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Energía a partir de desechos orgánicos

26 de octubre de 2010

Unos 3.200 millones de personas no tienen acceso a fuentes de calor modernas. Cocinan y se calientan con "fuegos abiertos", nocivos para la salud y para el clima. Una posible solución: biogás de producción propia.

Sencillo modelo de cocina que funciona con biogás.Imagen: DW-TV

En muchos países falta la infraestructura necesaria para suministrar calor a los habitantes de las regiones más apartadas. Personas a las que no les queda más alternativa que la de quemar el combustible que tengan más a mano, sobre todo madera. Sin embargo, la combustión de la madera genera partículas perjudiciales para la salud y libera CO2 a la atmósfera.

Una alternativa pasa por el empleo de biomasa en las denominadas plantas de biogás domésticas. A través de la fermentación de los residuos orgánicos de personas y animales se obtiene gas metano que puede emplearse para cocinar, caldear, iluminar o para propulsar generadores para producir electricidad.

La ventaja de las pequeñas instalaciones de biogás reside en el hecho de que producen en el entorno en el que la energía acaba siendo empleada. Es decir, no hay que tender largas y costosas líneas para transportar la energía, las instalaciones se ubican junto a las casas, están construidas de forma sencilla, son fáciles de manejar y el combustible es de producción propia.

Planta de biogás del grupo de artistas "Superflex" en Tailandia.Imagen: SUPERFLEX

Biogás como ayuda al desarrollo

Es por ello que la implantación de estas instalaciones domésticas resulta ideal para el autoabastecimiento de la población en los países en vías de desarrollo. Personas que viven lejos de las infraestructuras pueden producir de esta manera de forma independiente para cubrir su propia demanda: calor para la cocina y la calefacción, así como energía para las lámparas de gas.

El principio es muy eficiente, en opinión de Andreas Michel, experto en energía de la Sociedad Alemana de Cooperación Técnica (GTZ, por las siglas en alemán): "el estiércol que generan diariamente dos o tres vacas, con el gas metano que contiene, es suficiente para cocinar durante cinco horas o iluminar una vivienda". Su organización ha apoyado, en los últimos años, la construcción de varios centenares de plantas de biogás en Bolivia y Ruanda, entre otros países. La mayoría de las instalaciones domésticas de biogás se encuentran en China, Botsuana e India.

Instalación doméstica de biogás.Imagen: AIDG

Otra posibilidad pasa por la instalación de plantas de mayor tamaño que no sólo producen electricidad de forma adicional, sino que, al mismo tiempo, son capaces de suministrar energía a pueblos enteros. Para garantizar el abastecimiento de biomasa, dichas instalaciones acostumbran a construirse junto a explotaciones agrícolas. Según la GTZ, sin embargo, el uso de las plantas de biogás para la producción de electricidad es poco significativo en comparación con su empleo para generar energía para calefacción y para cocinar.

Beneficios ecológicos frente a perjuicios para el clima

Según los datos del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), que en la actualidad apoya la construcción de 7.500 plantas de biogás en Nepal, una instalación de dichas características puede evitar la combustión de 4,5 toneladas de leña anuales de media, ahorrando con ello casi cuatro toneladas de emisiones de CO2. Además de evitar la generación de partículas perjudiciales para la salud. Por otra parte, los desechos líquidos que se generan en la instalación pueden ser aprovechados como abono para los cultivos, según Andres Michel, de la GTZ.

Eso sí, es importante que la instalación funcione correctamente. Es decir, que el gas metano generado sea recogido y quemado en su totalidad. Dado que si consigue llegar a la atmósfera se convierte en un gas veinticinco veces más perjudicial para el clima que el CO2. "Es por ello que hay que evitar a toda costa el denominado 'deslizamiento de metano'", subraya el experto en agricultura de Greenpeace, Martin Hofstetter.

Un problema adicional: las plantas de biogás no se pueden construir en cualquier lugar. No por una cuestión de falta de espacio. Las capas más pobres de la población no disponen del ganado y de la superficie cultivable necesarias para abastecer las instalaciones. Además del coste de las plantas, que en función de su capacidad y de la región oscila entre los 300 y los 1.200 dólares.

Competencia para los alimentos

Las vacas contribuyen al cambio climático más de lo que a menudo se cree.Imagen: CC/a.grimz

La producción de biogás puedeser también problemática si para su obtención no se emplean exclusivamente restos de la producción propia, sino que se destinan superficies agrícolas al cultivo de plantas energéticas. Una práctica que puede desplazar a la producción de alimentos, dado que la generación de energía aparece como un negocio más lucrativo. "Estamos ante una situación de competencia en la agricultura entre las plantas energéticas y la producción de alimentos", explica Hofstetter. Por ejemplo, en Alemania, donde el fenómeno es evidente, e incluso fomentado desde los poderes públicos.

Las oportunidades

Sin embargo, si se sitúa en un primer plano la seguridad del suministro energético y no el interés económico, la construcción de instalaciones domésticas de biogás resulta algo sensato. Especialmente para los habitantes de los países en vías de desarrollo, que disponen de esta manera de la posibilidad de abastecerse de energía por sí mismos. Los partidarios de la biomasa consideran que se trata de la fuente ideal, dado que se utiliza material del cual ya se dispone.

Autor: Po Keung Cheung
Redacción: Emili Vinagre

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