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Escudo antimisiles en Polonia: más política que defensa militar

Luna Bolívar Manaut19 de agosto de 2008

Tres días han bastado para concluir una negociación que duraba ya tres años: Polonia da luz verde al sistema antimisiles y Estados Unidos estacionará sus defensas en pleno corazón de Europa. ¿A qué se debe tanta prisa?

Los negociadores de Polonia (izq.) y EE.UU, llegan a un acuerdo sobre el escudo antimisiles.Imagen: AP

Los vuelos diplomáticos están en temporada alta. Moscú y Tbilisi son dos de los destinos más solicitados y, como siempre, Bruselas. En la capital belga se han reunido con carácter extraordinario los ministros de Exteriores de la OTAN. Hasta allí se desplazó Condoleezza Rice, la secretaria de Estado estadounidense, que nada más salir del encuentro sigue camino hacia Varsovia.

De Bruselas a Varsovia: Condoleezza Rice acude a firmar el acuerdo militar.Imagen: picture-alliance / dpa

El miércoles es el día “D” tras una ardua negociación, cuyo éxito llega tan rápido como imprevisto: Rice plasmará su firma en el documento que, una vez aprobado por el Parlamento polaco, permita a Estados Unidos instalar en el país un escudo antimisiles. Con él, el sistema de defensa norteamericano sobre suelo europeo, que incluye un radar estacionado en la República Checa para el que existe acuerdo desde julio, queda completo.

En Moscú no están nada contentos con este frenesí ratificador en pro de Occidente. El ministro de Exteriores ruso, Sergej Lavrov, ha anulado en señal de protesta su propia visita diplomática a Polonia, prevista para el próximo septiembre. El jefe del Estado Mayor en funciones, el general Anatoli Nogovitsin, habla de armas nucleares y de Polonia como objetivo militar “preferente”.

“No hay que dejarse intimidar por la propaganda rusa”, dice a DW-WORLD Oliver Thränert, experto de la Fundación Ciencia y Política de Berlín. Y, sin embargo, en ciertos lugares las amenazas del Kremlin parecen encontrar suelo fértil. “En Polonia se ha extendido una fobia, alimentada por motivos históricos, y de ella está siendo víctima la misma clase política, al menos el presidente, Lech Kaczynski”, comenta Thomas Rautenberg, corresponsal de la Deutsche Welle en Varsovia.

El armario y sus fantasmas

Uno de septiembre de 1939: soldados alemanes ocupan Polonia.Imagen: dpa

En 1939, la Alemania nazi y la Rusia de Stalin acordaron repartirse Polonia. Cuando los aliados en Londres y París despertaron de su letargia, la Wehrmacht ya marchaba sobre el país. Después de la II Guerra Mundial vinieron el dominio soviético y los tanques moscovitas cuando había que poner orden. De ahí que la reciente ofensiva rusa sobre Georgia despierte a la altura de ciertas coordenadas europeas viejos fantasmas.

“Aquí se dice que primero ha sido Georgia, después serán Lituana y Ucrania y, al final, también Polonia”, explica Rautenberg la desconfianza con la que los polacos miran hacia el Kremlin. Antes de la guerra en el Cáucaso, más del 80% de los ciudadanos se manifestaba en contra de permitir a Estados Unidos estacionar sus misiles en Polonia. Ahora, el 60% se dice a favor. Hoy ya no importan los obstáculos que durante tres años han dificultado la negociación con Washington.

“En realidad, se podría haber llegado a este mismo acuerdo hace meses. No hay ninguna diferencia entre lo que se ofrecía antes y lo que se va a firmar ahora. Y si hubiera sido por Kaczynski, habría acuerdo desde hace tiempo. Pero Tusk… Tusk es diferente”, dice el periodista refiriéndose a Donald Tusk, el primer ministro polaco.

El juego de Tusk y los límites de la amenaza real. ¡Siga leyendo!

(izq. a dcha.) Los presidentes de Estonia, Polonia, Lituania y Letonia muestran su apoyo a su colega georgiano (centro), agosto de 2008.Imagen: AP

Como buen primer ministro

Tusk jugaba a ganar tiempo, a alargar su decisión hasta saber al menos quién sería el próximo inquilino de la Casa Blanca. “Pero el conflicto en Georgia y el giro en la opinión pública le han hecho cambiar de estrategia. Ahora se ha colocado al frente de los partidarios del escudo para demostrar que es un buen primer ministro, uno que protege a su pueblo”, opina Rautenberg.

“Polonia no quiere pertenecer a alianzas cuyo apoyo llega demasiado tarde. A los muertos la ayuda ya no les sirve. Polonia quiere pertenecer a alianzas de las que el apoyo llega desde el momento en que estalla el conflicto”, declaró Tusk hace cuatro días, cuando Polonia dio a conocer que los misiles estadounidenses serían bienvenidos. Claramente, el primer ministro se refería a lo acontecido en Georgia, donde aún no se sabe con certeza si las tropas rusas se retiran o no, mientras Occidente se mantiene fijo en la crítica verbal.

Pero “el escudo antimisiles no tiene como objetivo principal proteger a Polonia, sino a Estados Unidos y a Europa. Y no está pensado para interceptar misiles rusos, sino los que pudieran disparar Irán u otros países de Oriente Próximo”, puntualiza Oliver Thränert. El mismo argumento lo repite Washington para tranquilizar a Moscú, y con ciertas contradicciones en su discurso, también Varsovia.

¿En Polonia como en Georgia?

Sin embargo, el presidente ruso, Dmitri Medvedev, está convencido de que “la Federación Rusa es el objetivo”. Eso se debe a que, como contrapartida al escudo antimisiles y con la justificación de que éste aumenta la inseguridad en Polonia, Estados Unidos contribuirá a financiar la modernización de la armada polaca y dotará al país de misiles tipo Patriot. “Y los Patriot interceptan misiles de medio alcance, y Rusia es el único país en la región que posee éste tipo de armas”, recuerda Rautenberg.

Ayuda polaca camino de Georgia.Imagen: picture-alliance/ dpa

“El cálculo que se hace en Polonia es que, si como se prevé se estacionan en el país soldados estadounidenses, en caso de ataque al territorio polaco éstos estarían en inminente peligro y, por lo tanto, a Washington no le quedaría más remedio que intervenir”, asegura el corresponsal. Lo que se refuerza con otro acuerdo adicional al tratado polaco-estadounidense: uno llamado de “asistencia política” que obliga a ambos Estados a ayudarse en caso de agresión.

Con todo esto, Polonia parece querer evitar convertirse en la siguiente Georgia. Y Condoleezza Rice va ya de camino para firmar los documentos. Pero, ¿existe realmente la amenaza que justifique tantas precauciones? “No”, contesta Rautenberg: Polonia no limita con Rusia, es un país miembro de la Unión Europea y, al contrario que la república caucásica, sí forma parte de la OTAN, con lo que la Carta de la Alianza le garantiza la intervención de los restantes socios si fueran violadas sus fronteras.

También Thränert coincide en el veredicto. “No creo", dice el experto, "que Rusia constituya riesgo alguno para Polonia."

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