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Entrevista con escritor argentino Félix Bruzzone

21 de marzo de 2010

En el marco de la Feria del Libro de Leipzig DW-WORLD habló con el escritor argentino Félix Bruzzone, autor de la novela ‘Los Topos’, sobre los derechos humanos y la elaboración de la memoria desde la ficción.

Felix Bruzzone.Imagen: Jörg Singer

Félix Bruzzone es hijo de desaparecidos durante la dictadura militar argentina y uno de los representantes de la Nueva Narrativa Argentina. En su novela ‘Los Topos' plantea el tema de la búsqueda continua de la verdad a través de la memoria.

DW-WORLD: El personaje principal de su novela "Los Topos" es hijo de desaparecidos. Es un dato autobiográfico, ya que sus padres desaparecieron durante la dictadura militar en Argentina. ¿Cómo marcó este hecho su obra literaria?

Félix Bruzzone: El hecho de ser hijo de desaparecidos me motivó a trabajar alrededor de este problema desde que me dieron ganas de escribir sobre eso, tratando de hacer algo con el problema de los desaparecidos hoy. Es decir, trabajado desde una voz de alguien que vive hoy en el país donde pasaron esas cosas. Y a partir de ahí se fue dando. Me han dicho que se nota cierta libertad en la composición y en el abordaje de los problemas. No es algo que yo haya buscado. Se fue dando a partir de ese trabajo de buscar la forma de enfocar ese problema de ese personaje que son hijos como yo.

¿Qué puede decirnos sobre el nacimiento de Los Topos? ¿Cuál es la búsqueda del personaje? ¿Tiene que ver también con su búsqueda?

Los Topos surge de una serie de cuentos que se publicaron en otro libro que se llama “76”, que va a ser publicado en Alemania en agosto. Los Topos surge como cuento. La idea que yo tenía al comenzar era escribir otro cuento más. Y como no me cerró finalmente, y, como logré divisar un final que estaba bastante lejos del lugar al que había llegado la búsqueda del personaje, se extendió y se convirtió en novela corta. En realidad, pensándolo, tiene que ver con la segunda pregunta, sobre la búsqueda. Yo comencé escribiendo un relato, y ya estaban los problemas que tiene la novela pero la búsqueda no termina ahí y se extiende hasta conformar otro relato. Creo que la novela tampoco termina ahí. Quizá podría haber seguido con otros avatares que hubiese tenido el personaje. Es un personaje al que le empiezan a pasar muchas cosas en esa búsqueda. La idea de búsqueda para un personaje que es hijo de desaparecidos me empezó a dar la sensación, a partir de un momento, de que es una búsqueda constante. A partir de algo que no se encontrar y que está explícitamente puesto así, para que no se pueda encontrar, esa búsqueda nunca va a tener un final. Se haga lo que se haga. Es una búsqueda que es constante, es algo que esos personajes van a llevar siempre. Yo mismo como hijo la llevo siempre, en cada cosa que voy haciendo, incluso cuando hago literatura. Tal vez esta novela conforma una unidad con ese libro de cuentos, y quizás más adelante se sumen otros relatos conformando una especie de cosa inabarcable.

El tema forma parte de una nueva narrativa argentina que está buscando elaborar lo que pasó durante la dictadura argentina, los asesinatos, las desapariciones. ¿Cómo ve este tema como núcleo literario? ¿Lo ve como un tema eterno, comparable con el tema del Holocausto en Alemania?

Las películas sobre la Segunda Guerra Mundial me cautivaron siempre y hoy las sigo viendo. Debe ser que tocan algo que va más allá del tema en sí, y que sigue movilizándonos. Con la dictadura argentina pasa un poco eso. A pesar de que se suele escuchar que es un tema agotado, que ya podemos dar vuelta la página, me parece que no, es precisamente todo lo contrario, que lo que hace falta son enfoques diferentes. Lo que intento desde la literatura es tomar ese tema central y traerlo otra vez a cuento. Ya sea mediante un género literario que no se haya usado para abordar el tema, mediante la forma, se trata de traerlo. Es un tema muy productivo, tiene muchas posibilidades. En Argentina hay un discurso de querer dar vuelta la página desde hace unos años.

