Cada vez se venden más bebidas en envases desechables en Alemania. Preocupada por este fenómeno, la organización ambientalista NABU nombró “Dinosaurio del año 2013” a la “Asociación de Envases de Bebidas del Futuro”.
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En Alemania hay una ordenanza que prescribe que por lo menos el 80 por ciento de los envases de bebidas deben ser, o bien botellas reutilizables, o envases desechables “ecológicamente ventajosos”, como cajas de cartón. Pero del dicho al hecho hay mucho trecho. En la práctica, desde 2008 se venden más bebidas en botellas de plástico y en latas que en botellas reutilizables, pese a que por lo general se cobra una garantía de 25 centavos de euro por recipiente desechable.
En 2011, la mayoría de los refrescos fueron vendidos en envases no reutilizables. Lo mismo vale para el agua mineral. La tendencia se ha acentuado desde que las grandes cadenas de descuento ofrecen, a precios imbatibles, agua en botellas que no vuelven a usarse.
“Envases del futuro”
Los productores de envases desechables, las embotelladoras y también algunos supermercados ven con beneplácito el fenómeno y quisieran fomentarlo. En octubre de este año fundaron la “Federación de Envases de Bebidas del Futuro” (BGVZ), que se opone a la “discriminación” de los envases desechables y argumenta que son más higiénicos y livianos, y que consumen menos recursos.
La Liga de Defensa de la Naturaleza de Alemania (NABU) critica tales propósitos y denuncia que ya el nombre de la federación es engañoso. “No se trata de envases del futuro, sino de defender intereses económicos a costa del medio ambiente”, señala el presidente de NABU, Olaf Tschimke. A su juicio, es una hipocresía presentar envases desechables como un aporte activo a la protección del medio ambiente. “Los embotelladores ganan grandes cantidades de dinero por envase retornable que no se devuelve”, explica.
La vida de una botella de plástico
Cientos de millones de botellas de agua son vendidas cada año en el mundo entero. Una vez que hemos saciado nuestra sed, ¿a dónde va a parar el envase?
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Mensaje en la botella
Cuando compramos una botella de agua, la mayor parte de lo que pagamos coresponde a la botella de plástico en sí. Pero el costo para el medio ambiente es mucho mayor. Para producirla, rellenarla, etiquetarla, almacenarla y refrigerarla se necesitan grandes cantidades de energía. Además, con ella engrosamos las montañas de desechos.
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Petróleo para el agua
La mayoría de las botellas plásticas está hecha de tereftalato de polietileno (PET), producido a base de petróleo. Tras haber sido extraído, el petróleo es llevado a refinerías como ésta, cerca de Colonia, que es la mayor de Alemania.
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Plástico granulado
El material es transportado desde las refinerías a fábricas que producen gránulos de plástico. Las fábricas de botellas derriten estos gránulos y los vierten en moldes que parecen tubos de ensayo. Luego, las compañías calientan estos pequeños tubos para dar a sus botellas la forma y el tamaño que deseen. Para reciclar las botellas de plástico hay que derretirlas y producir material granulado.
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Alternativa libre de petróleo
También se puede fabricar botellas de plástico biodegradable, hecho a base de vegetales, sin necesidad de usar petróleo. Pero eso no significa que sean infensivas para el medio ambiente. El cultivo de plantas para la producción de plástico biodegradable requiere grandes superficies de terrenos agrícolas, que podrían utilizarse para cultivar alimentos. Además, demanda grandes cantidades de agua.
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Línea de producción
En la planta embotelladora, las botellas son esterilizadas y rellenadas. Luego se les pone la tapa y se las etiqueta, para ser embaladas y transportadas. En esta planta de Sajonia se embotellan diariamente 1,5 millones de litros de agua y otras bebidas.
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Un largo camino
Una infraestructura eficiente desde el punto de vista del consumo de energía es la que provee a amplias regiones de agua de cañería. El transporte de botellas de agua, en cambio, genera emisiones de CO2. El The Earth Policy Institute estima que casi una cuarta parte de las botellas de agua atraviesa alguna frontera antes de ser consumida.
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Despilfarro de recursos
Según estimaciones del Instituto del Pacífico, se necesitan tres litros de agua para producir un litro de agua embotellada. En las zonas donde se ubican las plantas embotelladoras, la extracción concentrada de agua puede llevar a filtraciones, que luego redundan en que las comunidades locales sufran escasez del vital elemento.
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Problema de largo aliento
Según PETCORE Europe, una agrupación que promueve la sostenibilidad en la industra de plásticos PET, el año pasado se reciclaron en Europa más de 60 millones de botellas de plástico. Eso equivale a poco más de la mitad de las botellas utilizadas. El resto termina por lo general en vertederos, pese a que pueden tardar cientos de años en descomponerse.
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Devolución de envases
En Alemania se paga por muchas botellas de plástico una especie de garantía, que el cliente recibe al devolver el envase. Todos los negocios que venden bebidas en botellas de plástico tienen la obligación legal de recibir los envases usados para que puedan ser reciclados.
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Creciente demanda
Estados Unidos es el mayor consumidor mundial de agua embotellada. Pero China se le va acercando. Cada año se producen en China unos 10 billones de botellas de plástico, para lo que se utilizan unos 18 millones de petróleo crudo. La demanda china crece a la par que su economía.
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Otra vida
Reciclar botellas implica seleccionarlas y limpiarlas antes de volver a convertirlas en gránulos y estrilizarlos. De este matrial se puede hacer diversos productos, como fibras sintéticas. Y así termina la vida de una botella plástica, que consume en su ciclo una cantidad de agua mucho mayor que la que llegó a contener.
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¿Envases inofensivos?
Las latas y las botellas PET tampoco son a su juicio inocuas para la salud. Por ejemplo, el Ministerio austriaco del Medio Ambiente publicó en 2012 un análisis, según el cual se encontró en múltiples bebidas comercializadas en latas bisfenol A, una substancia que actúa sobre las hormonas.
Para incentivar un debate sobre los envases, NABU otorgó el premio “Dinosaurio del año 2013” al gerente de la federación BGVZ. Desde 1993, la estatuilla se entrega anualmente a personajes que se hayan destacado negativamente en el ámbito ecológico. El año pasado la recibió la entonces ministra de Agricultura, Ilse Aigner.