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En plena pandemia, México sufre la peor sequía en 30 años

Sandra Weiß
4 de mayo de 2021

México está entre los diez países que más talan sus bosques primarios. Sus glaciares se derriten, perdiendo con ellos el agua dulce. La fallida política climática le está pasando la factura a México, dicen expertos.

Trockenheit Maisernte in Mexiko
Cosecha perdida de maíz en MéxicoImagen: Ofelia Harms

"Hace una semana, las autoridades nos dijeron que nuestro embalse se estaba quedando sin agua. Desde entonces, ya no podemos regar nuestro huerto", lamenta Norma García, una agricultora de Guerrero. Norma vive de la venta directa de sus alimentos en los mercados ecológicos. "Si no llueve pronto, va a afectar la cosecha", dice a DW. Norma García no es la única afectada: en el norteño estado de Sonora, las reses se están muriendo de sed; en el sur de Veracruz y el centro de Michoacán, la mayor parte de los lagos se han prácticamente evaporado; y en Ciudad de México, el agua está racionada desde hace semanas. Muchos mexicanos tienen que recurrir al costoso suministro de camiones cisterna privados.

Campos de golf en tiempos de "La Niña"

El 84% del territorio nacional mexicano sufre actualmente de sequía, según la autoridad del agua (Conagua). Esto favorece los incendios forestales, que en los últimos diez años se han intensificado, según la Agencia Nacional Forestal (Conafor). La agencia ha registrado 4129 incendios en 30 de los 32 estados en lo que va de año. La alcaldesa de Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, habla de la peor sequía en 30 años y critica a los ricos que, sin embargo, riegan sus jardines y campos de golf. Otros culpan al fenómeno climático "La Niña". Científicos y ecologistas dicen empero, que lo que ha fallado es la política, que sólo se centra en soluciones a corto plazo.

Recortes presupuestarios y prioridades equivocadas

"La respuesta a las catástrofes se caracteriza por la falta de prevención en todos los niveles de la política y la administración pública (....). El problema se agudiza aún más en México debido al desmantelamiento de las instituciones ambientales encargadas de diseñar, implementar, coordinar y evaluar las acciones de mitigación y adaptación al cambio climático, así como los temas forestales", señaló un grupo de organizaciones ambientalistas, entre ellas el Centro de Derecho Ambiental (Cemda), Greenpeace, Iniciativa Climática México y Pronatura Veracruz. Según el informe, el presupuesto de la Comisión Forestal se redujo en 43% desde 2012, mientras que el de la Comisión de Áreas Naturales Protegidas (Conanp) se redujo un 75% desde 2018. Luego, en 2019, se disolvió el Fondo Fiduciario contra las Catástrofes Naturales, que financiaba la lucha contra los incendios forestales.

Ni el gobierno actual ni los anteriores han priorizado la adaptación al cambio climático, afirma Diego Pérez Salicrup, director del Instituto de Sostenibilidad y Ecosistemas de la Unam a DW. Para él, esto se debe a un círculo vicioso de percepciones distorsionadas entre la población y las falsas exigencias resultantes a los políticos, que a su vez responden con una gestión de crisis a corto plazo en lugar de estrategias a largo plazo.

"Hoy, en México, el 75% de la población vive en las ciudades, lejos de la rutina diaria del campo y la naturaleza. Esta población, que tiene mucho peso político, ve el fuego como algo amenazante", explica a DW. Olvidan que muchos ecosistemas se autorregulan mediante pequeños incendios controlados, precisamente para "evitar una acumulación excesiva de material inflamable y, por tanto, incendios potencialmente más peligrosos", agrega Pérez Salicrup.

Poner freno a los especuladores del suelo

Observadores advierten empero que algunos incendios son deliberadamente provocados por especuladores inmobiliarios bien financiados que se apropian así de tierras para monocultivos como el aguacate o para proyectos turísticos. Una vez incendiado el bosque primario, los ayuntamientos se apresuran a autorizar su uso económico. "Hoy en día, el Ministerio de Medio Ambiente no tiene ni la capacidad ni los medios institucionales (...) para conciliar adecuadamente los datos y evitar estos cambios de uso del suelo", critican Greenpeace y Cemda. "Necesitamos estrategias de lucha contra el fuego a largo plazo, adaptadas a los ecosistemas y basadas en datos científicos”, reclama por tanto Pérez.

Cuestionable reforestación 

El abandono de décadas le pasa ahora factura a México. En estos días, la Universidad Autónoma de México (Unam) anunció la desaparición definitiva del glaciar de Ayoloco en la cima del volcán Iztaccíhuatl, al sureste de la capital. "Uno de los efectos inmediatos de esta desaparición es el acceso al agua dulce con el que contaba la Ciudad de México. Sin la presencia de las capas de hielo, la temperatura en la zona también incrementará, y los ciclos de la lluvia se verán gravemente condicionados”, advirtió el investigador Hugo Delgado.

La sequía también está alimentando la especulación sobre los precios de los alimentos. Los precios del maíz, por ejemplo, subieron un 40% este año, y los de la soja un 50%, según el Grupo Consultor de Mercados Agrícolas (GCMA). Esto está afectando desproporcionadamente a los pobres, que gastan una mayor parte de su dinero familiar en alimentos básicos.

El gobierno actual está respondiendo con un programa de reforestación. México se encuentra entre los diez países con mayor deforestación de bosque primario del mundo, según Global Forest Watch. Entre 2001 y 2018 se perdieron en promedio 212.070 hectáreas de bosque cada año, según la Conafor. No está claro si el programa de reforestación puede invertir la tendencia. Según Pérez, ni siquiera tiene ese objetivo: "Es principalmente para aliviar la pobreza rural y aumentar la cobertura de árboles en las zonas agrícolas". Pero eso tiene consecuencias perversas, según la investigación de los medios de comunicación: el bosque primario se tala, para luego ser reforestado con subvenciones gubernamentales y árboles no autóctonos. Pérez recuerda que "a los agricultores les gustaría regenerar el bosque natural, pero no reciben dinero por ello”.

(jov/er)

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