Aun cuando Donald Trump se ha propuesto acabar con la separación de las familias en la frontera con México, el derecho de asilo en EE.UU es cada vez más limitado. Especialmente afectados están los centroamericanos.
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Las grabaciones de audio dieron la vuelta al mundo: gritos horrorizados de diez niños pequeños que, sumidos en llanto, llamaban a sus padres. Fueron tomadas en un centro de la Policía de Fronteras de los Estados Unidos. Allí se detiene a los menores, sin sus padres. Fue ProPublica, un medio estadounidense, quien las publicó. Los niños que se escuchan en estas tomas, según ProPublica, vienen todos de América Central. No es de extrañar; son sobre todo los habitantes de los países del "triángulo norte” –Guatemala, El Salvador y Honduras- los que, huyendo de la calamitosa situación en sus países, intentan llegar a Estados Unidos.
Según investigaciones del Pew Research Center, un think tank con sede en Washington, en la estadística general del país, la cantidad de inmigrantes que provienen del "triángulo norte” se ha incrementado en los últimos años; los que provienen de México han disminuido. "Muchos huyen de la violencia en su país, de la criminalidad de las bandas juveniles, por ejemplo”, cuenta el hondureño Dennis Muñoz, especialista en derechos humanos. En esa región, la violencia se ha vuelto insostenible; la única salida que ve la gente es huir hacia el norte.
"El triángulo norte”
Guatemala, El Salvador y Honduras están entre los países con mayor índice de asesinatos. La violencia doméstica contra mujeres y niños es masiva. Debido a la precaria situación económica de esos países, hay mucha gente en situación de pobreza y casi no tienen posibilidad de velar por su propio sustento. A ellos se añade la influencia de las llamadas pandillas, que controlan sectores de las ciudades y que, por ejemplo, exigen dinero a cambio de protección. Las débiles instituciones estatales no son capaces de proteger a su población. Es más, a menudo se encuentran infiltradas por el crimen organizado.
No obstante, esta gente que huye de la violencia y la criminalidad es detenida en las fronteras de Estados Unidos. Y es tratada como criminal: los menores son separados de sus familias; los padres son detenidos. Aunque el presidente estadounidense, Donald Trump, haya anunciado una orden ejecutiva para no separar a las familias, en la práctica, el derecho de asilo en Estados Unidos es cada vez más limitado. Hace pocos días, el ministro estadounidense de Justicia, Jeff Sessions, anunció que los migrantes no podrán aducir criminalidad o violencia doméstica como motivo para solicitar asilo. Y ésos son, precisamente, los motivos por los que la gente huye.
Volver a intentarlo
Hay que decir que para los migrantes nunca ha sido fácil el poder probar que se encontraban amenazados en sus países. Ahora, con las nuevas regulaciones, ya no habrá base legal para intentarlo. A pesar de ello, los tribunales sí que podrían obviar la nueva regulación de Sessions. Según Marco Pérez Navarrete, especialista de la Fundación Heinrich Böll en El Salvador, "aún cuando el margen de acción se ha estrechado, no creo que los jueces se atengan a ciegas al dictamen del gobierno”. En su opinión, cabe dudar también de que la dura ley de inmigración estadounidense pueda reducir el número de inmigrantes. "La gente seguirá huyendo”, dice Pérez Navarrete. "Aun cuando los repatrían, a menudo la única opción que ven es volver a intentarlo”, concluye.
Autor: Martin Reischke (mb/el)
Refugiados hondureños arriesgan sus vidas para llegar a EE.UU.
Los refugiados de Centroamérica intentan llamar la atención sobre los abusos y ataques que sufren cuando intentan llegar a Estados Unidos. Sanne Derks los documentó en un albergue en Apizaco, México.
Imagen: Getty Images/D. McNew
En movimiento
La mayoría de los inmigrantes centroamericanos viajan en el techo de los trenes de mercancías. Los oficiales de migración controlan con más frecuencia los buses. Cruzar la frontera americana es un reto. En caso de que no puedan permitirse un "coyote", un traficante de personas, muchos transportan drogas para pagarse el trayecto hasta la frontera, controlada por los carteles del narcotráfico.
Imagen: DW/S. Derks
Jugándose la vida
Un tren en marcha puede ser peligroso. Alex García, granjero de profesión, perdió una pierna al tratar de bajarse de un tren en movimiento. Se está recuperando en un centro de acogida de refugiados y no sabe qué será de su vida después de haberse curado.
Imagen: DW/S. Derks
No llamar mucho la atención
Según Miguel Ángel (en la imagen), el peor riesgo en el camino es ser secuestrado por una banda de crimen organizado como, por ejemplo, los Zetas. La mayoría de los inmigrantes no tienen celulares o un portátil en caso de que sean atrapadados o extorsionados.
Imagen: DW/S. Derks
Un alivio tras el arriesgado viaje
Los inmigrantes tratan de encontrar cobijo a lo largo de la ruta en uno de los 52 albergues o centros de acogida en México. En Apizaco, pueden descansar 24 horas a excepción de cuando han resultado heridos o han sufrido accidentes. Los cuatro hombres de la imagen tienen permiso para quedarse por más tiempo, porque recibieron disparos o fueron heridos durante el viaje.
Imagen: DW/S. Derks
Esperando horas y horas
A veces, los inmigrantes tienen que esperar días para tomar el próximo tren. Delmín Flores (centro) y sus primos, Alejandro Deras y Luis Deras, están sentados al sol durante horas en frente del albergue. Se vieron obligados a abandonar la región cafetera en Honduras tras el desplome de los precios del café. De noche, corren el riesgo de ser atacados o asesinados por los traficantes de órganos.
Imagen: DW/S. Derks
Trepando para encontrar la seguridad
Muy pocos niños o mujeres realizan el viaje en tren. El riesgo de caer en mano de traficantes o ser violados es muy alto. Esta mujer y su hijo realizan el viaje acompañados de su marido, quien ha intentado cruzar la frontera más de 17 veces.
Imagen: DW/S. Derks
Heridas de balas
Herdín Varga cuenta cómo fue disparado por un guardia sobre el tren. Las balas lo hirieron en el brazo y en la garganta. Si la bala hubiera entrado un centímentro más a la derecha, hoy estaría muerto. Recibió el permiso de recuperarse en el albergue y seguir el viaje temporalmente por México en autobús
Imagen: DW/S. Derks
Rezando y pidiendo seguridad
El albergue fue fundado y financiado por el cura católico Ramiro Sánchez en 2010. Luego se convirtió en una organización civil, independiente del gobierno. Antes de que se sirva la comida, los refugiados rezan juntos. Muchos son creyentes y piensan que Dios los protegerá durante su viaje.
Imagen: DW/S. Derks
Fuera del albergue
Si han dejado el albergue, los inmigrantes no pueden volver a pasar la noche en él. Esta regla se aplicó para proteger la seguridad de los empleados, quienes temen que los inmigrantes puedan haber estado en contacto con los traficantes de órganos.
"El albergue es para la ayuda humanitaria, no para que la gente haga negocios", dijo Sergio Luna, empleado del albergue, a DW.
Imagen: DW/S. Derks
Todo en vano
Este grupo de inimigrantes abordó el único tren que pasó ese día, pero paró inmediatamente después de haber dejado la estación de trenes. Se vieron obligados a recorrer el camino de vuelta hacia el albergue y esperar a tener más suerte la próxima vez.