“Posible, deseable y necesaria”, sostienen sus impulsoras. Al tiempo que invitan a “desnaturalizar la historia oficial que nos han contado”.
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La historia relata hechos del pasado, y suele aparecer como una disciplina con "verdades” estáticas, inamovibles e inapelables. Y, sobre todo, "neutrales”.
Lahistoria feminista, sin embargo, viene a cuestionar este modo de ver las cosas, y a postular que, en definitiva, mucho -o casi todo- dependerá de quién la escriba, y del "lente” con que se miren los acontecimientos.
"La historia feminista hace preguntas de géneropara interrogar los documentos del pasado”, sostiene al respecto la profesora mexicana Gabriela Cano, en diálogo con DW. "Reflexiona sobre la exclusión de las mujeres en la historia política”, agrega.
Así: "No se trata solo de exaltar a las mujeres de épocas anteriores, sino de profundizar en las relaciones sociales de poder, así como en los estereotipos y discursos culturales que definen su lugar en la sociedad”, aclara la investigadora.
"La historia que se sigue imprimiendo en manuales para los colegios y enseñando en la educación primaria, secundaria y superior sigue siendo bastante heteropatriarcal y racista”, afirma, en el mismo sentido, la doctora en historia de la Universidad de Chile Hillary Hiner.
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Solo hombres
"Hay un enfoque casi exclusivo en los hombres, y en particular, hombres de élite, blanco-mestizos, cis-género y heterosexuales”, critica. "Muy pocas veces se mencionan grupos o movimientos de mujeres, feministas, o disidencias sexuales. O, si se ven mujeres, es solo como parejas, familiares o en relación a "hombres importantes”, puntualiza Hiner, cofundadora de laRed de Historiadoras Feministas del país sudamericano, consultada por DW.
Asimismo, este sesgo, según la investigadora Ochy Curiel, no se da solo en los personajes destacados, sino en los escribas del relato. "En nuestro continente, la historiografía que se asume como oficial, en general, ha sido hecha por élites letradas, compuestas por hombres blancos, europeos, norteamericanos y criollos blanco-mestizos”, afirma a este medio.
"La historia oficial no solo es patriarcal y machista sino, y fundamentalmente, racista y clasista”, asegura la docente de la Universidad Nacional de Colombia y la Universidad Javeriana.
La manera en que se haga la historia definirá entonces qué se cuenta y qué se deja de lado. Qué se problematiza y cuestiona, y qué se adopta como "realidad irrevocable”. Así como a quiénes se "entroniza” y a quiénes se les adjudica un papel secundario.
"En la historia hegemónica se han construido ciertos relatos, como los próceres, o "los padres de la patria”, al tiempo que una parte de las luchas de resistencia en nuestro continente, como las luchas de pueblos indígenas y negros, han quedado afuera”, ejemplifica Curiel.
"En los relatos históricos tradicionales parecería que el protagonismo exclusivo de los hombres es un hecho de la naturaleza y no producto de una construcción social que, entre otras características, ha relegado a las mujeres a la vida del hogar y las labores de la maternidad”, indica, por su parte, Cano desde Ciudad de México.
Así las cosas: ¿cuáles serían entonces las propuestas?
"Desnaturalizar la historia oficial que nos han contado”, plantea la feminista decolonial Ochy Curiel. "Entender cómo se ha excluido a las mujeres de los relatos históricos y superar los prejuicios y preconcepciones que sustentan la idea de que los hombres han sido los principales actores de la historia”, postula, en tanto, la investigadora mexicana.
"La historia contada desde perspectivas feministas sería una historia mucho más pluralista y rica en cuanto a diferencias y diversidades”, argumenta, por su parte, Hiner.
A modo de balance, el consenso es claro: "Hay que reescribir la historia”, postulan. Nada menos.
(jov)
Dentro del búnker del feminismo mexicano
DW ingresó, en exclusiva, al edificio de la Comisión Nacional de Derechos Humanos en Ciudad de México, ocupado desde hace semanas por feministas que presentaron un petitorio que está siendo estudiado por las autoridades.
Imagen: Aitor Saez
La llama
Una decena de feminicidios diarios, seis de cada diez mexicanas violentadas y más del 95 por ciento de impunidad: motivos por los que grupos de feministas ocupan desde hace un mes la sede de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) en Ciudad de México. La protesta detonó después de que la madre de una niña violada se encadenara a una mesa para pedir atención.
