“Hemos tenido un retroceso de 100 años”, sostuvo la líder feminista y académica venezolana Magdymar León, en relación a los derechos de las mujeres en su país.
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Es feminista y es venezolana. Es una de las que decidió quedarse en el país y seguir luchando por los derechos de las mujeres. Muy especialmente por los derechos reproductivos y de salud.
Sabe de dificultades, y no menos, de sortearlas. Magdymar León es psicóloga, coordinadora de AVESA, Asociación Venezolana para una educación sexual alternativa, desde donde brinda apoyo a víctimas de violencia sexual, y también es profesora universitaria de teoría feminista.
DW: ¿Cuál es la situación de las mujeres hoy en Venezuela?
Magdymar León: Hemos tenido un retroceso de 100 años en cuanto a los derechos de las mujeres venezolanas, yo lo resumo así.
Todo lo que en su momento se logró en relación a las mujeres, va hacia atrás de una manera impresionantemente acelerada
¿Por qué? ¿En qué aspectos se refleja esta situación?
Cada vez somo menos mujeres en la vida pública. Está bien visto que la mujer se quede en casa, no el hombre.
Y se ha puesto el centro más bien en promover la maternidad. El presidente (Nicolás) Maduro ha dicho textualmente: "¡A parir pues, a parir! ¡Todas las mujeres a tener seis hijos!¡Que crezca la patria!" Esos son sus mensajes.
Una cosa que yo nunca había visto en Venezuela, en mis 50 años de vida, es que se hiciera una selección por sexo de quién va a la escuela y quién no.
Por la situación de pobreza, estamos viendo en algunos sectores que hay una selección por sexo en las propias familias de quién accede a la educación. Siempre en atención a la cultura patriarcal y en detrimento de las niñas.
Usted se ocupa especialmente de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres. ¿Cómo es la situación en este ámbito?
Aquí el retroceso se ve en la imposibilidad de las mujeres de controlar su reproducción, es decir, de ejercer una autonomía reproductiva que permita decidir cuántos hijos e hijas tener. Y por tanto, de tener la posibilidad de elegir con libertad un proyecto de vida.
El acceso a los métodos anticonceptivos está fuertemente limitado en el país. En un estudio que hicimos recientemente en el Estado de Miranda, el 80 % de las mujeres reveló que no quiere tener hijos. Pero no tienen acceso a métodos para evitarlo.
Por otro lado, las mujeres están desbordadas con tareas de cuidado, más aún durante la pandemia. Y esto en un contexto en que para preparar una simple arepa para el desayuno, muchas mujeres tiene que cocinar con leña porque no tienen servicio de gas, con lo cual todo requiere muchísimas más horas.
Sabemos que muchas mujeres dedican 12 horas diarias a estas tareas. Entonces: ¿en qué tiempo van a acceder a una actividad de capacitación, por ejemplo? Menos aún si no disponen de electricidad ni de internet.
Pero las causas de esta situación no son solo económicas.
No, claro, Venezuela tuvo momentos de bonanza económica. Evidentemente no se hicieron las inversiones necesarias, ni las políticas públicas fueron las adecuadas, y hemos tenido como resultado una debacle económica.
Pero esto no se resuelve meramente en el ámbito económico: aquí hay que hacer modificaciones sustantivas y estructurales en toda la política.
¿Cuáles deberían ser las primeras medidas para cambiar esta situación?
Definitivamente el Estado tiene que hacer algo con el tema de los cuidados. Es urgente que se desarrollen políticas publicas de cuidado y que además se promuevan políticas públicas en el tema de salud sexual y salud reproductiva.
Sin garantía de los derechos de las mujeres no hay manera de salir de la crisis. En la medida en que aumentan las brechas de género, pues nos hundimos todos más.
Es decir, el respeto de los derechos de las mujeres está estrechamente relacionado con el grado de justicia social en el país.
Por supuesto. Realmente es preciso garantizar los derechos de las mujeres para poder hablar de justicia social. Si los derechos no son garantizados, las inequidades se profundizan. La garantía de derechos es básica para la justicia social y para la democracia. Lo que hay en Venezuela es injusticia social.
¿En este marco, cómo está el movimiento de mujeres?
Muy golpeado. Muchas organizaciones de gran trayectoria han tenido que cerrar. Y a las organizaciones que nunca hemos estado alineadas con la política del gobierno nos ha costado muchísimo la supervivencia. Es un contexto bastante hostil.
¿Ve también signos de esperanza?
Lo que veo positivo es algunas venezolanas estamos en el país y nos queremos quedar, y poco a poco, estamos construyendo y experimentando nuevas formas de organización. Creo que hay como una conciencia distinta, un momento de mayor madurez.
Dentro del búnker del feminismo mexicano
DW ingresó, en exclusiva, al edificio de la Comisión Nacional de Derechos Humanos en Ciudad de México, ocupado desde hace semanas por feministas que presentaron un petitorio que está siendo estudiado por las autoridades.