Los nuevos autores están haciendo precisamente lo contrario. Se ve justamente la intención de darle nueva forma al tema de la dictadura. ¿Cómo caracterizaría esa nueva narrativa?

Hay muchos puntos en común que diferencian a los escritores de otra generación de escritores. Quizás el hecho de haber nacido en dictadura, el haberse formado en años de desarraigo y diletantismo, de estar como boyando. Todos coincidimos en eso, en el marco histórico. Y además nos unen las nuevas teconologías, el internet.

En cuanto a los ideales políticos de sus padres, ¿siente que su literatura los juzga, los critica?


La figura de los padres es algo raro para mí, porque nunca los tuve. Tuve muchos padres, y mis personajes también están con ese problema. No se los puede juzgar sobre lo que hicieron o pudieron haber hecho. Es otra cosa que no se puede saber. Podría criticar lo que pudieron haber sido o llegar a ser, pero creo que en ese punto no puedo juzgar a mis padres. En algún momento, obviamente, me enojé con mis padres, porque uno va incorporando esos valores de la familia, del cuidado de los hijos, y se siente un poco descuidado cuando los padres se dedican a algo que los pone en peligro y que lo pone en peligro a uno mismo como hijo. Pero es una crítica adolescente. Ahora soy yo también padre y no puedo pretender ser el mejor padre, siempre habrá algo que criticar a los padres. Y la lucha de ellos sigue siendo un problema por la forma en que se dio y por la forma en que se dio la derrota posterior y la elaboración de esa derrota. A lo largo de todo el proceso de la búsqueda de justicia han sucedido muhas cosas. Y los resultados quizás hablan poco de lo que fue pasando en todo ese tiempo. Hay cosas que siguen sin resolverse. Una contradicción, por ejemplo, es que si yo me pusiera del lado del discurso de mis padres, no podría estar pidiendo por los derechos humanos. Sin embargo, la lucha se continúa a partir de los derechos humanos, a partir de la búsqueda de la justicia que lleve a la cárcel a los responsables. Mis padres pertenecían a una organización guerrillera y tenían otra forma de hacer política.

¿Piensa que en Argentina se hace lo suficiente en materia de derechos humanos?

En Argentina se ha hecho demasiado, creo. Es un país que ha intentado resolver ese problema, que es irresoluble, porque, si se lo piensa desde el lugar de un hijo, que es huérfano, hágase lo que se haga, va a seguir siendo huérfano, es una lucha que se ha llevado adelante. Se la puede criticar o no. Y es algo contra lo que se intenta ir con eso de “dar vuelta la página”, hacer como si el problema no hubiera existido. Pero existió. Y con toda la crítica que se le puede hacer a los organismos de derechos humanos, dichos organismos han llevado a cabo esa lucha. Hay muchos organismos de derechos humanos que están ligados al Estado, y eso es quizás un poco contradictorio. El Estado de hoy en Argentina no es el Estado de hace diez años, y es mucho más proclive a que esa lucha se produzca, pero sigue siendo el Estado. Siguen existiendo los intereses que hay siempre en países como Argentina, más allá de estas políticas más puntuales y efectivas alrededor del reclamo de los derechos humanos.

¿Qué esperás de tu presencia en la Feria del Libro de Lepizig?

Me dijeron que la Feria del Libro de Lepizig es una feria ligada al público. La idea de los que organizan ésto es presentar a la Argentina en un año muy especial, el año de la invitación de honor a la Feria de Fráncfort. Vamos a hablar de estos temas, que se pueden comparar con lo que pasó en Alemania, con el Holocausto. Mi expectativa es que se arme algún tipo de debate alrededor de esos temas, de la memoria, de cómo la ficción elabora la memoria, de los tipos de memoria y la forma de encararla.

Entrevista: Cristina Papaleo

Editora: Claudia Herrera Pahl

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