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“En Nicaragua vivimos en una ficción de democracia”

Viola Traeder (ERS)1 de agosto de 2016

Tras la destitución de 28 parlamentarios opositores, el presidente nicaragüense, Daniel Ortega, amplía su poder y reduce las voces críticas. Expertos analizan el desarrollo político del exguerrillero sandinista.

Daniel Ortega y Rosario Murillo
Daniel Ortega y Rosario MurilloImagen: picture-alliance/dpa/M. Gutierrez

A tres meses de las elecciones presidenciales en Nicaragua, el Parlamento del país –dominado por los sandinistas- destituyó el pasado 29 de julio a 28 diputados de la principal coalición opositora. Los parlamentarios removidos pertenecían al Partido Liberal Independiente (PLI) y al Movimiento Renovador Sandinista (MRS).

Como consecuencia, el presidente Daniel Ortega pasa a controlar el Parlamento, donde podrá legislar sin obstáculos ni voces opositoras, además de los cargos de poder en el Tribunal Electoral y el Poder Judicial.

“En Nicaragua vivimos en una ficción de democracia”, sentencia la política opositora Edipcia Dubón, del Movimiento Renovador Sandinista (MRS). En declaraciones a DW, describe las elecciones del próximo seis de noviembre como “una obra de teatro donde todos los nicaragüenses conocemos la voluntad del productor de la obra y el desenlace de la misma: 'Ortega presidente nuevamente'.”

“El sandinismo histórico está muerto”

El mandatario nicaragüense gobierna el país centroamericano desde 2006. En opinión de Dubón, una de las diputadas destituidas, Ortega ha “vaciado de contenido todos los mecanismos de la democracia, suplantándolos por mecanismos que le otorgan autoridad y más poder.”

Según Günther Maihold, de la Fundación Ciencia y Política (SWP), Daniel Ortega es un “líder revolucionario” devenido en “individualista del poder, que ha logrado quitarse de en medio a todos los competidores e instaurar una autocracia familiar”. Para el vicedirector de la Fundación Ciencia y Política, el “ortegismo” tiene poco que ver con el sandinismo histórico, que está muerto desde hace tiempo.

Por su parte, el politólogo nicaragüense José Luis Rocha, de la Universidad de Marburgo, atribuye al mandatario y a su partido Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) una “voracidad insaciable” por los puestos estatales clave, “que ha permitido constituir un Estado absolutamente homogéneo”, donde solo existe un juego político mínimo.

La influencia de la primera dama

La primera dama, Rosario MurilloImagen: picture-alliance/dpa/M. Gutierrez

Rocha critica el creciente autoritarismo del Gobierno de Ortega, así como la reducción de espacios para otros partidos y para las organizaciones no gubernamentales. “La sociedad civil se ha empobrecido enormemente porque el FSLN ha tomado medidas para lograr que instituciones que hacen contrapeso al Gobierno se vean disminuidas”, dice a DW. Así por ejemplo, la mayor parte de la cooperación externa es canalizada a través del Gobierno o estrechamente supervisada por éste.

Por otro lado, el politólogo reconoce que el FSLN también ha tomado medidas en beneficio de los sectores populares, por ejemplo, en el sector del transporte, en la educación y la salud.

El fenómeno Ortega no se puede entender sin el análisis del rol de la primera dama, Rosario Murillo. Los expertos concuerdan en que ejerce una enorme influencia en el Gobierno. Según Maihold, Murillo controla la palanca del poder y reparte los puestos clave. José Luis Rocha señala, además, que se trata de una persona “mucho mejor preparada que Ortega, una persona muy inteligente, que escribe y habla muy bien”. Como consecuencia, el politólogo no cree que su influencia sea “enteramente negativa”.

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