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Religión

Iglesia Católica de EE.UU.: Moralista sin moral

15 de agosto de 2018

Duele. Aturde. Avergüenza. El abuso sexual durante décadas ha convertido a la Iglesia Católica en un infierno para las víctimas. No hay alivio para su sufrimiento, opina Astrid Prange.

Papst Frinziskus weiht Priester
Imagen: Reuters

Y, ¿también abusaron de ti? Muchos católicos podrían verse confrontados, en el futuro, con esta dolorosa pregunta. Los escándalos de abusos sexuales envenenan, entre tanto, a toda la iglesia mundial. Desde que el diario "Boston Globe" reveló los primeros casos en Estados Unidos en 2002, los escándalos se han sucedido.

Abusos sexuales cometidos por clérigos en EE. UU., Australia, Italia, Irlanda, Chile, Alemania y en otros muchos países: cada vez más víctimas denuncian sus casos, cada vez más obispos y sacerdotes son declarados culpables y cada vez más creyentes abandonan su Iglesia.

Por lo tanto, es importante señalar que cuando se conocen nuevos incidentes de abuso sexual, esto no disminuye el sufrimiento de las víctimas. Todo lo contrario: la revisión, el esclarecimiento, la justicia y la compensación son cada vez más importantes.

El sufrimiento de las víctimas

Se corre el gran peligro de que, debido a su frecuencia, los escándalos de abusos en la Iglesia Católica sean cada vez más indiferentes para la opinión pública. Pero a diferencia de la vida de los espectadores de noticieros, la de las víctimas no continúa con normalidad el día después del delito.

La revisión de los casos de abuso ha comenzado en Roma y en muchas iglesias locales, pero todavía está lejos de llegar a su fin. El desgarrador informe de la investigación en Pensilvania lo demuestra de manera impresionante. El resultado de esta revisión puede cuestionar a la Iglesia católica como institución en su forma actual, porque una institución en la que ocurren y se encubren tales actos de violencia, pierde merecidamente su aceptación social.

El Vaticano está ahora presionando para que se lleve a cabo esta dolorosa autopurificación. Es tarde, pero ojalá no sea demasiado tarde. Irónicamente, el exdirector del Catholic Canisius Kolleg en Berlín, Klaus Mertes, quien en 2010 destapó los escándalo de abusos sexuales en la Iglesia Católica en Alemania, certifica los logros en Roma: la Comisión de Protección del Niño, impulsada por el Vaticano, en la que también están representadas las víctimas de violencia sexual, realiza un excelente trabajo, según Mertes.

Astrid Prange, redactora de DW.Imagen: DW/P. Böll

En Alemania, la Conferencia Episcopal ha impuesto pautas estrictas sobre cómo manejar y prevenir el abuso sexual. Las víctimas tienen derecho a una indemnización y los plazos de prescripción para el abuso sexual se ampliaron a 30 años en 2013, a diferencia de Estados Unidos.

Laicos desesperados

Pensilvania revela, de nuevo, los abismos humanos, la doble moral y la capacidad de sufrimiento que todavía prevalece en la Iglesia Católica en la actualidad. Aunque parezca tentador condenar a toda la institución, no es nada fácil trazar una línea entre lo "bueno" y lo "malo", porque no solo los fieles comprometidos y los laicos sufren por el abismo y contradicciones de "su" Iglesia. Además, muchos sacerdotes y obispos, que no cumplen el celibato o llevan una doble vida o porque son homosexuales, están desesperados con su Iglesia. Sin dejar de mencionar a las mujeres, a quienes se les niega la ordenación.

Desde el Concilio Vaticano II, mucho ha cambiado en la Iglesia, pero demasiado poco como para salvarla de su rigidez. Millones de católicos devotos luchan para que se produzcan cambios en la moral sexual católica, en el trato con personas divorciadas que se vuelven a casar, en el celibato y en la misión de las mujeres. Se merecen el reconocimiento.

Los tiempos de infalibilidad papal e intangibilidad sacerdotal se han terminado. Sin embargo, Roma sigue manteniendo su listón de dogmas morales muy en alto hasta el día de hoy. La serie de escándalos de abusos sexuales hace tiempo que sacudió los pilares de este jerárquico universo masculino. Este se ve amenazado por una implosión moral.

Astrid Prange de Oliveira  (RMR/ER)

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