Casi nada parece funcionar. Uno de los guardacostas, Shubi Bisher, hace inventario y calcula los barcos que tiene a su disposición. En este momento la mayoría necesitan ser reparados. Haría falta alguno de repuesto, lamenta. Para hoy sólo hay una embarcación disponible. “Tengo un pequeño remolcador, que a veces usamos. ¡Estamos trabajando con nuestros barcos particulares!”, se queja Shubi.

Shubi Bisher, guardacostas: “¡Estamos trabajando con nuestros barcos particulares!”.Imagen: DW/M. Dumas

Los guardacostas dejaron de patrullar en el mes de enero. Si no hay avisos de que alguna patera está abandonando el litoral y se dirige a Lampedusa, los efectivos de la Guardia Costera permanecen en tierra. Y es que la longitud -1.800 kilómetros- de la costa libia dificulta las tareas de vigilancia y facilita la labor de los remolcadores, barcos que, cargados de refugiados, zarpan de vez en cuando sin ser detectados por los radares. Por delante tienen 300 kilómetros hasta Lampedusa. El anterior gobierno de Gaddafi cooperaba estrechamente con las autoridades europeas. Libia vigilaba sus costas e impedía a los migrantes lanzarse al mar. Por el contrario, eran detenidos y enviados a campos de prisioneros, donde los abusos, las violaciones y las torturas eran habituales. Desde que cayó el régimen, las milicias controlan gran parte del país y los traficantes de personas campan a sus anchas.

“Tres de nosotros nos vamos en el barco”, explica Mohamed Baithi, jefe de la Guardia Costera. “Vamos armados para intentar detener a los refugiados”. El problema es que, naturalmente, quienes viajan a bordo de las embarcaciones no quieren dar la vuelta para regresar a Libia. “Quieren llegar a Europa. Cuando los traemos de vuelta, muchos empiezan a llorar o tratan de destruir nuestro barco”, dice Baithi. En ocasiones requieren de la ayuda de barcos mercantes que se encuentran en la zona para rescatar a los refugiados. En virtud del derecho marítimo internacional, los buques están obligados a colaborar en la evacuación de los migrantes.

La CE estima que hasta un millón de personas podrían estar preparándose para cruzar el Mediterráneo rumbo a Europa.Imagen: Küstenwache Libyen

El fin del viaje

Según las estimaciones de la Comisión Europea, es posible que en Libia haya hasta un millón de personas esperando para cruzar el Mediterráneo. Si durante el tiempo de espera son detenidos por la policía y carecen de un permiso de residencia válido, su viaje termina y acaban en campos de refugiados. Sentado y descalzo, Lamin Kébé espera en el patio del centro de detención de Zawiya, a unos 50 kilómetros al oeste de Trípoli. Hace casi un año, Kébé llegó a Libia con la esperanza de empezar una vida mejor. “Quería trabajar, construirme un futuro”, dice. Ahora, su sueño ha acabado. El senegalés es uno de los cerca de 8.000 inmigrantes que se encuentran recluidos en este tipo de campos, según indica el ministro del Interior libio, Khalifa Gwell.

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