Imagen: Aitor Saez
La mamá
Érika Martínez es la madre de esa niña, que hoy tiene 10 años. Ambas abandonaron su vivienda por las represalias del agresor tras haber denunciado el hecho. Su caso nunca prosperó y el violador sigue suelto. Encontraron un hogar en la ocupación de la CNDH, donde se sienten protegidas. Érika es una de las pocas caras visibles de la ocupación y ejerce de negociadora con los entes públicos.
Imagen: Aitor Saez
Abrazo en el patio
En el patio colonial se amontonan bultos de ropa de donaciones. Las ocupantes dicen necesitar ropa negra, tásers, cascos, rodilleras y cualquier material de protección para las protestas. El movimiento feminista ha elevado su presión en las calles con múltiples destrozos que les han costado muchas críticas, pero también han servido para visibilizar sus reclamos y ganar apoyo social.
Imagen: Aitor Saez
Carpetas
Las feministas mantienen conversaciones con la Secretaría de Gobernación, que se ha comprometido a no expulsarlas del edificio. A diario acuden de 5 a 8 mujeres a la ocupación para pedirles ayuda en sus casos y éstas los remiten a las instituciones pertinentes. Consideran que las autoridades tratan de trabajar conjuntamente para darles largas sobre sus peticiones y mostrar una aparente normalidad.
Imagen: Aitor Saez
Extintores para la defensa
En el vestíbulo de la entrada se juntaron todos los extintores del edificio para actuar con rapidez en caso de algún ataque. Las feministas aseguran que la policía las amedrenta al salir a la calle. Las encapuchadas consideran el número 60 de la calle Cuba su nuevo ‘bastión’.
Imagen: Aitor Saez
El zumbido simbólico
El zumbido del táser ya se ha vuelto sonido habitual y simbólico en las marchas feministas, que han escalado en sus niveles de violencia organizada. Esto les ha obligado también a extremar sus precauciones. En algunas de las protestas han sido atacadas con ácido, según cuentan, por ello nunca permiten acercarse a hombres, ni siquiera periodistas.
Imagen: Aitor Saez
Okupa Bloque Negro
El 16 de septiembre el Frente Ni Una Menos, formado por madres de víctimas de feminicidio, abandonó el edificio y se deslindó de la ocupación por desaveniencias entre su líder, Yesenia Zamudio -madre de una joven asesinada-, con las colectivas feministas radicales. Desde entonces la protesta pasó a autodenominarse Okupa Bloque Negro.
Imagen: Aitor Saez
“No nos vamos”
Las feministas quieren volver las instalaciones de la CNDH en el centro histórico capitalino en un refugio de mujeres. Ya han recibido mujeres violentadas o en situación de vulnerabilidad, que entran y salen según su necesidad. La Okupa realiza terapias, talleres de danza y planea habilitar un área para el estudio en línea de niños y niñas.
Imagen: Aitor Saez
Juntas
La antigua sala de juntas es hoy el comedor. Entre 30 y 40 mujeres mantienen viva la ocupación. Extendieron un petitorio que va desde inmunidad hasta una regadera para los baños. La CNDH lo revisará. El pasado viernes se liberó a Tania Elis, estudiante detenida en agosto por ocupar una parte de su Facultad de Estudios Superiores. Esa era una de las principales reivindicaciones del Bloque Negro.
Imagen: Aitor Saez
“El feminismo se encapuchó”
Hartas de años de protesta pacífica, reprimidas y sin ser escuchadas, las feministas radicalizaron su lucha con protestas donde ha predominado la iconoclasia, con pintadas en monumentos históricos. A su llegada a la CNDH, grafitearon los cuadros de próceres. Uno de esos retratos era el del expresidente Francisco I. Madero, pintado por una niña abusada sexualmente a los 7 años.
Imagen: Aitor Saez
¡Prohibido hombres!
Las encapuchadas sólo han permitido el acceso a la ocupación a un fotógrafo y a este periodista. Hasta el momento han querido mantener el edificio libre de hombres por seguridad de las refugiadas o vulneradas que se pueden encontrar en su interior. Ahora han hecho algunas excepciones con ánimo de que la ocupación pueda llegar a otras partes del mundo y servir de referente al movimiento feminista.
Imagen: Aitor Saez
Bandera morada
De la fachada cuelgan centenares de fotos de mujeres asesinadas, desaparecidas, abusadas… La bandera nacional reza ‘México feminicida’ y en el mástil superior ahora ondea una bandera morada.