Imagen: Aitor Saez
La llama
Una decena de feminicidios diarios, seis de cada diez mexicanas violentadas y más del 95 por ciento de impunidad: motivos por los que grupos de feministas ocupan desde hace un mes la sede de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) en Ciudad de México. La protesta detonó después de que la madre de una niña violada se encadenara a una mesa para pedir atención.
Imagen: Aitor Saez
La mamá
Érika Martínez es la madre de esa niña, que hoy tiene 10 años. Ambas abandonaron su vivienda por las represalias del agresor tras haber denunciado el hecho. Su caso nunca prosperó y el violador sigue suelto. Encontraron un hogar en la ocupación de la CNDH, donde se sienten protegidas. Érika es una de las pocas caras visibles de la ocupación y ejerce de negociadora con los entes públicos.
Imagen: Aitor Saez
Abrazo en el patio
En el patio colonial se amontonan bultos de ropa de donaciones. Las ocupantes dicen necesitar ropa negra, tásers, cascos, rodilleras y cualquier material de protección para las protestas. El movimiento feminista ha elevado su presión en las calles con múltiples destrozos que les han costado muchas críticas, pero también han servido para visibilizar sus reclamos y ganar apoyo social.
Imagen: Aitor Saez
Carpetas
Las feministas mantienen conversaciones con la Secretaría de Gobernación, que se ha comprometido a no expulsarlas del edificio. A diario acuden de 5 a 8 mujeres a la ocupación para pedirles ayuda en sus casos y éstas los remiten a las instituciones pertinentes. Consideran que las autoridades tratan de trabajar conjuntamente para darles largas sobre sus peticiones y mostrar una aparente normalidad.
Imagen: Aitor Saez
Extintores para la defensa
En el vestíbulo de la entrada se juntaron todos los extintores del edificio para actuar con rapidez en caso de algún ataque. Las feministas aseguran que la policía las amedrenta al salir a la calle. Las encapuchadas consideran el número 60 de la calle Cuba su nuevo ‘bastión’.
Imagen: Aitor Saez
El zumbido simbólico
El zumbido del táser ya se ha vuelto sonido habitual y simbólico en las marchas feministas, que han escalado en sus niveles de violencia organizada. Esto les ha obligado también a extremar sus precauciones. En algunas de las protestas han sido atacadas con ácido, según cuentan, por ello nunca permiten acercarse a hombres, ni siquiera periodistas.
Imagen: Aitor Saez
Okupa Bloque Negro
El 16 de septiembre el Frente Ni Una Menos, formado por madres de víctimas de feminicidio, abandonó el edificio y se deslindó de la ocupación por desaveniencias entre su líder, Yesenia Zamudio -madre de una joven asesinada-, con las colectivas feministas radicales. Desde entonces la protesta pasó a autodenominarse Okupa Bloque Negro.
Imagen: Aitor Saez
“No nos vamos”
Las feministas quieren volver las instalaciones de la CNDH en el centro histórico capitalino en un refugio de mujeres. Ya han recibido mujeres violentadas o en situación de vulnerabilidad, que entran y salen según su necesidad. La Okupa realiza terapias, talleres de danza y planea habilitar un área para el estudio en línea de niños y niñas.
Imagen: Aitor Saez
Juntas
La antigua sala de juntas es hoy el comedor. Entre 30 y 40 mujeres mantienen viva la ocupación. Extendieron un petitorio que va desde inmunidad hasta una regadera para los baños. La CNDH lo revisará. El pasado viernes se liberó a Tania Elis, estudiante detenida en agosto por ocupar una parte de su Facultad de Estudios Superiores. Esa era una de las principales reivindicaciones del Bloque Negro.
Imagen: Aitor Saez
“El feminismo se encapuchó”
Hartas de años de protesta pacífica, reprimidas y sin ser escuchadas, las feministas radicalizaron su lucha con protestas donde ha predominado la iconoclasia, con pintadas en monumentos históricos. A su llegada a la CNDH, grafitearon los cuadros de próceres. Uno de esos retratos era el del expresidente Francisco I. Madero, pintado por una niña abusada sexualmente a los 7 años.
Imagen: Aitor Saez
¡Prohibido hombres!
Las encapuchadas sólo han permitido el acceso a la ocupación a un fotógrafo y a este periodista. Hasta el momento han querido mantener el edificio libre de hombres por seguridad de las refugiadas o vulneradas que se pueden encontrar en su interior. Ahora han hecho algunas excepciones con ánimo de que la ocupación pueda llegar a otras partes del mundo y servir de referente al movimiento feminista.
Imagen: Aitor Saez
Bandera morada
De la fachada cuelgan centenares de fotos de mujeres asesinadas, desaparecidas, abusadas… La bandera nacional reza ‘México feminicida’ y en el mástil superior ahora ondea una bandera morada.