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Derecho y leyes

¿Es la cárcel solo para los pobres en América Latina?

26 de enero de 2021

En distintos sectores de la población está extendida la idea de que los ricos rara vez son encarcelados. Casos de corrupción o desfalcos suelen ser saldados con multas. Dos expertos nos explican qué hay de cierto en eso.

Un joven es detenido durante las protestas estudiantiles de 2016 en Santiago de Chile.
Un joven es detenido durante las protestas estudiantiles de 2016 en Santiago de Chile. Imagen: Sebastian Silva Pizarro/dpa/picture alliance

"¡Cinco años de cárcel por robarse una gallina!”, dice un titular de la revista colombiana Semana de septiembre de 2014. "Caso Penta: paga multa y logra acuerdo”, dice el sitio web T13.cl de agosto de 2019. El primer relato se refiere a dos hermanos que comieron gallina y se fueron del restaurante sin pagar la cuenta. El segundo, a uno de los protagonistas de uno de los fraudes al fisco más sonados de los últimos años en Chile. Los dos primeros eran personas humildes. El otro, un empresario conocido, con influencias y contactos.

El desigual acceso a la justicia y la sensación de que hay sentencias suaves para los ricos y duras para los pobres, además de una aparente mano blanda contra funcionarios corruptos, fueron elementos que gravitaron en los recientes estallidos sociales latinoamericanos. Noticias similares a las que citamos al comienzo se encuentran por doquier, y no hay que hurgar mucho para encontrar casos emblemáticos, como el de Bastián Arriagada, joven de 22 años que estaba preso en Chile por vender discos pirateados cuando se produjo un incendio de la cárcel de San Miguel. Murió calcinado junto a otros 80 reos en 2010.

"Obviamente este fenómeno se repite muchísimo en la región, y si bien la idea de que los ricos pagan multas y los pobres van a la cárcel puede ser polémica, tiene razones y causas objetivas. Hay varios factores que lo explican", dice a DW Marie-Christine Fuchs, jefa del Programa de Estado de Derecho para América Latina de la fundación alemana Konrad Adenauer (KAS). "Uno de esos factores son los estereotipos, es decir, pensar que un pobre migrante es automáticamente un delincuente, como ocurre en Chile con los mapuches. Ese tipo de prejuicios se percibe también en el trabajo de la Policía y la Fiscalía”, explica.

"Otro factor son las condiciones gravísimas de las cárceles. A ellas efectivamente llegan los más pobres, y hay muchos estudios sobre esto. Los delitos más catalogados son robos, hurtos u otros relacionados con drogas. Las personas salen de las cárceles en peores condiciones, porque faltan programas de reinserción. Y bueno, obviamente hay una amplia tasa de impunidad en todo lo que se llama delitos de cuello y corbata, como en Chile es el caso Penta”, analiza la especialista.

En el incendio de la cárcel de San Miguel en 2010, 81 reos perdieron la vida, quedando en evidencia las paupérrimas condiciones del recinto penitenciario.Imagen: Ian Salas/dpa/picture alliance

Hay avances, pero…

El abogado y máster en Ciencia Política Gabriel Alemparte trabajó como asesor en gobiernos de la Concertación y la Nueva Mayoría, y es columnista del sitio web entrepiso.cl. Para él, el estallido social que afectó a Chile en octubre de 2019 tuvo varios elementos. "Uno de ellos tiene que ver con una sensación de impotencia frente a la falta de igualdad ante la ley, especialmente con la aplicación de esta para los más pobres, mientras la élite se cree y se siente en un lugar de privilegio que le permite evadir la ley y protegerse". Y agrega que "no es solo un problema sistémico de la justicia chilena, sino algo más profundo, es una sensación de una élite que se autoprotege en sus privilegios y riquezas”.

Pero hay otros condicionantes, pondera Fuchs. "Por ejemplo, políticos involucrados en actos de corrupción acceden a los mejores abogados, que siempre van a encontrar recursos legales para que el proceso nunca acabe”, explica. Si bien la experta alemana reconoce que ha habido avances, y que las defensorías públicas o del pueblo suelen contar con buenos especialistas, "se trata de instituciones que no siempre funcionan con muchos recursos y que obviamente no van a tener tiempo para defender todos los casos".

Alemparte también ve progresos en el caso específico de Chile. "En los gobiernos de la Concertación, entre 1990 y 2010, se avanzó muchísimo en la implementación de estos nuevos fenómenos delictivos (especialmente en delitos de cuello y corbata), y sobre todo con el cambio de la justicia procesal penal, que ahora es muchísimo más justa e igualitaria y resguarda mejor los derechos fundamentales que lo que había antes de 1999”. Reconoce, sin embargo, que falta una respuesta más eficaz contra conductas financieras ilegales y un mayor control e independencia de las agencias de recaudación impositiva, además de combatir "conductas delictivas bancarias y bursátiles e imponer penas efectivas de cárcel contra quienes atenten contra la fe pública”. 

Carlos Délano, un empresario con vínculos y contactos con políticos, fue uno de los protagonistas del llamado "Caso Penta", un sonado fraude al fisco. Fue condenado a una multa, libertad vigilada y asistir a clases de ética. Imagen: Sebastian Silva Pizarro/dpa/picture alliance

Nuevas brechas en el horizonte

"El gran problema general de la ley en Latinoamérica es que hay una brecha gigante entre la norma y la realidad. Hay constituciones gigantes con derechos sociales y políticos, pero no siempre se cumplen", dice Fuchs. También estima necesario que los pequeños delitos no se paguen con cárcel, sino con penas alternativas. Y pone sobre la mesa algo que ocurre en El Salvador que ella considera "terrible”: "Hay muchas mujeres en la cárcel porque se las acusa de haber intentado un aborto. Si una mujer pobre pierde a su hijo y no puede probar que no fue un aborto y no tiene dinero para un abogado que la defienda, puede ser que la metan en la cárcel. Es otro ejemplo gravísimo donde hay una política criminal ajena a la realidad de Latinoamérica, que debería cambiarse urgentemente".

Alemparte cree que también hay espacio para otros cambios, especialmente porque en muchos casos "la respuesta a los delitos sigue siendo muy antigua", pues "el Código Penal chileno es de 1865 y muchos delitos modernos o nuevos fenómenos no han sido abordados. Pensemos en delitos como los informáticos, acceso a información privilegiada, colusiones, legislación antimonopolio o anticorrupción", todos ellos elementos modernos que "no han sido fáciles de perseguir por su complejidad". 

Fuchs, en tanto, ve otra fuente de desigualdad en la pandemia del coronavirus. "Así como muchos de nosotros estamos trabajando desde casa, la Justicia también está operando a través de internet. Por eso, el acceso a ella dependerá cada vez más de tener un buen acceso a la red. Y si no ponemos atención a eso, teniendo en cuenta que hay 77 millones de personas en América Latina y el Caribe sin conexión a Internet, se gestará una nueva brecha y la desigualdad crecerá aún más”.

(ers)

 

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