Los atentados de Estambul ofrecen al Gobierno turco un pretexto para poder detener a opositores. Algo que no ayuda realmente a combatir el terrorismo, opina Christian Buttkereit.
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A pesar de que el Estado turco haya estado luchando contra el terrorismo durante meses con todas sus fuerzas, 44 personas han fallecido hasta ahora a causa de los ataques del sábado (10.12.2016) en el centro de Estambul. Una hora después de las explosiones se detuvieron a trece sospechosos y, poco después, el Gobierno se declaró convencido de que el prohibido Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK ) estaba tras los atentados.
Ahora, gracias al grupo de los Halcones de la Libertad del Kurdistán (TAK), sabemos que no fue el PKK, sino otro grupo relacionado con ellos. Un juicio rápido en el que el Gobierno falló. Y aunque solo haya fallado por poco, supone una gran diferencia en todo el asunto.
De interlocutor a terrorista
Mientras los Halcones de la Libertad del Kurdistán destacaban por sus ataques sangrientos, el PKK era un interlocutor válido para el Estado turco de cara a conseguir la paz hasta hace un año y medio. Convertirlos en responsables justo después del atentado significa también desacreditarlos a la hora de retomar las negociaciones de paz. ¿Quién querría negociar con terroristas que mataron a decenas de policías?
Sin embargo, sin el PKK será difícil que llegue la paz al sureste de Turquía. Y sin esa paz, el terrorismo se extenderá a otras ciudades tal y como lo hemos podido ver en este terrible fin de semana. Con esa postura intransigente ante el PKK, Erdogan cierra todas las opciones de paz en Turquía. Negociar con el PKK no garantizaría que no haya otras organizaciones que cometan atentados, pero sí reduciría el riesgo. Ahora, con su comportamiento, el Gobierno turco da la impresión de no estar interesado en la paz con los kurdos. ¿Qué interés tiene entonces? En los últimos 30 años ya se comprobó que se puede reprimir militarmente el conflicto, pero no solucionarlo.
También parece grotesco que el Estado siga esforzándose en perseguir a terroristas y partidarios del terrorismo y, al mismo tiempo, encierre a miles de funcionarios, abogados, profesores y periodistas. 56 empleados universitarios fueron detenidos en la última semana por sus supuestas conexiones con el terrorismo, aunque probablemente no hayan matado ni hayan construido una bomba. Los atentados del sábado sirven como pretexto para detener a cientos de políticos pro kurdos del partido HDP. Una acción que solo sería justificable si consiguen probar la participación directa de cada uno de ellos en los atentados o, por lo menos, el haber tenido conocimiento de los planes.
La provocación de nuevos ataques
Al parecer, el Gobierno turco persigue a la presa equivocada. ¿Se podrían haber evitado los atentados si el Gobierno utilizase su energía en perseguir a terroristas realmente peligrosos en vez de a opositores políticos? ¿Qué papel tiene el servicio secreto, que no sabía de los atentados pero una hora después ya conocía a sus autores? Aunque el Gobierno llegase a plantearse estas preguntas, no serviría de mucho. Los atentados se han convertido en una razón para enfrentarse todavía más a los kurdos del sureste y provocar nuevos atentados, sin importar dónde o quién los cometa.
Tiempos duros para los periodistas (mayo 2014)
Un estudio reciente revela que, en la última década, la libertad de prensa nunca se había visto tan coartada como ahora. Más de cuatro quintos de la población mundial viven en países donde no se respeta este derecho.
Imagen: picture-alliance/dpa
Países sin libertad de prensa
Existen países donde la cobertura mediática de los hechos es balanceada, la seguridad de los periodistas está garantizada y el grado de influencia del Estado sobre los medios es pequeño. Pero, en 2013, solo el 14 por ciento de la población mundial –el valor más bajo desde 1996– vivía en esos lugares, según la ONG Freedom House, que describe a Turquía y Ucrania como países sin libertad de prensa.
Imagen: picture-alliance/AP Photo
Agresiones contra periodistas
En Turquía se han registrado numerosas agresiones contra periodistas. Gökhan Biçici (en la imagen), por ejemplo, fue detenido ilegalmente durante las protestas a favor de la conservación del parque Gezi en Estambul. Otra amenaza contra la libertad de prensa en Turquía es la reiterada y sistemática adquisición de medios por parte de empresarios cercanos a funcionarios de alto rango del Gobierno.
Imagen: AFP/Getty Images
Atención indeseada
Los profesionales de la prensa también han sido objeto de agresiones en Ucrania, sobre todo durante las protestas contra el Gobierno de Víktor Yanukóvich. La periodista Tetiana Chornovol, quien informó sobre el lujoso estilo de vida del mandatario, cree que el otrora hombre fuerte de Kiev está detrás de un ataque perpetrado en su contra.
Imagen: Genya Savilov/AFP/Getty Images
Por las buenas o por las malas
La crítica situación de la libertad de prensa es motivo de protestas en China y Rusia (foto). Los Gobiernos de estos países ejercen sutil influencia o agresiva presión sobre los medios, recurriendo a herramientas legales para poner coto a las opiniones que les son desfavorables. En Rusia se cerró la agencia de noticias RIA Novosti para luego reabrirla, convertida en un órgano del Estado.
Imagen: picture-alliance/dpa
Las paredes tienen oídos en EE. UU.
En Estados Unidos, el valor de la libertad de prensa sigue teniendo peso, pero su Gobierno le atribuye un rango menor que a la seguridad nacional. Eso está poniendo en peligro el ejercicio periodístico. Hace poco se supo que los teléfonos de la agencia AP habían sido intervenidos y con cada vez más frecuencia se le pide a los comunicadores que revelen la identidad de sus fuentes de información.
Imagen: picture-alliance/AP Photo
De regreso a la “era Mubarak”
Tras el derrocamiento del presidente Mursi, que muchos percibían como enemigo de la libertad de prensa, la labor periodística se ha dificultado mucho en Egipto. Numerosos comunicadores fueron detenidos al calor del golpe militar de 2013; cinco murieron a manos de militares, asegura Freedom House. Ahora, los medios se congracian con el Gobierno y las informaciones independientes son raras.
Imagen: AFP/Getty Images
Mali se recupera
Pese a todo, también hay sucesos esperanzadores. En Mali, el orden ha sido parcialmente restablecido tras las elecciones presidenciales y la expulsión de los rebeldes islamistas. Muchas de las rotativas que se detuvieron después del golpe de Estado de 2012 han entrado en marcha de nuevo. Solo el asesinato de dos periodistas franceses en Mali, en noviembre de 2013, empañó este panorama.
Imagen: AFP/Getty Images
Tendencias positivas
La situación de la libertad de prensa también mejora en Kirguistán (foto) y Nepal: en el primero, se redujo el número de agresiones contra periodistas en 2013 y, en el segundo, la influencia del Estado sobre los medios. Y en el informe más reciente de Freedom House Israel vuelve a ser descrito como un Estado con libertad de prensa.
Imagen: AFP/Getty Images
Asia Central causa preocupación
Freedom House analizó la situación de la libertad de prensa en 197 países, diseñando un cuestionario y un sistema de puntuación del 0 al 100 para las respuestas. 0 era la mejor puntuación que un Estado podía sacar cuando los investigadores preguntaban si la libertad de prensa estaba legalmente protegida o si existía censura. Turkmenistán, Uzbekistán y Bielorrusia obtuvieron la puntuación más alta.