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Catástrofes

Entre huracanes y temblores: estamos con ustedes

Claudia Herrera Pahl
20 de septiembre de 2017

México y la zona del Caribe han vivido semanas de tragedia. Aún no se acaba de enterrar a las víctimas de los huracanes y de digerir el impacto del terremoto de Oaxaca, cuando otro gran sismo enluta a la región.

Mexiko Erdbeben Mexiko Stadt
Imagen: picture-alliance/ZumaPress

Que precisamente este 19 de septiembre, justamente 32 años después del devastador terremoto de 1985 con más 10.000 muertos, vuelva a temblar en  México es una coincidencia  tan improbable como que lo parta a uno un rayo en el desierto. Pero sucedió: el mismo día marcado por simulacros en oficinas y escuelas que se hacen desde hace unos años en la fecha de aquel fatídico jueves de 1985, volvió a temblar. Por lo menos 44 edificios colapsaron en la capital mexicana  y millones de ciudadanos tomaron despavoridos las calles en busca de protección. El número de muertos, entre ellos también escolares que no lograron salir a tiempo de sus aulas, asciende a más de 217 personas al momento de escribir este comentario. Es muy probable que la cifra crezca aún más.

Un día de tristeza profunda que nos muestra una vez más la fuerza de la naturaleza y nos recuerda lo vulnerables que somos los seres humanos. Pero estos días  demuestran también que los últimos 32 años y los cientos de temblores y huracanes que han pasado en ese tiempo, han dejado más allá de la profunda tristeza y vacío por aquellos que hemos perdido, impulsos y progresos importantes y visibles.

Sin querer minimizar la tragedia que representa cada una de las muertes contabilizadas - Irma 58 muertos entre Estados Unidos, Cuba y el  resto del Caribe, el temblor de Oaxaca 96 muertos, y el huracán María 1 muerto hasta ahora -  las últimas semanas de huracanas devastadores y fuertes temblores muestran que los gobiernos y sociedades de la región han aprendido y asumido las lecciones del pasado.

México se encuentra en una de las zonas de actividad telúrica más fuertes del mundo, y las islas caribeñas en una zona de huracanes recurrentes; eso no se puede cambiar.  El número de damnificados es alto y los daños materiales incalculables, pero jamás, por lo menos ese es el deseo y la esperanza, se volverán a registrar las cifras de aquel funesto 1985 que quedó gravado en la memoria histórica de una nación entera.

Se puede siempre criticar si no se podría haber alcanzado más en una región propensa a terremotos y huracanes, pero sería un error injusto ignorar los avances en estrategias de comunicación e información, en técnicas de simulacro, en medidas de emergencia e implementación de refugios logrados hasta ahora.

De los escombros debe surgir algo positivo, que fortalezca a la comunidad y que demuestra que ni monstruosos huracanes apocalípticos, ni terremotos pueden acabar con comunidades bien organizadas y unidas. Y nunca debe olvidarse que al  final ni la más moderna de las tecnologías es capaz de tender un puente tan fuerte como lo es el de la solidaridad humana. Valga decirles: no están solos, nosotros estamos con ustedes!

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